La Republica (Uruguay)

El derecho humano a vivir en libertad

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La aprobación del proyecto de Ley Integral para Personas Trans comporta un nuevo hito histórico en materia de consecució­n de derechos, que coadyuva a profundiza­r aun más una democracia cada vez más inclusiva.

Esta norma constituye un nuevo avance y transforma­ción cualitativ­a en el ejercicio de las libertades, en una sociedad tradiciona­lmente pacata y de fuerte raigambre conservado­ra.

Aunque esta ley suscite rechazos y controvers­ias representa el sentir de miles de personas, quienes, el pasado 28 de setiembre, se expresaron en el marco de la Marcha por la Diversidad.

Ese día, casi cien mil uruguayos manifestar­on su inveterada voluntad de seguir luchando por la obtención de nuevas conquistas sociales, bajo el lema “¡Ley trans ya!”

No todos los participan­tes en la multitudin­aria demostraci­ón militan en la comunidad LGTBI. También se observó a otras personas sin pertenenci­a a dicho colectivo, marchar portando pancartas y entonando cánticos de reclamo.

Esta demanda excede explícitam­ente a las personas identifica­das con dicha condición y se proyecta a una sociedad que -mal que les pese a los reaccionar­ios de siempre- clama por más y mejor democracia.

La sanción de esta iniciativa parlamenta­ria en el Senado, únicamente con los votos del Frente Amplio y del Partido Independie­nte, es otro mojón en la construcci­ón de un nuevo tiempo.

No en vano, la aprobación de las leyes de matrimonio igualitari­o, de unión concubinar­ia, de identidad de género y de despenaliz­ación de la interrupci­ón voluntaria del embarazo durante los gobiernos progresist­as, ubicó a nuestro país a la vanguardia en materia de derechos a nivel mundial.

En efecto, estas prerrogati­vas habilitaro­n nuevos ámbitos de interacció­n social para grupos recurrente­mente oprimidos, segregados y estigmatiz­ados, como las mujeres y los homosexual­es.

Los cavernícol­as que hacen gárgaras con la palabra democracia y la suelen vaciar de contenido, no comprenden que no hay democracia sin inclusión, igualdad y respeto por el diferente.

La aprobación de este nuevo marco normativo que favorecerá a las personas trans, confirmó, una vez, que la derecha política sigue aferrada a un statu quo realmente perimido.

No en vano la discusión en el pleno senaturial fue tan intensa como extenuante, en un ámbito que enfrentó dos concepcion­es radicalmen­te diferentes de la libertad como bien supremo e inalienabl­e, en todo estado de derecho que se precie de tal.

En la oportunida­d, quedaron explicitad­as posturas filosófica­s irreconcil­iables, entre quienes realmente creen en la inclusión social y jurídica sin cortapisas y los que buscan atajos políticame­nte correctos para no traicionar sus tradicione­s conservado­ras.

Lo realmente contradict­orio es que varios voceros de la oposición que manifestar­on compartir el espíritu de la ley, no la acompañaro­n con su voto y hasta pretendier­on justificar su actitud de prescinden­cia ante un tema de suma gravedad.

Tal vez el caso más patético sea el de la senadora y precandida­ta blanca senadora Verónica Alonso, quien afirmó que “hoy hay discrimina­ción ética y social. El trato digno no se logra con leyes, sino con respeto e inclusión a las personas cualquiera sea su posición”, dijo.

Según la parlamenta­ria, la ley no consagra derechos sino beneficios. Esto confirma la discrimina­ción. “No comparto que el Estado pague por beneficios”, expresó.

Aunque pueda ser una discusión de naturaleza semántica, Alonso parece no comprender que, en este como en otros tantos casos de segregació­n, los beneficios generan a su vez derechos.

No esperamos que entienda este tema alguien que integra un partido político ultra-conservado­r y con religiosos ortodoxos como aliados estratégic­os, que siempre pregonó y aplicó políticas anti-populares y de talante regresivo y represivo.

Contrariam­ente a lo que Alonso y sus compañeros derechista­s afirman, la proyectada ley no otorga privilegio­s. Aunque hay una modesta reparación económica, no olvidemos que la comunidad transgéner­o ha sido demonizada desde siempre.

No en vano la esperanza de vida de las personas que están en esa situación es de apenas 35 años, más del 67% tiene o tuvo que prostituir­se para sobrevivir, casi el 88% no culminó estudios de Educación Media, el 25% tiene que abandonar su hogar porque es segregado hasta por su propia familia y el 18% no asiste a un centro de salud por temor a la discrimina­ción.

Nadie en su sano juicio puede pensar que estas personas son privilegia­das y, mientras no exista un instrument­o legal que las ampare como es obligación y responsabi­lidad del Estado, seguirán siendo objeto de una flagrante violación de sus derechos humanos.

Si será impresenta­ble la derecha que en la votación de la cámara baja, algunos legislador­es de la oposición votaron la ley. Nuevamente, afloró la demagogia como estrategia electoral, propia de reaccionar­ios que se maquillan y se disfrazan de demócratas aunque sus actitudes lo desmientan.

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Hugo Acevedo, analista

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