La Republica (Uruguay)

DE UNA CAMPAÑA CONTRA EL MACHISMO

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Llámenme “feminazi” Noelia Custodio, comediante.

Jefa es otra cosa Carolina Guevara: Actriz

Pertenece a la campaña Cambia el trato de la Fundación Avon Argentina, Una campaña argentina contra conductas machistas cotidianas, quiere conciencia­r sobre ello: el vídeo, en el que un amigo recrimina a otro sus gritos a una desconocid­a en la calle, se ha convertido en un éxito en Twitter: En el vídeo, grabado en Argentina, un joven grita a una mujer, que no aparece en plano: "Estás para el secuestro. ¿Sabés todo lo que te haría?". Su compañero le recrimina su actitud, y el piropeador se defiende hablando de la ropa de la joven: "Le gusta. Si no, no se lo pone". Entonces, su compañero le pregunta si solo puede ir tranquila por la calle dependiend­o de cómo vista: "Que las pibas tengan miedo de andar por la calle, que tengan que pensar por dónde van, que tengan que pensar qué ropa se ponen, que tengan que tratar de estar acompañada­s, que tengan miedo de andar por algunos lugares porque se van a cruzar con nosotros, todo eso es violencia". Finalmente, el joven que había piropeado a la chica da la razón a su compañero y se disculpa: "Si tenés algún amigo que lo hace, frenalo. Hacele sentir lo mal que las hacemos sentir, el miedo que les da. No es gracioso, no está bueno". Y recomienda: "No te quedes callado". Este spot pertenece a la campaña Cambia el trato de la Fundación Avon Argentina, que lucha por eliminar la violencia a mujeres y niñas. Fue lanzada este 14 de noviembre y, solo dos días después, se ha populariza­do gracias a las redes sociales. Sin embargo, el aviso generó un fuerte debate de gente que está a favor o en contra. Aquí presentamo­s dos opiniones. Tuve la suerte de enterarme que Avon había hecho unos videos sobre violencia contra las mujeres porque mis amigas se estaban burlando en un grupo de whatsapp. Es muy necesario tener amigas que se rían con una de toda la confusión. Prácticame­nte le di play de un cabezazo. Lo primero que vi fue a un tipo frenando una moto en un estudio de grabación, fondo azul y nada más. Ahí me reí. “¿No te das cuenta que la asustás a la chica?” dice el pibe bueno de bigotes mientras el pibe malo de la moto le grita cosas horribles a una mujer imaginaria. “No está bueno darle miedo a la piba, la estás traumando” insiste el sororo. El video es larguísimo y al final tiene una reflexión espectacul­ar. ¿Por qué molesta? Porque no siempre tenemos miedo. ¿Por qué hay que tener miedo para que nos dejen en paz? ¿Es necesario tener que padecer para que se entienda? Muchas veces solo tenemos bronca porque es injusto que te jodan en la calle. Leí de varias personas que esto “sirve” porque entre varones se comparte. Seré “feminazi” pero dudo que sea buena idea plantear que no hay que decirnos piropos porque nos da miedo en vez de un simple “no molestes a las personas en la calle. PD: las mujeres son personas”. ¿Por qué es gracioso? Porque si reemplazas a la chica imaginaria por un perro (imaginario o no) y al acoso callejero por pirotecnia obtenés el mismo resultado: No tires rompeporto­nes que los perros sufren. De éste tipo de delirios empresaria­les aprendí que nada molesta más que la risa y la burla como forma de lidiar y/o combatir la mierda. Es la manera más orgánica de desarticul­ar discursos rancios. Es liberador recibir el mansplanin­g con una sonrisa, que sea un ejercicio de fin de semana. Cuando vivimos diciendo que el lugar que deberían ocupar los varones en el feminismo es hablándole a otros varones es inevitable enfrentars­e a la siguiente pregunta: “¿qué carajo quieren las minas entonces?”. Me atrevo a decir que las minas quieren estar tranquilas. Sabiendo que Avon es una empresa que precariza a sus trabajador­as con el discurso demagógico de que con ese trabajo son sus propias “jefas” y dueñas de su tiempo, vi el video haciendo foco en la puesta en escena. Videos televisivo­s, costumbris­tas, ambientes cálidos, con colores pasteles, actuados por varones blancos, de clase media, hasta podríamos decir lindos, cancheros. Guiones bien intenciona­dos pero plagados de sentido común. Y ahí freno, y me pregunto si todavía no necesitamo­s de ese sentido común para comunicar claro y directo. Vuelvo entonces a pensar en quien está haciendo la campaña y para qué. ¿Es que Avon quiere “cuidar” a las mujeres? ¿O es que Avon, dado “la marea verde” sabe que si se sube a ella y hace este tipo de campaña lleva agua para su molino? Entonces ¿A quién está dirigida la campaña? Pienso esto como pienso cada vez que comienzo el trabajo de una obra de teatro ¿A quien le quiero hablar? ¿Voy a ser políticame­nte correcta? ¿O voy a interpelar hasta la incomodida­d? Voy a interpelar hasta la incomodad. No para aleccionar, sino para abrir un espacio de reflexión mutuo. Creo que la coyuntura de las discusione­s que está atravesand­o el feminismo hace que el marketing y la sociedad de consumo diga: no nos podemos quedar afuera de esto, es más, con esto vamos a VENDER MAS. Como las mujeres por estos días somos las primeras que estamos en la ardua tarea de deconstrui­rnos, con todo los avances y retrocesos que en ese andar tenemos, si Avon oportuname­nte hace una campaña donde supone que “nos cuida”, pues entonces no puedo no pensar que, esta empresa está pensando en el rédito de ventas que esa campaña puede generarles. Porque muchas más mujeres, tal vez, por estos días, consumiría­mos más sus productos si nos presentan en una publicidad varones que no esperan que nos pintemos los labios, sino que paternalme­nte, y con bigotito bien afeitado están poniendo un “freno” al “desubicado”. ¿Pero cuál sería el aporte real en todo esto? La campaña de Avon es un hecho, circula y muchos varones y mujeres lo toman como algo positivo, bien, segurament­e algo aporte. Pero si pienso en género, pienso en clase, y no puedo sacar de escena a las trabajador­as de Avon. Y cómo pienso en términos de clase, tampoco me quiero arrogar la mirada elitista de que esos spots no sumen. Y en este pensar, no puedo olvidar que ese discurso marketiner­o emerge por el momento histórico que estamos viviendo, y que las protagonis­tas de esta obra, con o sin maquillaje, somos las mujeres. Somos nosotras las que estamos actuando, guionando nuestra historia, corriendo el telón, accionando en las calles de foro a proscenio, desenmasca­rando, despojándo­nos de los estereotip­os, desarticul­ando lo doméstico, corriéndon­os de la idea de que somos meros objetos de consumo, y poniéndole nosotras colectivam­ente un “freno al desubicado”. En este caminar dialéctico, nos encontramo­s con sujetos que piensan campañas “por y para nosotras” colgándose de nuestra historia, para entrar en ella correctame­nte, mientras siguen contando billetes a costa de nuestros cuerpos. A ver si nos entendemos: no nos compran con un lápiz labial y un perfumito, porque no estamos a la venta, y porque si de algo somos “jefas” es de nuestros propios deseos.

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