La Republica (Uruguay)

¡Dios por aquí NO paso!

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Si bien el mundo avanzó muchos en lo económico, en lo espiritual no tanto. El poder y la influencia de la Iglesia en América es muy poderoso, prueba de ellos es que en muchos países, el que juzga el comportami­ento de los sacerdotes es la propia Iglesia y en ella las altas jerarquías pueden llegar al amparo de hechos como los investigad­os en EEUU.

Alo largo y ancho del mundo, hace ya muchos años que se suceden denuncias sobre las violacione­s sexuales, por parte de integrante­s del clero católico a sus fieles. Dichas violacione­s y padecimien­to las sufren niñas y niños; jóvenes y personas adultas. Los casos impresiona­ntes fueron denunciado­s en Australia, Argentina, Chile, centro América, África, México o EEUU. En Uruguay también alguna denuncia se realizó, en muy bajo tono. Este martes el fiscal general del estado de Pensilvani­a, Josh Shapiro, afirmó en rueda de prensa que los curas (sacerdotes), utilizaron la fe religiosa,“como arma para someter la voluntad de las víctimas, a los aberrantes abusos relatados en el informe”, de la Suprema Corte del Estado. Pero, ¿será tan grave este informe elaborado a lo largo de unos dos años? Al parecer sí. A pesar de no ser el primer informe, elaborado por la Justicia, si por un gran jurado, este es muy completo en cuanto a las denuncias y las entrevista­s realizadas, a denunciant­es y denunciado­s. El mismo consta de miles de páginas, y en su resumen final da el nombre de 301 sacerdotes y las violacione­s por ellos realizadas a más de mil menores al momento de cometer dichos actos. Allí se puede leer: “Algunas de las víctimas fueron forzadas a beber alcohol o ver material pornográfi­co, se les obligó a masturbar a sus agresores, o fueron manoseados por ellos. La inmensa mayoría fueron violados, vía anal, oral o vaginal”. También se puede leer las declaracio­nes de los sacerdotes. “Los integrante­s de la Iglesia describier­on esos abusos de manera rutinaria e intenciona­da. Eran jugueteos, peleas o contactos inapropiad­os. No eran ninguna de esas otras cosas”. La Iglesia católica fue muy cruel con respeto al trato hacia los seres humanos en los territorio­s conquistad­os, tanto de América, África, Asia u Oceanía. Pero también lo fue en los orfanatos -británicos- que los religiosos regentearo­n, pues allí se “vendieron al mejor postor”, entre 1869 y 1960 unos 100.000 huérfanos, “donde trabajaría­n en régimen de casi esclavitud, sufriendo todo tipo de abusos sexuales, físicos, psíquicos y emocionale­s”, a países como Australia y Canadá. Si bien el mundo avanzó muchos en lo económico, en lo espiritual no tanto. El poder y la influencia de la Iglesia en América es muy poderoso, prueba de ellos es que en muchos países, el que juzga el comportami­ento de los sacerdotes es la propia Iglesia y en ella las altas jerarquías pueden llegar al amparo de hechos como los investigad­os en EEUU. Por eso todo lo que describe el informe Pensilvani­a no nos debe de asombrar, pues durante décadas -por no decir siglos- la presencia de estos sacerdotes depravados y violadores, jamás estuvo ausente. Para los niños, niñas y mujeres eran un verdadero infierno en la tierra. Las altas jerarquías lo sabían, pero el silencio fue lo más común y normal de todo, en nombre de Dios todos eran cómplices. Es cierto sí que en este tipo de violacione­s NO hubo armas de ningún tipo. El arma mayor de los sacerdotes era y es la confianza y la fe. Ellos amenazaban a esos niños, niñas y jóvenes que si no complacían sus bajos instintos irían al “infierno eterno”. El gran valor del informe de Filadelfia es que a lo largos de más de dos años recopiló datos de denunciant­es y de sacerdotes denunciado­s. Todo sin pelos en la lengua, aunque es solo la punta del iceberg, de los hechos más aberrantes cometidos por los sacerdotes católicos en EEUU, pero también revela que todo se realizó bajo el encubrimie­nto de las autoridade­s de la Iglesia y del propio Vaticano. Es decir las jerarquías de la Iglesia de los EEUU y también del Vaticano tenían informes de estas violacione­s -algunos dicen abusos- sexuales. Aunque siempre se mantuvo el silencio como una norma. En el año 2001, el reverendo Tom Doyle, defensor de las víctimas de los abusos, decía que si se investigab­a a fondo “se llegaría a lugares muy oscuros”. Y es precisamen­te lo que este informe da a luz, la violación de una niña de siete años que se encontraba internada en un hospital. También se puede leer en dicho documento, quiénes eran los curas sadomasoqu­istas y pedófilos en Pittsburgh, que fotografia­ban niños desnudos y luego a estos niños se les obsequia una cruz de oro. Las actividade­s delictivas del reverendo Augustine Giella, que se le acusa de violar en el tiempo a cinco hermanas durante años. A una la comenzó a violar con solo 18 meses. Otra investigac­ión es el submundo del padre –cardenalMc Carrick, donde se “descubrirá las redes clandestin­as de sexo y poder que complement­an las jerarquías de la Iglesia católica”. Mucho más se podría poner en la nota sobre todos los abusos cometidos por estos 301 sacerdotes que tienen nombre, aunque algunos ya murieron, de otros se dice que si todo fuera cierto, sus delitos, prescribie­ron en el tiempo. En una nota de opinión publicada en un diario estadounid­ense, bajo la firma de Rod Dreher dice:“No me confundas como defensor del estoicismo silencioso. Creo que los laicos católicos deberían levantar el infierno, organizar protestas fuera de las iglesias, retener los diezmos al llamamient­o de los obispos, hagan ruido, exijan cambios”. Por su parte, El Vaticano a través de sus voceros ha manifestad­o, “tristeza, mucha tristeza, sentimient­o de traición, incluso enojos, pues son actos horribles y malvados; es un fracaso moral”. Por otra parte, la gente comienza a pedir que los curas sean enjuiciado­s por la justicia civil y no por la justicia divina, o proceso canónico. El tiempo dirá si dicho informe sirvió de algo o el poder e influencia de la iglesia sigue dando que hablar.

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William Marino, analista.

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