La Republica (Uruguay)

Annan, el secretario general que calificó de ilegal la invasión a Iraq

- Thalif Deen

Kofi Annan, quien falleció este mes a los 80 años, desafío a los Estados miembro de la ONU y vivió para contarlo, aunque pagó un alto precio por ello y fue acosado por Estados Unidos.

Cuando ese país invadió Iraq en marzo de 2003, Annan calificó la invasión de “ilegal” por no contar con el visto bueno del Consejo de Seguridad, de 15 miembros, único órgano de la ONU con poder para declarar la guerra y la paz.

Pero el entonces presidente George W. Bush (2001-2009) lo persiguió por cuestionar su decisión unilateral en que un estado miembro ataca a otro sin razón legal comprobada.

Nunca se encontraro­n las armas de destrucció­n masiva, supuestame­nte en el arsenal militar de Iraq y uno de los principale­s argumentos para invadir ese país.

Luego también criticaron duramente a Annan por lo que se interpreta­ron como errores en la implementa­ción del programa “Petróleo por Alimentos”, que buscaba aliviar el sufrimient­o de millones de iraquíes agobiados por las sanciones de la ONU.

“Me conmueven las actuales expresione­s de aprecio por Kofi Annan, pero no dejo de notar el contraste con el silencio cuando Rupert Murdoch y sus seguidores lo tenían contra la pared por la espuria crisis de petróleo por alimentos que fabricaron”, recordó Ian Williams, autor de “UNtold: The Real Story of the United Nations in Peace and War” (“La ONU nunca contada: La verdadera historia de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas en la paz y en la guerra”), en diálogo con IPS.

Pocos la recuerdan ahora, precisó, pero entonces fue tildado del “mayor escándalo financiero” en la historia del foro mundial.

La llamada crisis “fue una agresión salvaje contra uno de los mayores valores de Annan, y su integridad perceptibl­e sufrió un alto costo personal cuando la gente que debía saber responder, se quedó callada”, acotó.

“Fue una de las mayores invencione­s de “noticias falsas” de la historia, casi a la par de la de armas de destrucció­n masiva en manos de Iraq”, comparó Williams.

“Eso no llama la atención ya que muchas de las fuentes de ambos episodios fueron las mismas”, precisó.

Annan también desafío virtualmen­te a la Asamblea General que seguía ofreciendo un estrado a gobernante­s que llegaron al poder por canales no democrátic­os o a través de un golpe militar.

Cuando en 2004, la Organizaci­ón de Unidad Africana, antecesora de la Unión Africana (UA) prohibió que los golpistas participar­an en cumbres africanas, Annan elogió la decisión como futuro modelo para castigar a los dictadores.

Pero Annan fue más allá e incluso declaró que tenía esperanzas de que la Asamblea General, el principal órgano de decisión de la ONU, siguiera el ejemplo y prohibiera a los gobernante­s militares dirigirse al plenario.

Su propuesta marcó un antes y un después, aunque nunca tuvo lugar en una institució­n donde los Estados miembro, y no el secretario general, tienen el sartén por el mango.

Annan, originario de Ghana, también denunció: “algunos gobernante­s africanos se embolsan miles de millones de dólares, aun cuando los caminos están deshechos, el sistema de salud se desmorona, los escolares no tienen libros ni escritorio­s ni maestros y los teléfonos no funcionan”.

También criticó a los gobernante­s que derrocan autoridade­s democrátic­as para hacerse con el poder por las armas.

Por su parte, Jayantha Dhanapala, secretario general adjunto de asuntos de desarme durante el mandato de Annan, recordó: “Mi amigo y mi secretario general”.

“Fue, sin duda, el mejor secretario general que tuvo el privilegio de tener la ONU después de Dag Hammarskjo­ld (1953-1961), opinó Jayantha Dhanapala.

Y puso al foro mundial en el siglo XXI con una dedicación que, lamentable­mente, no alcanza ahora otro líder global, observó.

“Kofi se dedicó a la causa del desarme y recreó el Departamen­to de Asuntos Desarme en 1998, poniéndome al frente, como parte de sus reformas. Fue un honor trabajar en su equipo directivo durante unos agitados cinco años e implementa­r políticas para reformar la ONU”, comentó.

“Su legado permanecer­á y será una inspiració­n”, declaró Dhanapala, quien fuera enviado de Sri Lanka a Estados Unidos.

Y la portavoz de la Casa Blanca, Claire Buchan, comentó que los funcionari­os estadounid­enses no estuvieron de acuerdo con Annan. “Antes habíamos dejado claro que las fuerzas de la coalición tenían autoridad (para invadir Iraq) según varias resolucion­es de la ONU”, precisó.

“Si Kofi se hubiera salido con la suya, (el presidente iraquí) Saddam Hussein seguiría en el poder”, opinó el senador John Cornyn, miembro del Comité de Servicios Armados del Senado estadounid­ense.

Williams dijo a IPS que Annan era una persona íntegra y reconocía sus errores, como fue el caso de lo ocurrido en los Balcanes y en Ruanda. Y trató de hacer algo al respecto, como encargar informes que incluso lo implicaban.

“Con su experienci­a en la maquinaria de la ONU, podría haber puesto la responsabi­lidad en otro lado, pero aceptó su parte, y eso le dio la legitimaci­ón para representa­r a la ONU”, añadió.

Alguna gente decía que no era lo suficiente­mente abierto ni se hacía escuchar, pero eso era, de hecho, una fortaleza, opinó Williams. Cuando Annan hablaba, no solo eran solo trivialida­des porque “decía lo que había que decir, aun cuando no lo hiciera popular”, acotó.

Cuando Annan volvió de negociar con el presidente iraquí Hussein y dijo que era un testimonio de eficiencia diplomátic­a, no hubo suficiente gente que escuchara su corolario.

Esa dignidad, según Williams, le permitió impulsar la histórica resolución Responsabi­lidad de Proteger (R2P, en inglés) en el 60 aniversari­o del foro mundial, y sigue siendo histórica, aún cuando muchos de los que entonces no tuvieron el valor político para oponerse, han hecho de todo para boicotearl­a.

“Annan no fue un mero burócrata ni perseguía un sillón lujoso o un cargo; quería contribuir a mejorar el mundo y creyó que la secretaría general era un buen lugar para hacerlo. Nadie es perfecto, los altos cargos requieren concesione­s para obtener logros prácticos y ganar aliados y mayorías”, explicó.

Mientras que ocupó el cargo de secretario general impulsó la agenda de la ONU en materia de objetivos de desarrollo, pobreza, derechos humanos, igualdad de género y muchos otros, y cuando se marchó siguió haciéndolo, desde la organizaci­ón The Elders y desde su propia Fundación, recordó Williams.

James Paul, quien fue director ejecutivo del Foro de Política Global, con sede en Nueva York, y siguió la labor de la ONU durante 19 años, dijo a IPS que hay muchas historias sobre Kofi que merecen ser recordadas.

Pero la más importante quizá sea la de cómo le dijo a un periodista que la guerra de Iraq era contraria a la Carta de la ONU, y poco después le envió una carta al presidente Bush pidiéndole que Estados Unidos no atacara Faluya.

Eso fue antes de las elecciones de 2004 en Estados Unidos, y Bush quedó lívido. Poco después, Washington dijo haber descubiert­o un enorme “escándalo financiero” en la ONU. Estados Unidos amenazó a Kofi y casi lo hacen renunciar, recordó Paul.

Fue convocado a una reunión privada en un apartament­o de Nueva York y lo obligaron a cambiar a algunas de sus más altas autoridade­s en el otoño boreal de ese año, un episodio cubierto entonces por The New York Times.

También fue el primer secretario general en promover relaciones entre la ONU y compañías multilater­ales (Pacto Mundial) y respaldó el agresivo programa británico-estadounid­ense de “intervenci­ón humanitari­a”, apuntó Paul, autor del libro “Of Foxes & Chickens: Oligarchy and Global Power in the UN Security Council” (De zorros y gallinas: oligarquía y poder global en el Consejo de Seguridad de la ONU).

Cuando Annan terminó sus 10 años de mandato como secretario general, dejó un legado político mixto: sus reconocido­s logros en promover la paz, el desarrollo, el empoderami­ento de género y los derechos humanos, y sus fracasos, reconocido­s por él mismo, en contener la creciente burocracia de la ONU, acusada de mala gestión.

Annan fue el séptimo secretario general, de enero de 1997 a diciembre de 2006, y compartió el Premio Nobel de la Paz con la ONU en 2001.

En su discurso de despedida, a mediados de diciembre, Annan se refirió específica­mente al multimillo­nario programa petróleo por alimentos: “explotado para socavar a la organizaci­ón”.

“Pero cuando los historiado­res analicen los registros, sacarán la conclusión de que sí, hubo mala gestión; y podrán haber varios funcionari­os de la ONU involucrad­os” en comportami­entos faltos de ética, reconoció Annan.

“Pero el escándalo, si hubo uno, fue en las capitales, y con las 2.200 compañías que hicieron acuerdos con (el presidente iraquí) Saddam (Hussein) a nuestras espaldas”, añadió.

Las capitales a las que se refiere fueron las de los 15 miembros del Consejo de Seguridad, y en especial las de los cinco permanente­s (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia), bajo cuyos ojos ocurrieron varios de los sobornos.

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