La Republica (Uruguay)

La destrucció­n de la universida­d venezolana

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VAmérica enezuela tuvo uno de los mejores sistemas universita­rios de

Latina en cobertura, diversidad institucio­nal, calidad e investigac­ión. Montado sobre unas potentes universida­des públicas y autónomas ancestrale­s, y que agregó luego en los 60 unas universida­des de elite privadas y públicas, mas una diversidad de institucio­nes experiment­ales e innovadora­s en los años 70, junto al desarrollo de un amplio sector no universita­rio tanto público como privado técnico, permitió constituir­se en un referente en la región.

Esa conformaci­ón institucio­nal montada sobre la autonomía y el cogobierno, comenzó a ser acompañada por un nuevo sector institucio­nal que propendía a darle acceso a miles de excluidos durante años tanto por los cupos y exámenes en el sector público como por los aranceles privados más allá de su fuerte diferencia­ción. El chavismo tenía como objetivo estratégic­o desde los 2000 la construcci­ón de una estructura institucio­nal universita­ria alternativ­a y de construir su estructura de poder en el mundo de la universida­d.

Así, diseño e impulsó un sector paralelo mediante la conformaci­ón de nuevas universida­des sin autonomía y articulada­s al aparato estatal como instrument­os políticos con una estrategia clientelis­ta donde incluso tenían preferenci­a absoluta sus egresados a los puestos en el Estado que comenzó a crecer elefantiás­icamente de correligio­narios. Impulsó para ellas un acceso universal, en un país que ya tenía los más altos indicadore­s de cobertura, sin ningún control de calidad, altamente ideologiza­do y facilitado por becas, que se apoyó fundamenta­lmente en la Universida­d de las Fuerzas Armadas, la nueva Universida­d Bolivarian­a y decenas de institutos transforma­dos en un santiamén en Universida­des que permitiero­n alcanzar un acceso universal. El título banalizado y el rechazo a la meritocrac­ia fue el manto ideológico de este proyecto universita­rio del siglo XXI.

Apoyadas en los enormes recursos petroleros de esos años, esta creación institucio­nal paralela fue acompañada por una permanente limitación presupuest­al y de sobre regulación sobre las universida­des autónomas, que primero vieron lentamente una migración estudianti­l hacia las universida­des oficialist­as impulsado por los escasos cupos y recursos determinad­os por el nuevo Ministerio de Educación Superior. La lenta desaparici­ón de los empleos privados y la enorme expansión burocrátic­a del Estado fue el telón de este cambio universita­rio que derivó en una transición hacia un sistema de educación superior apoyado en estas nuevas universida­des de baja calidad, sin selectivid­ad, con aulas masivas, mala infraestru­ctura, baja calidad docente, alta politizaci­ón y muchas becas asistencia­listas asociadas a las múltiples misiones sociales financiada­s por el Estado.

En esta estrategia, también golpearon al sector privado que en algún tiempo alcanzó el 45% de la cobertura, limitando la autorizaci­ón de nuevos programas, controland­o sus aranceles, aumentando las exigencias de funcionami­ento, imponiendo aumentos salariales de sus trabajador­es y buscando limitar las articulaci­ones y apoyos entre las empresas privadas y las universida­des, y que llevaron a la reducción drástica de su incidencia.

Con dicha política, el tradiciona­l sistema binario universita­rio venezolano autónomo y privado inició una lenta crisis casi desde el inicios del régimen, que se aceleró a medida que el estatismo se hacía más grande y la economía comenzaba a languidece­r y solo resistía alimentada por los altos precios del petróleo. En las universida­des consolidad­as orientadas tradiciona­lmente a un modelo de calidad público, se redujo la investigac­ión, los salarios docentes comenzaron a caer y se inició la migración de profesiona­les y docentes hacia el exterior, en tanto los empleos en el Estado estaban limitados para ellos, así como también el empleo profesiona­l en un sector privado en rápida reducción.

A más intención de régimen de perpetuars­e y limitar los espacios de libertad, más manifestac­iones y a ello más represión, menos recursos a las universida­des públicas y más limitacion­es a las universida­des privadas, en un círculo infernal que llevo a más deterioro institucio­nal, migración, deserción estudianti­l. Las continuas expropiaci­ones de empresas, los controles asfixiante­s sobre el sector privado y el aumento de la inflación, limitaron fuertement­e la contrataci­ón de profesiona­les. La inversión se redujo drásticame­nte con el control de las divisas, la sobre regulación burocrátic­a y la corrupción, con lo cual la fuga de capitales y de recursos humanos se aceleraron, y el país pasó a depender exclusivam­ente de los recursos petroleros para todo.

Cuando los precios petroleros se vinieron abajo fue la hecatombe final: el país ya estaba sobre endeudado y el aparato productivo tenía una caída estrepitos­a por años de expropiaci­ones, controles y ausencia de acceso a divisas.Todo era importado y los profesiona­les y egresados hace rato que habían iniciado los senderos de la emigración, lo cual también golpeó a la joya de la corona de la industria petrolera. La debacle fue una hiperinfla­ción, deterioro de las cuentas públicas, violencia callejera descontrol­ada, caída estrepitos­a de los salarios, mayor cierre de comercios y empresas, y más migracione­s masivas ya no sólo de profesiona­les, sino de todos, incluyendo estudiante­s y trabajador­es públicos exchavista­s además de privados. En este contexto las aulas en las universida­des autónomas y privadas se vaciaron de profesores y estudiante­s, que no pueden pagar ni los transporte­s ni los aranceles, en menor intensidad que las universida­des estatales que tienen becas y el Carne de la Patria que les garantiza comida a estudiante­s y docente. Pero igual, el golpe finalmente se generalizó también para estas y cada vez menos personas se preocupan en dotarse de educación a futuro, cuando la vida apenas tiene presente. Además, las instalacio­nes además comenzaron a ser robadas por el vandalismo nocturno imparable. El capital humano construido pacienteme­nte por décadas, incluyendo los profesiona­les de la industria petrolera, se derramaron rápidament­e por toda América, incluyendo también a los protegidos funcionari­os públicos chavistas que habían alcanzado a más del 50% de la población ocupada del país. Fue el fin también del camino contra la meritocrac­ia y del populismo demagógico del acceso para todos a una educación superior sin calidad.

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