Los modelos de autonomía y de cogestión universitaria en discusión
Hace 100 años se levantaron las banderas de Córdoba que derivaron en el impulso a la cogestión y la autonomía que caracterizan a la educación superior universitaria pública en América Latina. Estos formatos sin embargo, no son homogéneos en todos los países, sino que tienen amplias diferencias en cómo se expresan esos rasgos de la gestión y el poder. Las diferencia entre esas gobernanza se constituye en uno de los componentes determinantes de la calidad, la cobertura, el financiamiento y el rol de las universidades en sus sociedades.
En algunos países como Honduras y Bolivia, la cogestión alcanzó a 50% estudiantil y 50% docente, y se aprecian muy bajos niveles de calidad. En otros hay representaciones bajo un modelo tripartido de estudiantes, docentes y egresados, que son un poco mejores. En algunos otros casos hay representación de funcionarios administrativos y obreros en los Consejos Universitarios, o de las autoridades de la Universidad, fundamentalmente Decanos, Rectores y Vicerectores, que agregan otros enfoques y complejidades.
En algunos otros países hay presencia de representantes externos, sea de la sociedad civil o de los gobiernos en distinta dimensión. Incluso en algunos los rectores son electos por los Consejos, mientras que en otros son electos por la Asamblea Universitaria. Existen como en Brasil dinámicas donde hay ternas propuestas internamente pero que finalmente las designaciones rectorales son realizadas por el gobierno.
Chile era el único país sin representación estudiantil desde la reforma de Pinochet en los 80, pero tanto antes como actualmente desde el 2016, ha habido representación estudiantil con distinta intensidad. Hay de todo, pero sin duda lo dominante es una presencia dominante, o exclusiva, de la comunidad universitaria en la gestión de las instituciones y en la dirección.
En Uruguay, en la UDELAR la presencia es cuasi exclusiva, ya que los egresados son parte de la comunidad universitaria y su peso es menor. La recientemente creada Universidad Tecnológica UTEC, amplio y modificó el concepto de gobernanza al incluir representantes de las fuerzas sociales en los Consejos a través de representantes de empresarios y trabajadores y a los directores de las regionales, buscando ampliar la pertinencia.
Las formas de la cogestión han estado en la batalla intelectual alrededor de la creación de la Universidad de la Educación. Es un debate que puede ser mitrado entre endogamia y corporativismo frente a pertinencia y meritocracia. Sin embargo, no se planteó como una discusión de las mejores formas para lograr alcanzar la pertinencia o la calidad, sino sobre el poder que se puede ejercer por parte de unos u otros grupos en la gestión de las instituciones.
Es una discusión entre poder contra calidad, entre dominio político frente a pertinencia, entre autocracia en el manejo interno y de los recursos frente a representación social. La discusión es entre grado de endogamia, de corporativismo y de partidización en la gestión de la universidad frente a grado de representación social, de pertinencia y de competencia.
Hace 100 años la cogestión como discurso universitario era buscar la calidad ante los manejos caudillistas en Estados no democráticos. Hoy la cogestión sin participación de actores externos, encierra a las instituciones, anula calidad frente a endogamia, corporativiza limitando diversidad de enfoques.
La cogestión absoluta de la comunidad académica, aun incluyendo a los egresados, tiende a impulsar lógicas corporativas y una dinámica de negociación interna entre las diversas corporaciones y promueve formas de gestión y de prácticas endogámicas en la selección docente, menores niveles de exigencias en los aprendizajes, dinámicas mesocráticas en las prácticas de gestión y de distribución de los recursos humanos y materiales.
Pero más detalladamente facilita una menor pertinencia al conformarse dinámicas menos exigentes de actualización docente, de transformación curricular y de innovación académica en tanto estas exigencias chocan contra los sistemas de coparticipación en el poder.
Por ello preguntarse por estos mecanismos, y el grado de autonomía de la dirección superior, es básico y fundamental para alcanzar la calidad y la pertinencia de la educación superior y realizar el cambio en el ADN de la educación superior.
La pertinencia, base de la Conferencia Regional de Educación Superior de la UNESCO de 1996, aunque ha sido marginado en el discurso universitario ante nuevos paradigmas centrados en el bien público y el rechazo a la internacionalización, debe constituirse en el eje de la educación superior.
Es claro que las universidades de la región comparativamente a escala global no están entre las mejores del mundo, e incluso que las universidades mejore situadas como la UNAM, la Universidad de San Pablo, la Universidad Campiñas, la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad de Católica de Chile, no se basan en los modelos tradicionales de gestión públicos de cogestión de las universidades de la región a la hora de seleccionar sus autoridades o de premiar sus acciones. Ni tampoco lo tienen los sistemas de educación superior de Chile y de Colombia. No es entonces pertinente visualizar claramente que la calidad de las instituciones, vistas desde todos los rankings existentes, varían según el grado de los modelos de cogestión y de autonomía y que aquellas que escapan al arquetipo dominante de encerramiento y se abren a la amplitud de las sociedades son las de mejor calidad. Incluso, aquellas donde los consejos están constituidos en su mayoría por actores externos son las mejores.
El sistema de financiamiento basado en transferencias destinadas a un acceso gratuito tiende a derivar en riesgos de no prestar la atención suficiente a la pertinencia del servicio en tanto estos no están asociados como contraprestación financiera. La gratuidad tiende a crear incluso una dinámica por el cual quien recibe los servicios bajo este acceso sin contraprestación financiera está dispuesto a aceptar menores niveles de calidad como contraparte a la gratuidad. Aquellos de menores ingresos económicos o con menores aprendizajes y esfuerzos personales incluso tenderán a aceptar peores niveles de calidad de la enseñanza frente a aquellos que tienen mayores ingresos económicos y que por ende tienen oportunidades de escoger mejores opciones educativas de pago. Esta dinámica tiende a facilitar la transferencia de los estudiantes de mayores niveles de ingresos o de aprendizaje hacia otras instituciones, aun de pago, con mayores niveles de calidad en los procesos de enseñanza.
La cogestión se constituye también en la base de un sistema que facilita la flexibilidad de los accesos tanto en términos de cobertura como de calidad, y promueve dinámicas endogámicas o corporativas menos competitivas y meritocráticas. Las exigencias se flexibilizan y nadie exige a los otros actores para que estos a su vez no planteen mayores exigencias. Parece como una sociedad de cómplices y de hecho es la construcción de un ciclo virtuoso de pérdida de calidad, pertinencia y eficiencia. Es finalmente una corrupción con dineros de otros se puede preguntar la sociedad.