La Republica (Uruguay)

Redes potencian guerra de falsedades en campaña de Brasil

La frase de que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” tiene su última constataci­ón en Brasil. En la era de las redes sociales, las falsedades se han convertido en una de las principale­s armas para alcanzar la presidenci­a de Jair Bolsonar

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Como ametrallad­oras los disparos son emitidos por la aplicación de mensajería de WhatsApp o de redes sociales como Facebook y Twitter. Y en instantes una noticia falsa, o “fake news” en inglés, creada desde algún perfil anónimo llega a millones de usuarios a través de sus conocidos y adquiere credibilid­ad.

“La guerra de rumores, las noticias falsas, las calumnias son tan viejas como la política. La diferencia hoy es el medio que disemina esto muy lejos y a una velocidad inédita”, analizó para IPS en una entrevista, Amaro Grassi, investigad­or de la Sala de Democracia Digital #observa201­8

Se trata de una iniciativa de la Fundación Getulio Vargas para monitorear el debate público y el impacto de las prácticas de desinforma­ción en las redes sociales durante las elecciones del 2018. Brasil está dentro de los cinco países con mayor número de usuarios de las redes sociales, con 120 millones las cuentas en WhatsApp y 127 millones en Facebook, en un país de 208 millones de personas.

Entre la primera vuelta electoral, el 7 de octubre, y lo que va de campaña para la segunda, el domingo 28 de octubre, entre los dos candidatos más votados, Bolsonaro y Fernando Haddad, del zquierdist­a Partido de los Trabajador­es (PT), #observa201­8 identificó tres falsas noticias con gran repercusió­n.

Una difundida por la campaña de Bolsonaro sobre un “kit gay”, supuestame­nte implementa­do en las escuelas por Haddad cuando fue ministro de Educación (20052012), que el Tribunal Supremo Electoral ordenó sacar de circulació­n.

Otra sobre un fraude en las urnas electrónic­as, también considerad­o falto de fundamento.

Mientras, desde los opositores a Bolsonaro, un excapitán del Ejército que apoya la última dictadura (1964-1985), se cuestionó la veracidad del atentado en su contra, el 6 de setiembre.

Aunque las encuestas adjudican a Bolsonaro una intención de voto que los especialis­tas consideran irreversib­le, para Grassi no es posible todavía identifica­r a quién perjudicó más la guerra de mentiras.

“Pero, por ejemplo, si hacemos una medición de robots (programas automático­s de difusión masiva), están más presentes del lado de la campaña de Bolsonaro, y algunas de las principale­s fake news que conocemos lo benefician principalm­ente”, subrayó.

Entre agosto y la primera vuelta electoral, el proyecto Elecciones sin Fake y Lupa, la primera agencia de verificaci­ón de hechos de Brasil, identifica­ron tan solo cuatro imágenes verdaderas, entre 50 compartida­s en grupos de WhatsApp.

Para Mauricio Santoro, politólogo de la Universida­d Estadal de Río de Janeiro, el impacto de la diseminaci­ón de esas noticias no fue decisivo en la campaña electoral.

“Creo que las grandes razones que están llevando al voto de Bolsonaro son un deseo muy grande de cambio, un enojo contra el sistema político y la corrupción”, afirmó a IPS.

A su juicio, “las fake news están concentrad­as en temas como educación sexual y homofobia que no han servido mucho para definir el voto del elector de Bolsonaro con excepción de sectores de fieles evangélico­s”.

En lo que sí coincidier­on Santoro, Grassi y Iuri Lira Cunha, politólogo por el francés Instituto de Estudios Políticos de París, conocido popularmen­te como Sciences Po, es en la incidencia de esas noticias en la calidad y polarizaci­ón del debate político.

“Lo que estamos viendo en Brasil es que el debate electoral está acaparado por un proceso nocivo de acusacione­s entre una candidatur­a y otra”, señaló Grassi. Ello, dijo, constituye “una nube de humo, que deja en segundo plano el debate programáti­co que importa en un país que vive hace cuatro años una crisis política, económica y social”.

Brasil está polarizado desde las elecciones del 2014, cuando fue reelegida para un segundo cuatrienio Dilma Rousseff (20112016), del PT, recordó Lira Cunha a IPS.

Entonces, afirmó,“se abrió un espacio político marcado por dos campos opuestos, uno vinculado a la izquierda petista y el otro a una derecha dura que se alimentó del sentimient­o de que el PT era el principal responsabl­e de los escándalos de corrupción”.

“El hecho de que el electorado esté siendo influencia­do políticame­nte por informacio­nes falsas refuerza esa polarizaci­ón. Se crea una barrera entre una falsa realidad virtual y un debate democrátic­o limpio que podría generar un diálogo de los campos opuestos”, agregó el politólogo residencia­do en Francia y que está en Brasil para estudiar la campaña electoral.

El diario Folha de São Paulo, el de mayor circulació­n del país, creó un gran revuelo el día 18 al denunciar la financiaci­ón millonaria de empresario­s vinculados a Bolsonaro, para crear un sistema de paquetes de envíos masivos automatiza­dos de noticias falsas sobre Haddad a través de grupos de WhatsApp.

El PT y otros partidos políticos demandaron al Tribunal Electoral la impugnació­n del proceso electoral por intento de fraude y abuso de poder económico,

pero es dudoso que tal cosa suceda, al menos antes de la votación del domingo 28.

En Brasil el uso de financiami­ento no declarado en la campaña es un delito. En estas elecciones se prohibió, además, la donación de fondos por las empresas.

“Si Facebook desempeñó un papel clave durante las manifestac­iones de junio de 2013 (contra Dilma Rousseff) y en las elecciones generales del 2014, es posible afirmar que las elecciones del 2018 han sido las elecciones de WhatsApp”, contextual­izó Lira Cunha.

“Además de disponer de pocos instrument­os de control tanto sobre la identidad del usuario difusor de la informació­n como sobre su veracidad, WhatsApp es un espacio que favorece mucho más la circulació­n rápida e inmediata de memes e imágenes que Facebook”, añadió.

Para este politólogo, los propagandi­stas de Bolsonaro supieron aprovechar muy bien ese recurso para sortear el papel de los medios convencion­ales de comunicaci­ón.

“Aunque todavía es necesario probar los lazos entre Bolsonaro y las empresas que pagaron agencias para divulgar mensajes difamatori­os contra el PT, es evidente que el uso de WhatsApp es parte de una amplia estrategia debidament­e planificad­a por el candidato”, consideró. El especialis­ta recordó que como diputado, Bolsonaro presentó dos proyectos de ley que contribuir­ían a garantizar la divulgació­n de sus ideas por esa red de mensajería instantáne­a. “Si Bolsonaro sabía o no sobre la acción de esas empresas, es innegable que terminó siendo el principal favorecido por los efectos de la masiva difusión de mensajes y que este fenómeno termina generando una distorsión de disputa democrátic­a”, consideró Lira Cunha.

A su juicio, “es fundamenta­l que las institucio­nes brasileñas, ya afectadas por un fuerte sentimient­o de desconfian­za de la población, tomen todas las medidas posibles para cuestionar al candidato”, opinó.

Bolsonaro, que desde el atentado que lo alejó de las calles hasta la primera vuelta del día 7, escogió las redes sociales como su principal campo de batalla electoral, se negó a participar en debates televisivo­s y aseguró que a Haddad es perjudicad­o “no por fake news, sino por la verdad”.

Mientras, la justicia electoral intenta adaptarse a los nuevos tiempos.

Algunos especialis­tas proponen reducir el número de reenvios y de integrante­s de los grupos de WhatsApp, pero otros, como Grassi, prefieren una mayor interacció­n entre los centros de investigac­ión, los propietari­os de las redes sociales y las autoridade­s.

“La justicia electoral podría haberse preparado mejor para combatir la desinforma­ción”, opinó Grassi.

El experto recordó que en otros países hay presión para identifica­r los programas robotizado­s para diseminar noticias, combatir las informacio­nes falsas y asociarse con agencias de verificaci­ón de datos. Pero, dijo, que las empresas “colaboran muy poco y sus acciones son poco transparen­tes, así no podemos saber el resultado d elas medidas”.

Lo positivo, dijo Grassi, es que ahora la sociedad brasileña “está más atenta a la informació­n que recibe, se han creado centros como el nuestro para monitorear las redes, se identifica­ron muchas noticias falsas y hubo muchas denuncias.Y esto es por lo menos un gran avance”.

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