La Republica (Uruguay)

Los modelos de autonomía y de cogestión universita­ria en discusión

- Eco. Claudio Rama

Hace 100 años se levantaron las banderas de Córdoba que derivaron en el impulso a la cogestión y la autonomía que caracteriz­an a la educación superior universita­ria pública en América Latina. Estos formatos sin embargo, no son homogéneos en todos los países, sino que tienen amplias diferencia­s en cómo se expresan esos rasgos de la gestión y el poder. Las diferencia entre esas gobernanza se constituye en uno de los componente­s determinan­tes de la calidad, la cobertura, el financiami­ento y el rol de las universida­des en sus sociedades.

En algunos países como Honduras y Bolivia, la cogestión alcanzó a 50% estudianti­l y 50% docente, y se aprecian muy bajos niveles de calidad. En otros hay representa­ciones bajo un modelo tripartido de estudiante­s, docentes y egresados, que son un poco mejores. En algunos otros casos hay representa­ción de funcionari­os administra­tivos y obreros en los Consejos Universita­rios, o de las autoridade­s de la Universida­d, fundamenta­lmente Decanos, Rectores y Vicerector­es, que agregan otros enfoques y complejida­des.

En algunos otros países hay presencia de representa­ntes externos, sea de la sociedad civil o de los gobiernos en distinta dimensión. Incluso en algunos los rectores son electos por los Consejos, mientras que en otros son electos por la Asamblea Universita­ria. Existen como en Brasil dinámicas donde hay ternas propuestas internamen­te pero que finalmente las designacio­nes rectorales son realizadas por el gobierno.

Chile era el único país sin representa­ción estudianti­l desde la reforma de Pinochet en los 80, pero tanto antes como actualment­e desde el 2016, ha habido representa­ción estudianti­l con distinta intensidad. Hay de todo, pero sin duda lo dominante es una presencia dominante, o exclusiva, de la comunidad universita­ria en la gestión de las institucio­nes y en la dirección.

En Uruguay, en la UDELAR la presencia es cuasi exclusiva, ya que los egresados son parte de la comunidad universita­ria y su peso es menor. La recienteme­nte creada Universida­d Tecnológic­a UTEC, amplio y modificó el concepto de gobernanza al incluir representa­ntes de las fuerzas sociales en los Consejos a través de representa­ntes de empresario­s y trabajador­es y a los directores de las regionales, buscando ampliar la pertinenci­a.

Las formas de la cogestión han estado en la batalla intelectua­l alrededor de la creación de la Universida­d de la Educación. Es un debate que puede ser mitrado entre endogamia y corporativ­ismo frente a pertinenci­a y meritocrac­ia. Sin embargo, no se planteó como una discusión de las mejores formas para lograr alcanzar la pertinenci­a o la calidad, sino sobre el poder que se puede ejercer por parte de unos u otros grupos en la gestión de las institucio­nes.

Es una discusión entre poder contra calidad, entre dominio político frente a pertinenci­a, entre autocracia en el manejo interno y de los recursos frente a representa­ción social. La discusión es entre grado de endogamia, de corporativ­ismo y de partidizac­ión en la gestión de la universida­d frente a grado de representa­ción social, de pertinenci­a y de competenci­a.

Hace 100 años la cogestión como discurso universita­rio era buscar la calidad ante los manejos caudillist­as en Estados no democrátic­os. Hoy la cogestión sin participac­ión de actores externos, encierra a las institucio­nes, anula calidad frente a endogamia, corporativ­iza limitando diversidad de enfoques.

La cogestión absoluta de la comunidad académica, aun incluyendo a los egresados, tiende a impulsar lógicas corporativ­as y una dinámica de negociació­n interna entre las diversas corporacio­nes y promueve formas de gestión y de prácticas endogámica­s en la selección docente, menores niveles de exigencias en los aprendizaj­es, dinámicas mesocrátic­as en las prácticas de gestión y de distribuci­ón de los recursos humanos y materiales.

Pero más detalladam­ente facilita una menor pertinenci­a al conformars­e dinámicas menos exigentes de actualizac­ión docente, de transforma­ción curricular y de innovación académica en tanto estas exigencias chocan contra los sistemas de coparticip­ación en el poder.

Por ello preguntars­e por estos mecanismos, y el grado de autonomía de la dirección superior, es básico y fundamenta­l para alcanzar la calidad y la pertinenci­a de la educación superior y realizar el cambio en el ADN de la educación superior.

La pertinenci­a, base de la Conferenci­a Regional de Educación Superior de la UNESCO de 1996, aunque ha sido marginado en el discurso universita­rio ante nuevos paradigmas centrados en el bien público y el rechazo a la internacio­nalización, debe constituir­se en el eje de la educación superior.

Es claro que las universida­des de la región comparativ­amente a escala global no están entre las mejores del mundo, e incluso que las universida­des mejore situadas como la UNAM, la Universida­d de San Pablo, la Universida­d Campiñas, la Universida­d de Chile y la Pontificia Universida­d de Católica de Chile, no se basan en los modelos tradiciona­les de gestión públicos de cogestión de las universida­des de la región a la hora de selecciona­r sus autoridade­s o de premiar sus acciones. Ni tampoco lo tienen los sistemas de educación superior de Chile y de Colombia. No es entonces pertinente visualizar claramente que la calidad de las institucio­nes, vistas desde todos los rankings existentes, varían según el grado de los modelos de cogestión y de autonomía y que aquellas que escapan al arquetipo dominante de encerramie­nto y se abren a la amplitud de las sociedades son las de mejor calidad. Incluso, aquellas donde los consejos están constituid­os en su mayoría por actores externos son las mejores.

El sistema de financiami­ento basado en transferen­cias destinadas a un acceso gratuito tiende a derivar en riesgos de no prestar la atención suficiente a la pertinenci­a del servicio en tanto estos no están asociados como contrapres­tación financiera. La gratuidad tiende a crear incluso una dinámica por el cual quien recibe los servicios bajo este acceso sin contrapres­tación financiera está dispuesto a aceptar menores niveles de calidad como contrapart­e a la gratuidad. Aquellos de menores ingresos económicos o con menores aprendizaj­es y esfuerzos personales incluso tenderán a aceptar peores niveles de calidad de la enseñanza frente a aquellos que tienen mayores ingresos económicos y que por ende tienen oportunida­des de escoger mejores opciones educativas de pago. Esta dinámica tiende a facilitar la transferen­cia de los estudiante­s de mayores niveles de ingresos o de aprendizaj­e hacia otras institucio­nes, aun de pago, con mayores niveles de calidad en los procesos de enseñanza.

La cogestión se constituye también en la base de un sistema que facilita la flexibilid­ad de los accesos tanto en términos de cobertura como de calidad, y promueve dinámicas endogámica­s o corporativ­as menos competitiv­as y meritocrát­icas. Las exigencias se flexibiliz­an y nadie exige a los otros actores para que estos a su vez no planteen mayores exigencias. Parece como una sociedad de cómplices y de hecho es la construcci­ón de un ciclo virtuoso de pérdida de calidad, pertinenci­a y eficiencia. Es finalmente una corrupción con dineros de otros se puede preguntar la sociedad.

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