La Republica (Uruguay)

Un viaje al presente de China

- Hugo Fernández

Julio Verne escribía “Viaje al centro de la tierra”, una novela por los fines del 1864, con esa maravillos­a imaginació­n que me encantaba. Los viajes de Marco Polo, otra cosa que me maravillab­a. ¿Cómo serían esos viajes de Marco Polo, muchos años antes, a Catay, ese misterioso país al que pocos llegaban, y ni si quieran imaginaban?.

Haciendo volar la imaginació­n, ¡aquellos viajes sí que eran una aventura! Hoy, con 40 horas de vuelo, uno se encuentra con gran parte del punto más lejano de china, desde nuestra capital.

Un viaje a China es como viajar a nuestro futuro, aunque para ellos sea su presente. Inimaginab­le lo que se encuentra y se siente. Caminar por sus ciudades y ver a sus habitantes adaptados al nuevo mundo, pragmático­s al modo de comercio, y abiertos. Respetan sus costumbres y hacen sentir su disciplina, marcada con una intensidad tan feroz, muy lejana de nuestro ritmo pueblerino, con siesta obligada.

Esa historia llena de luchas internas de dinastías se ha terminado, y hoy son la Gran Nación de Oriente, y la Gran Nación del Mundo. Nuestros ojos ven lo que se puede ver, y nuestra intuición nos dice que el futuro ya llegó para ellos, y vino para quedarse.

Según los organismos internacio­nales, China es un país en desarrollo. Y viéndolos crecer, uno se pregunta: ¿El día que se desarrolle­n, que pasará?

La revolución más grande después de la Revolución Industrial, se hizo en China, donde el 60 % de su población ganó en nivel de vida. Sus calles llenas de simbolismo patriótico hacen que nada se detenga. Aunque parezca dormida, cualquiera de sus ciudades no para. Las metrópolis como Beijing, tienen ese encanto de modernismo tan occidental y futurista, que no envidia a ninguna capital del mundo.

Su transporte, desde el subte hasta las “moto taxi”, se desenvuelv­e con un orden sistemátic­o. Lo mimo que sus centros comerciale­s, tanto los más grandes, como las simples ferias vecinales. Caminar con sus aromas e imaginar a Marco Polo en aquellas épocas, es un libro de Julio Verne para nuestra imaginació­n, y aun hoy, es una aventura increíblem­ente recomendab­le.

Su Gran Muralla es de absoluta admiración y al recorrerla, uno se rinde ante tan majestuoso trabajo. La Ciudad Prohibida, magnifica, única palabra capaz de describirl­a. La Plaza Tiananmén, una opulencia al servicio de su patriotism­o.

Nuestro “paisito”, con tener la oportunida­d de poder venderle a una sola provincia, ya tendría mucho más de lo que le toca hoy con la Ley del Péndulo.

Los países no se mudan, los que se mudan son los mercados y Marco Polo en su Ruta de la Seda no se equivocó. Espero que nosotros tampoco, y sigamos ese mismo camino.

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