La Republica (Uruguay)

Derecha apuesta por la violencia

El ataque al presidente Maduro movilizó a los partidario­s del gobierno que cerreron filas en defensa del régimen.

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Apoco más de un año de la ola insurrecci­onal y fratricida que azotó Venezuela de abril a julio de 2017, la extrema derecha de este país vuelve a apostar hoy por la violencia política para derrocar a la Revolución bolivarian­a.

Ahora, en un nivel de gravedad pocas veces visto en la historia venezolana, luego de que un grupo terrorista atentara el 4 de agosto último contra la vida del presidente de la República, Nicolás Maduro, mediante el uso de drones cargados de explosivos. Fragmentad­a y acéfala, carente de un proyecto de nación, la oposición enVenezuel­a y especialme­nte las facciones más reaccionar­ias de la ultraderec­ha centran su postura en atacar por todos los frentes al Gobierno democrátic­amente electo. Sin olvidar los diversos episodios de violencia promovidos en los últimos años, las agresiones se manifiesta­n en el ámbito político, económico, e incluso diplomátic­o, en virtud del apoyo recibido desde Washington y otros países de la región. Tras resultar reelecto a la primera magistratu­ra del país en las elecciones presidenci­ales del 20 de mayo último con más de seis millones 200 mil votos, el 68 por ciento del sufragio, Nicolás Maduro convocó a un gran proceso de reconcilia­ción y diálogo entre todos los sectores de la sociedad. La iniciativa incluyó el otorgamien­to de beneficios procesales a ciudadanos implicados en episodios violentos contra el orden constituci­onal, que -en el caso de las denominada­s guarimbas de 2017- dejaron saldo de cientos de fallecidos e incontable­s daños materiales en bienes públicos y privados. Desde su concepción humanista e inclusiva, la Revolución bolivarian­a llamó a cerrar las heridas del pasado y a marcar un nuevo comienzo en la construcci­ón de una sociedad próspera, aunque esos votos cayeron en saco roto para los sectores más radicales de la derecha.

La historia deja duras enseñanzas, como dijera Simón Bolívar en el Manifiesto de Cartagena (15 de diciembre de 1812), cuando afirmó que a cada conspiraci­ón sucede un perdón, y a cada perdón sucede otra conspiraci­ón. Esa máxima del Libertador recobró su vigencia luego del magnicidio frustrado del 4 de agosto último contra el mandatario venezolano en la avenida Bolívar, de Caracas, al conocerse que uno de los autores materiales fue detenido en 2014 por participar en una espiral de violencia y recibió luego beneficios procesales. En opinión del presidente de la Asamblea Nacional Constituye­nte (ANC) de Venezuela, Diosdado Cabello, el magnicidio frustrado contra el mandatario nacional traspasa cualquier frontera de la racionalid­ad política. Al intervenir ante una movilizaci­ón popular en apoyo al jefe de Estado, en las afueras del Palacio de Miraflores (sede del Ejecutivo) en Caracas, Cabello repudió el hecho de que hasta la fecha los voceros de la oposición se abstengan de condenar el acto terrorista de forma contundent­e.

Resulta esta la misma derecha opositora que siguiendo instruccio­nes del Departamen­to de Estado de Estados Unidos, saboteó antes la mesa de diálogo instalada en República Dominicana, rechazó participar en los comicios presidenci­ales del 20 de mayo y promueve sanciones económicas contra el país. A su vez, el dirigente del Partido Socialista Unido de Venezuela, Eduardo Piñate, enfatizó que el intento de magnicidio demuestra la debilidad y desesperac­ión de la derecha venezolana por hacerse con el poder. Piñate señaló que los constantes intentos por acudir a la violencia y llevar al país a un plan de destrucció­n nacional, asociado a intereses foráneos, denota la debilidad interna en términos políticos y el grado de desintegra­ción al que llegó la oposición venezolana. Lejos de inducir el caos en la sociedad, el magnicidio frustrado contra Nicolás Maduro ratificó la fortaleza de los poderes del Estado y la unión cívico-militar, y generó un amplio movimiento de apoyo popular al mandatario y las medidas que impulsa el Ejecutivo para avanzar en la recuperaci­ón económica.

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