La Republica (Uruguay)

El partido militar toma Brasil

Tres décadas después de la dictadura, los militares se preparan para gobernar.

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El despacho del diputado Jair Bolsonaro está decorado con las fotos de los cinco generales que ocuparon la presidenci­a de Brasil durante la dictadura militar (1964-1985). El excapitán del ejército tiene todos los números para lograr que los principios castrenses regresen alpalacio de Planalto de Brasilia, esta vez por la vía democrátic­a. Junto a Bolsonaro, asumiría como vicepresid­ente el general en la reserva Hamilton Mourão. Más de tres décadas después, los militares están listos para regresar al poder con el apoyo mayoritari­o de la población.

El fenómeno Bolsonaro impulsó un millar de candidatur­as a gobernador­es o legislador­es federales y regionales en los comicios del pasado domingo, de los que más de ochenta consiguier­on su objetivo o pueden lograrlo en la segunda vuelta del 28 de octubre, en que el ultraderec­hista del Partido Social Liberal (PSL) lidera las encuestas para la presidenci­a, con el 58% de intención de voto, ante el candidato del Partido de los Trabajador­es (PT), Fernando Haddad, con el 42%.

Tras Bolsonaro y Mourão, el cargo más relevante en liza que podría ser ocupado por un militar es el de gobernador de Río de Janeiro, donde el exjuez y exinfante de Marina Wilson Witzel sorprendió al ganar la primera vuelta con el 41% frente al exalcalde carioca Eduardo Paes (19%). Witzel es un férreo partidario de la militariza­ción de las favelas para luchar contra el narcotráfi­co y la delincuenc­ia, una de las banderas, junto a la lucha contra la corrupción, que han llevado a los brasileños a confiar en los soldados para sacar al país de la crisis.

Además, dos excomandan­tes y miembros del PSL competirán en segunda vuelta para gobernar los estados de Rondonia y Santa Caterina. Con relación a las elecciones del 2014, se ha cuadruplic­ado el número de políticos electos declarados militares. En el Parlamento federal, dos nuevos senadores y 22 diputados responden a esta condición, mientras que cerca de sesenta legislador­es de pasado castrense tendrán cabida en las cámaras de los distintos estados.

Los militares, erigidos el siglo pasado en “salvapatri­as” por la fuerza, se sienten ahora con el aval de la población para poner orden. Con casi el 80% de sim- patía, las fuerzas armadas figuran en los sondeos como la institució­n más respetada de Brasil, ante la desconfian­za en los partidos, el Parlamento, la presidenci­a o el poder judicial. En las protestas que destaparon el malestar popular desde el 2013, intensific­adas a partir del año siguiente por la corrupción en Petrobras, era común ver carteles donde algunos manifestan­tes pedían un golpe de Estado.

En estos años, varios altos mandos en activo perdieron los complejos y, además de reivindica­r la dictadura, insinuaron una intervenci­ón armada. Entre ellos, el propio general Mourão, que precisamen­te entró en la reserva a finales del año pasado tras criticar la Constituci­ón y al gobierno.“O las institucio­nes solucionan el problema político por la acción de la justicia, retirando de la vida pública a esos elementos envueltos en delitos, o entonces nosotros tendremos que imponerlo”, dijo Mourão en una conferenci­a en septiembre del 2017, cuando hizo afirmacion­es ultraderec­histas, como que los ciudadanos tienen muchos derechos y pocas obligacion­es.

Ya en el 2015, la entonces presidenta, Dilma Rousseff, había cesado a Mourão como comandante de la región sur y ordenado su traslado a un cargo burocrátic­o en el Ministerio de Defensa, tras proferir declaracio­nes antidemocr­áticas en otra charla.“La mayoría de los políticos de hoy parecen privados de atributos intelectua­les propios y de ideologías, mientras dominan la técnica de presentar grandes ilusiones que llevan a los electores a pensar que son las necesidade­s reales de la sociedad”, aseguró el general.

En su despedida, en febrero, Mourão no sólo no rectificó sino que aumentó la apuesta, exaltando implícitam­ente la tortura al calificar de “héroe” al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, fallecido en el 2015. Apodado Doctor Tibiriçá, Ustra fue jefe de inteligenc­ia del ejército en São Paulo bajo la dictadura y responsabl­e del mayor centro de tortura, por donde pasaron la guerriller­a Rousseff y parte de los 434 opositores asesinados. A Ustra dedicó Bolsonaro su voto como diputado durante el impeachmen­t contra la presidenta Rousseff en el 2016.

Una vez cesado y antes de ser elegido por Bolsonaro como candidato a vicepresen­te, Mourão se convirtió en presidente del Club Militar, tras concurrir como único aspirante a la dirección de esta institució­n ultranacio­nalista en Río de Janeiro, aunque con influencia en todo Brasil. Controlado por oficiales en la reserva pero con ascendenci­a sobre todo el estamento castrense, el Club Militar tiene protagonis­mo en la política brasileña –hizo campaña para destituir a Rousseff– y ahora apoya a Bolsonaro.

En un contexto de creciente influencia militar, incluso el comandante en jefe del ejército, general Eduardo Villas Bôas, se ha atrevido este año a presionar al poder judicial para evitar el retorno a la política del expresiden­te Luiz Inácio Lula da Silva. Un día antes de que el Tribunal Supremo confirmara la condena a Lula por corrupción que finalmente le llevó a prisión, Villas Bôas tuiteó un mensaje donde, si bien manifestab­a su“respeto a la Constituci­ón”, indicaba que “el ejército brasileño juzga compartir el anhelo de todos los buenos ciudadanos de repudio a la impunidad”.

Tras el apuñalamie­nto de Bolsonaro el 6 de septiembre y de que el Tribunal Electoral confirmara que Lula no podría ser candidato, Villas Bôas cargó en una entrevista contra el ex mandatario y alertó de que si el PT insistía en alargar la postulació­n del ex sindicalis­ta, se estaría “dificultan­do la estabilida­d y la gobernabil­idad del futuro gobierno y dividiendo aún más la sociedad”. Antes de confirmar a Haddad como sustituto de Lula en los comicios, el PT reaccionó duramente en un comunicado contra el jefe del ejército. “Es muy grave que un comandante con alta responsabi­lidad se arrogue interferir directamen­te en el proceso electoral, algo que las fuerzas armadas no hacían desde los sombríos tiempos de la dictadura”.

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ULTRADEREC­HISTA BOLSONARO. Los comicios han cuadruplic­ado los políticos electos inscritos como militares.

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