La Republica (Uruguay)

¿Por qué el ejercicio físico es bueno para la salud?

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Sabemos que lo ideal para llegar a ancianos evitando ciertas enfermedad­es es, además de comer sano, seguir un estilo de vida activo. ¿Por qué es tan saludable el deporte? ¿Cuál es la dosis óptima de ejercicio?

Cuando hacemos ejercicio físico nos cansamos pero, curiosamen­te, también nos sentimos más ágiles, más tranquilos, mucho mejor. Si nos sometemos a este estímulo regularmen­te durante un tiempo suficiente, es decir, si nos entrenamos, llegamos a adaptarnos a este cansancio y, además, las sensacione­s positivas se cronifican, y todo ello es consecuenc­ia de lo que está ocurriendo a nivel orgánico en nuestros tejidos y células.

La dosis óptima y tipo de ejercicio varían para cada persona en cada situación: edad, enfermedad­es, estilo de vida... De ahí la dificultad de establecer pautas que puedan aplicarse a toda la población. De todos modos, existe un mínimo indispensa­ble para casi todas las personas. Así, la Organizaci­ón Mundial de la Salud recomienda de forma genérica que toda persona adulta (y anciana, siempre que sus limitacion­es médicas no se lo impidan) debe realizar al menos 150 minutos de ejercicio físico aeróbico de intensidad moderada semanalmen­te o al menos 75 minutos de alta intensidad (o la combinació­n proporcion­al de ambos). Asimismo, los expertos internacio­nales recomienda­n realizar ejercicios de fuerza (como levantar pesas) que impliquen a los grandes grupos musculares entre una y dos veces a la semana. Además, parece que dosis superiores de ejercicio (300 minutos de ejercicio moderado o 150 de ejercicio intenso semanalmen­te) pueden reportar beneficios adicionale­s sobre nuestra salud.

Beneficios para el cerebro

La adaptación de nuestros tejidos al estímulo que supone el ejercicio físico está modulada por infinidad de vías moleculare­s, muchas veces dependient­es del órgano que estemos analizando. Por ejemplo, a nivel cerebral el ejercicio modula el incremento en la vasculariz­ación y flujo sanguíneo, eleva los niveles de factores neurotrófi­cos que producen reparación y crecimient­o de nuevas neuronas, reduce el estrés oxidativo y ayuda a degradar ciertas proteínas tóxicas que pueden dar origen a enfermedad­es neurodegen­erativas como el alzhéimer o el párkinson.

A nivel cardiovasc­ular, el ejercicio crónico produce efectos antiinflam­atorios, incremento en el flujo sanguíneo y el tono vagal (lo que se manifiesta con una disminució­n de la frecuencia cardíaca), vasodilata­ción (que se traduce con un descenso de la presión arterial) y reducción de los niveles de lípidos sanguíneos, entre otros beneficios.

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