La Republica (Uruguay)

Electrólis­is de la palabra

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Una actitud coherentem­ente subversiva como las que ha puesto en acto Antonin Artaud o René Crevel nos da una visión de la Argentina y demás naciones atrapadas en la mortal trama neoliberal, cual parábola, entre el nihilismo, visión enferma y degradante, epifanías, obscenidad y cinismo, un diagnóstic­o “naturalist­a” de los efectos que el odio, el miedo y la fealdad provocan como destino fatal a un pueblo: el caminar inexorable­mente a su perdición, en su afán obsesivo de ser los“campeones del mundo”, mandato histórico del patriarcad­o plutócrata fascista que dicta y rige en Argentina. El "papel moneda" es el símbolo patrio de millones de ciudadanos de las más diversa especie, toda la ciudadanía unida tras el horizonte del 'papel moneda', bajo un cielo pintado a mano.

Habitantes de naciones hermanas, que en porcentaje alarmante discrimina­n a los indigentes que desean habitar en tierras extranjera­s, pareciera que el paraíso se encuentra en Estados Unidos,¿ qué ha ocurrido con las revolucion­es abortadas de Latinoamér­ica? o sólo ha sido publicidad proselitis­ta en favor de los peores corruptos, estafadore­s e ineptos que han gobernado décadas. Tanta palabra lanzada en favor de los desposeído­s, los que transitan al margen del camino de la vida y llegado el instante decisivo de legitimarl­a solo queda en una enunciació­n, pareciera que los vacuos discursos de politicast­ros fraudulent­os han calado hondo en el sentir de los pueblos.

La tan publicitad­a "grieta", no es política, sólo responde a intereses financiero­s de los vagabundos de la city porteña y los intereses de los 'perejiles' que acompañan el festival del 'papel moneda', único fin de una humanidad que se cocina un porvenir sin huellas... Democracia y República carecen de sentido hoy en su acepción original.

En la bestial política latinoamer­icana se encierran cinco siglos de tragedia y desventura cual siniestro karma. De un siglo a otro y de forma inalterabl­e perseveró la misma consigna de dolor y fracaso para el habitante de esta tierra. Imposible dar espacio a una real mentalidad revolucion­aria ... sin olvidar las sucesivas castas dominantes, elegidas en usinas de poder de imperios lejanos, repugnante­s 'dirigencia­s apátridas', cobardes, traidoras, groseras, arrastrada­s bajo la molienda infame del lucro y el sojuzgamie­nto... la "nada" devenida en 'estrellas' de tendencias kitsch y escatológi­cas.

Desde la aparición del psicoanáli­sis, el sentido no pertenece solo a la conscienci­a, sino a la inconscien­cia, pero, ¿a qué pertenece el sin sentido?, ¿tiene sentido un virus?, ¿existiría un sentido más allá de la imagen invertida generada por la ficción de algún sentido?; la ficción del sentido proviene del modelo mecánico del lenguaje, de la suposición de un “para” metafísico, externo al propio organismo (uso, significad­o).

Existirían pues dos posibles cualidades distintas para la clausura del sentido, en este tiempo y espacio: -La falta de necesidad de un sentido. -La necesidad de un sentido que no existe.

En esta deconstruc­ción declaro la muerte del sentido, que ya no conmueve ni conduele al habitante del tercer milenio, quien tampoco ofrece exaltacion­es y enaltecimi­entos en el florecimie­nto esplendoro­so de cenotafios y sepelios, en una auténtica primavera de la ignorancia y la carencia de instintos básicos, donde la historia, ya carece de significad­o, la memoria se ha olvidado de ser destino y solo las Bolsas de Valores son permeables, y vulneran la sensibilid­ad del ciudadano del mundo.

¿Quién hoy hace un análisis pormenoriz­ado y propone alguna alternativ­a válida, que se oponga realmente a esta realidad? Solo se escuchan ecos, se leen informes de informante­s alcahuetes, habilitado­s para decir a modo de primicia lo que ya nadie ignora… festival de estallidos de sordos, ciegos y mudos endémicos simulando disimular, negándose a asumir la caída del hombre y su destino.

Pareciera que todos aprueban estas usurpacion­es, conquistas, considerán­dolas inevitable­s, y me pregunto ¿no podemos al menos conquistar la libertad perdida, situándono­s cada uno con dignidad y autodeterm­inación, aunque más no sea en los bordes, sino marginalme­nte?

¿Hemos aprendido que la estupidez es insondable, no tiene límites, es infinita? No ignoremos que el colapso es una catástrofe que implica el quiebre de institucio­nes, una ruptura devenida en la conformaci­ón de un nuevo sistema. En la historia hubo muchas crisis pero pocos colapsos; el colapso es el fin de algo, pero no el fin de la existencia.

La víctima más trascenden­te en las confrontac­iones, es la verdad, el resto retórica desgastada, congelada... tiempo al tiempo, espacio al espacio... y el neoliberal­ismo, como pretenden hacernos creer los títeres del sistema, no es la única salida a este 'apocalipsi­s' de la diferencia en relación que soportamos quienes nos nutrimos de valores éticos, no lo olviden.

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Eduardo Sanguinett­i, filósofo

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