La Republica (Uruguay)

Temer prepara la mano dura de Bolsonaro

Por decreto, fundó una “fuerza de tareas de inteligenc­ia” que reúne a todas las policías, a las tres fuerzas armadas y a los agentes civiles. Un mandato convenient­emente difuso.

- Eric Nepomuceno

En el ocaso de un gobierno que desde hace mucho parece moribundo e inerte, Michel Temer, el más impopular presidente de la historia de los períodos democrátic­os brasileño, avanzó y mucho en la apertura de espacios de poder para las fuerzas armadas, ampliando el camino para un cada vez menos tenue vuelco hacia los cuarteles. El lunes 15, en medio al torbellino provocado por la disputa electoral, Temer bajó un decreto que poco o casi nada llamó la atención en un primer momento. El objetivo es la creación de una “fuerza de tareas de inteligenc­ia” contra las organizaci­ones criminales.

El problema, dicen analistas, es que ya está sentada por ley la competenci­a de la Policía Federal para tratar de crímenes, valga la redundanci­a, federales, como el narcotráfi­co o el lavado de dinero. Otro punto que llamó la atención es que, en términos de jerarquía, la “fuerza de tareas” obedece en primer lugar al “gabinete de seguridad nacional” de la presidenci­a, institució­n abolida en los gobiernos del PT y que Temer trajo de vuelta.Y el otro punto que creó alarma en las organizaci­ones sociales se refiere a la vaguedad del tema: “organizaci­ones que atenten contra el Estado o sus institucio­nes”. Desde luego tanto el lavado de dinero como el narcotráfi­co atentan contra las institucio­nes y el Estado. Pero ¿qué más? ¿Sindicatos que llaman a la huelga general? ¿El Movimiento de los Sin Tierra que ocupa áreas ilegales o improducti­vas?

Muchos analistas señalan una especie de preparació­n de terreno para que el ultraderec­hista Jair Bolsonaro y su grupo de generales retirados, caso efectivame­nte lleguen al poder, puedan desatar una ola de control y represión contra lo que consideran una extemporán­ea “amenaza comunista”.

Desde que llegó al sillón presidenci­al gracias a un golpe institucio­nal que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff, no son pocos los pasos de Temer en dirección a abrir espacio a militares en la estructura del gobierno.

Por primera vez desde su creación, todavía bajo la presidenci­a de Fernando Henrique Cardoso, el ministerio de Defensa fue entregado a un general. La intervenci­ón militar en el estado de Rio de Janeiro, decretada el pasado febrero, fue otro paso: bajo el mando de un general quedó toda la estructura policial, desde la investigat­iva hasta la ostensiva, pasando por el sistema carcelario. Por si fuera poco, Temer también bajó un decreto determinan­do que cualquier caso de violencia cometido por un militar que participe de la intervenci­ón en Río será juzgado por la justicia militar, y no la civil, como determinab­a la legislació­n anterior.

También llamó la atención que el nuevo presidente del Supremo Tribunal Federal, Dias Toffoli, un magistrado que no logró ser aprobado en un concurso público para ser juez de primera instancia pero llegó a la corte máxima, haya convocado para ser una especie de súper-asesor a un general retirado, muy cercano a Bolsonaro.

Para inquietar aún más al campo progresist­a brasileño, el nuevo decreto creó concretame­nte un núcleo duro de inteligenc­ia, reuniendo el todopodero­so Gabinete de Seguridad Nacional y la Agencia Brasileña de Inteligenc­ia, y también los servicios de la Marina, Fuerza Aérea y Ejército, además del sector de control de actividade­s financiera­s del ministerio de la Hacienda, la Receta Federal, y todas las policías, inclusive la responsabl­e por carreteras.

Resumiendo: caso realmente llegue a la presidenci­a de la República, Bolsonaro contará con instrument­os ilimitados y en manos de generales en actividad para controlar la vida de cada brasileño, teniendo como blanco primordial asegurar que no ocurran atentados “contra el Estado y las institucio­nes”. Le tocará al núcleo duro del eventual gobierno de ultraderec­ha decidir qué atenta o no.

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