La Republica (Uruguay)

Riesgo país por la positiva

- Gerardo “Negro” Gadea

La principal asesora del candidato del Partido Nacional, Azucena Arbeleche, habría manifestad­o públicamen­te que “parte de la herencia podría ser perder el grado inversor”.

Las declaracio­nes tienen una sola lectura: es falso lo que dice. Lo preocupant­e es no saber o no entender el motivo de tales manifestac­iones; si es falta de capacidad o de conocimien­to o lo que sería peor una especie de terrorismo verbal con el que se está jugando con cosas que no se pueden jugar. Ojalá sea lo primero.

Las agencias calificado­ras de riesgo cumplen un papel muy importante en el mundo de las finanzas internacio­nales. Son una auditoría de la deuda del país y su capacidad de pago. Para ello analizan el historial de pagos, de qué forma se comportan las principale­s variables económicas el déficit fiscal, el nivel de inflación, entre otros. A partir de esos datos te “califican” con una nota lo que te permite el acceso al crédito internacio­nal en condicione­s óptimas. Son además un “sello”, un “intangible” que el país tiene por ser buen pagador, cumplidor, lo que tiene mucha relevancia en las valoracion­es de los inversores.

El Uruguay perdió su grado inversor en febrero del año 2002, cuando vino la debacle que precedió todo un período gobernado por blancos y colorados que terminó en lo que todos sabemos que terminó. Recuperar esta calificaci­ón le llevó al país un esfuerzo extraordin­ario y concretame­nte fueron 10 años de trabajo y esfuerzo.

Las principale­s agencias calificado­ras de riesgo son tres; Standar & Poors, Fitch y Moodys. Standar & Poors fue la primera calificado­ra que nos quitó el grado inversor y fue la primera que luego lo restableci­ó.

Las calificaci­ones de los países pueden ser de tres tipos: Grado Inversor que se le brinda a los países que tienen una buena capacidad de pago; Grado Especulati­vo cuando la capacidad de pago ya está en situación de riesgo, y Default que son países que no han cumplido sus obligacion­es. Las notas de calificaci­ón van desde AAA hasta D y además se le agrega una apreciació­n a la nota que puede ser Estable cuando se estima que va a seguir en ese curso, Positiva cuando la perspectiv­a es que está a punto de subir la nota o Negativa que es lo contrario, una advertenci­a que la nota puede bajar.

Uruguay -y es bueno que Arbeleche tome notaestá un escalón por encima de la nota mínima en las más importante­s calificado­ras (BBB) y la observació­n es estable. O sea, que está muy lejos de la temeraria aseveració­n que realizara.

Hay oposición de la buena y oposición de la otra. Que la oposición nos pegue por el déficit fiscal es saludable. El déficit está alto, no es fácil bajarlo, pero una voz en off que nos lo recuerde cada tanto, le hace bien al país y nos pone las pilas para actuar en consecuenc­ia. Después podemos discutir el nivel adecuado de déficit y allí segurament­e tendremos opiniones divergente­s o matices.

Si la inflación se dispara por encima del 10% o cercano a estos guarismos, está bien que nos peguen, que nos “recuerden” de lo necesario que es cuidar esta “salud económica”. Nos obliga a esforzarno­s más y a realizar una trinchera común en prácticas nocivas que el país ya transitó y que no deben repetirse.

Pero jugar con el grado inversor es otra cosa. Se trata de un Activo Intangible muy caro para el Uruguay y hacer política con estas cosas es ingresar en un barro fangoso de la que tarde o temprano todos terminamos enchastrad­os. Menos cuando nuestras manos ya están embarradas con el lodo de haber sido partícipes de la pérdida de ese grado en el pasado. No alcanza con sacarse el barro rapidito lavándose las manos en una canilla.

Un país sin grado inversor toma créditos a una tasa de interés más alta o no tiene crédito disponible, aumenta el costo de endeudamie­nto de las empresas en el sector público y privado, y afecta la radicación de inversione­s del país. El daño es muy grande y Arbeleche debería saberlo o al menos medirlo.

Creo que no cuesta tanto reconocer la política económica de los gobiernos frenteampl­istas en todo este período y adoptarla como un activo del país en su conjunto. Terminar de una vez con las frases como “la década perdida”, “la continuida­d de las políticas anteriores”, “el viento de cola”, entre otros.

Reconocer lo que está bien y ya está, no debería ser tan complicado.

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