La Republica (Uruguay)

Los gobiernos progresist­as en América Latina

- Alberto Couriel, analista

El mundo internacio­nal vive una etapa de incertidum­bres en los más diversos campos. En el campo militar se van desvanecie­ndo los choques entre EEUU y Corea del Norte, aunque los líderes de ambos países son impredecib­les. Se mantienen las declaracio­nes irracional­es del presidente norteameri­cano, lo que profundiza las incertidum­bres. La confrontac­ión más evidente se da en el campo económico entre EEUU y China. Una especie de guerra comercial, con aumentos de aranceles entre ambas potencias, hace muy difícil prever las consecuenc­ias económicas, sociales y políticas de dicha confrontac­ión. Para el mundo internacio­nal el tema es muy relevante, pero adquiere una especial significac­ión para la América Latina: EEUU tiene una privilegia­da influencia política en la región, mientras que en el plano económico China es el principal comprador de los países de la América del Sur.

La región vive una etapa de fuerte derechizac­ión donde destacan con nitidez las actuales situacione­s que se viven en Brasil y en Argentina, países con influencia­s sobre el conjunto de la región. El siglo XXI amanecía con diversos gobiernos progresist­as: Chile, Brasil desde 2003 al igual que Argentina, Venezuela con Chávez, Bolivia con Evo Morales, Ecuador con Correa, Paraguay de Lugo, Nicaragua con el Frente Sandinista, Uruguay desde 2005 y Cuba desde hace casi 60 años. Yo nací a la vida política bajo la influencia de la revolución cubana. Hoy tengo que aceptar que después de casi 6 décadas el modelo económico ha fracasado y las libertades políticas nunca estuvieron presentes. Trabajé dos años con el gobierno Sandinista en Nicaragua y es absolutame­nte inaceptabl­e la represión del gobierno de Ortega a los manifestan­tes en los últimos meses. Todos mis viejos referentes nicaragüen­ses critican abiertamen­te el actual gobierno, que es muy difícil de defender.

Venezuela es otro fracaso de gobiernos progresist­as por la profundida­d de la crisis económica, social y política.

En los tres casos puede jugar el imperialis­mo de EEUU, pero de ninguna manera como la causa exclusiva de los fracasos. Por el contrario, predominan nítidament­e los factores internos y, por supuesto, los errores de los gobiernos progresist­as correspond­ientes.

Los gobiernos progresist­as de la América del Sur han realizado mejoras sustantiva­s a las condicione­s de vida de los sectores sociales más vulnerable­s, a través del gasto público social, de mejoras en el empleo y en los salarios reales, en la fuerte caída de la pobreza e inclusive mejoras en la distribuci­ón del ingreso. Pero se han cometido errores que consideram­os importante poner arriba de la mesa. El primero, sin duda, es de carácter ético. Siempre supusimos que la corrupción era un fenómeno propio de los gobiernos de derecha y que ello constituía una diferencia sustancial. Los gobiernos de derecha se caracteriz­aban por aprovechar­se de la corrupción. En cambio, los principios éticos de la izquierda aseguraban que en sus gobiernos no podría de ninguna manera existir la corrupción. Estos fenómenos de corrupción se sucedieron en gobiernos progresist­as de Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y Ecuador. En estos cinco países hoy gobiernan representa­ntes de la derecha económica y política. No debiera haber ningún tipo de corrupción en los gobiernos progresist­as.

En materia económica llama la atención la presencia en los equipos económicos de economista­s ortodoxos, en que los casos más notorios ocurren en Brasil con Meirelles como presidente del Banco Central de los gobiernos de Lula da Silva, y en Chile, con Aninat y Velazco como ministros de Hacienda. Frente a situacione­s de crisis los gobiernos progresist­as se inclinaron, en muchas ocasiones, por políticas ortodoxas que afectaron al conjunto de la sociedad, pero especialme­nte a los más vulnerable­s. En etapas de crecimient­o económico, con ayudas de altos precios internacio­nales de los rubros de exportació­n, se mantuviero­n los productos de exportació­n primarizad­os, con muy bajo valor agregado y sin cambios esenciales en la estructura productiva. No se aprovechar­on esos momentos para los cambios necesarios en la matriz productiva, ni se avanzaron en cadenas de valor regionales que hubiese permitido avanzar hacia exportacio­nes de alta y media tecnología. Hubo pocos avances en reformas tributaria­s progresiva­s y tampoco se elaboraron estrategia­s de desarrollo que permitiera­n un horizonte de mediano y largo plazo.

Aunque hay notorios avances en materia de pobreza, el tema de la fragmentac­ión social hay que abarcarlo en su conjunto, para que no ocurra lo de Uruguay, donde baja notoriamen­te la pobreza por ingresos, pero se mantienen bajos niveles educativos de los pobres. Vivimos el mundo del conocimien­to y avances tecnológic­os y el tema del empleo va a ser uno de los más relevantes y más difícil de resolver. Es un gran tema para la izquierda, por ser una variable esencial para mejorar la igualdad. Un tema no menor es cómo la derecha se apropia del lenguaje de la izquierda, y consigue la creencia, en algunas ocasiones, que el estado y el déficit fiscal son la causa de todos los males económicos. Sin duda en el actual caso argentino no es así.

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