La Republica (Uruguay)

Asentamien­tos precarios, entre la exclusión y la esperanza

En 2009 se comprobó que más de la tercera parte de la población infantil de Villa 20 tenía altas concentrac­iones de plomo en sangre y la justicia ordenó que se desalojara el terreno.

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Acá estamos los excluidos del sistema”, dice Rafael Rivero, sentado en el comedor de su departamen­to, en un nuevo complejo de viviendas sociales, al lado de uno de los asentamien­tos precarios más grandes de Buenos Aires. El contraste resume la complejida­d de la realidad social en la capital argentina.

Rivero, de 66 años, y su esposa, Felina Quita, 10 años mayor, vivieron durante 38 años en la Villa 20. Es un terreno de unas 30 hectáreas en el sur de la ciudad, donde se hacinan miles de familias que no pueden afrontar el alquiler de una vivienda en el circuito formal. Son 27.990 habitantes, de acuerdo al censo oficial realizado en 2016.

La parcela de al lado pertenecía a la Policía Federal, que durante décadas lo utilizó como depósito de vehículos chocados y abandonado­s y lo convirtió en una fuente de contaminac­ión.

En 2009 se comprobó que más de la tercera parte de la población infantil de Villa 20 tenía altas concentrac­iones de plomo en sangre y la justicia ordenó que se desalojara el terreno.

Esa tarea todavía no había terminado en 2014, cuando unas 700 familias indigentes ocuparon el lugar. Varios meses después, y en medio de un cuadro de emergencia social, los ocupantes aceptaron irse y las autoridade­s prometiero­n urbanizar la zona.

Hoy ese terreno es escenario de una imponente obra en construcci­ón de 90 edificios de cuatro pisos, a cargo del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), organismo que tiene la monumental misión de solucionar el déficit habitacion­al de Buenos Aires.

En la capital argentina hay 233.000 personas -o 7,6 por ciento de la población, sin contar los populosos suburbios- que viven en asentamien­tos precarios, llamados localmente villas.

La obra, que recibió el nombre de Barrio Papa Francisco, el pontífice católico de origen argentino, consta de 1.671 departamen­tos y fue proyectada para que se trasladen allí familias de laVilla 20. Las mudanzas comenzaron en febrero, ya se entregaron 368 unidades y el IVC promete terminar el proceso el año próximo. “La casa que teníamos en la Villa se inundaba siempre. Cada vez que llovía, había más agua adentro que afuera”, contó Rivero, que hace menos de dos meses se mudó a su nueva vivienda, de un ambiente con cocina, sala y comedor integrados, más un dormitorio, ya que el matrimonio vive solo. Los hay de hasta cuatro habitacion­es.

Está feliz, aunque todavía no sabe cómo va a hacer pagar las tarifas de electricid­ad, agua, electricid­ad e impuestos municipale­s. Por ahora no le llegó ninguna de las facturas de servicios, que en los últimos dos años provocaron enorme malestar en la sociedad argentina, por sus aumentos que llegaron hasta 800 por ciento.

Rivero rememoró a IPS en su vivienda, donde todo huele aún a nuevo, que llegó a la Villa 20, hace más de 50 años, desde la provincia de Jujuy, en el norte de Argentina.

“Yo era un chico y me trajo mi tía. Cuando se mecanizó el campo, la caña de azúcar ya no dio tanto trabajo, mucha gente se quedó afuera y se vino a Buenos Aires.Yo he trabajado de panadero, de carpintero, de albañil, de mozo…”, dijo Rivero. Su esposa trabajó como empleada del servicio doméstico y ya está jubilada.

El presidente del IVC, Juan Ignacio Maquieyra, explicó a IPS que “estamos trabajando a favor del paradigma de integració­n de las villas”a la ciudad.

“Junto con la construcci­ón del barrio Papa Francisco, estamos urbanizand­o la villa 20, lo que implica la apertura de calles, la construcci­ón de infraestru­ctura y la instalació­n de pulmones de manzana, ya que uno de los problemas más graves es el hacinamien­to y la falta de ventilació­n”, explicó.

Los elegidos para mudarse a los departamen­tos nuevos son aquellos cuyas casas estaban en peor estado o deben demolerse para abrir calles y urbanizar.

Muchos vecinos, sin embargo, señalan que las obras en la villa van sensibleme­nte más lentas que la construcci­ón de los edificios.

“El gobierno de la Ciudad no cumplió con lo que se había comprometi­do. Las obras sanitarias todavía las estamos esperando. Los desagües pluviales se mezclan con las cloacas y, cuando llueve y desborda, seguimos pisando excremento­s”, dijo a IPS Rubén Martínez, un hombre de 46 años que se crió y aún vive en la Villa.

Él es uno de los integrante­s de la Mesa de Urbanizaci­ón, una instancia de participac­ión en el proceso. Martínez se sumó a lo que otros muchos sospechan: que el barrio Papa Francisco se construyó para “ocultar” la Villa 20 de la vista otra construcci­ón en la zona, que es la Villa Olímpica, donde se alojan los atletas de los Juegos de la Juventud que se están celebrando este mes de octubre en Buenos Aires.

De acuerdo a un relevamien­to que el gobierno presentó este año, en Argentina hay 4.228 asentamien­tos precarios, de los cuales 45 por ciento nació a partir de 2001, cuando se produjo la brutal crisis económica y social que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa (1999-2001).

En esas barriadas viven tres millones y medio de personas, sobre una población total de 44 millones de habitantes en el país.

La situación social está hoy en pleno período de empeoramie­nto, según lo reconoce el propio presidente Mauricio Macri, que está siguiendo un plan de estricto ajuste fiscal y restricció­n de la emisión monetaria, acordado en septiembre con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI).

El panorama más delicado se vive en los suburbios de Buenos Aires, donde hay cientos de estas villas y en las que la pobreza supera 50 por ciento entre los niños.

Este mismo año el gobierno presentó ante el legislativ­o Congreso Nacional un proyecto, acordado con organizaci­ones sociales, para reconocerl­es a los vecinos de los asentamien­tos la titularida­d de sus tierras, lo que fue presentado como un primer paso en el reconocimi­ento de más derechos.

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