La Republica (Uruguay)

Producción orgánica: la leche imposible y la paradoja Carriquiry

La mentalidad-racionalid­ad de la visión agroecológ­ica es lo que funda el diseño y manejo diferente de los agroecosis­temas.

- Federico Bizzozero*, especial para LA REPÚBLICA

Si nos preguntamo­s si se produce leche orgánica en el país, en ámbitos técnicos, sociales o políticos, la respuesta será básicament­e la misma: la lechería orgánica no existe en Uruguay. No hay registro de productore­s que produzcan de esta forma, y por lo tanto, el pensamient­o inmediato será que no se puede producir de esta manera. En uno de los sectores de mayor competitiv­idad del agro, con múltiples desafíos de eficiencia y productivi­dad, sin mencionar la sombra del recambio generacion­al y los mercados internacio­nales, esta pregunta será, en el mejor de los casos, fácil y convenient­emente descartada a la papelera o el spam de nuestra realidad.

La paradoja

La familia Carriquiry vive en Rincón del Cerro, en un tambo de 43 hectáreas desde hace 33 años. Como buenos pioneros han practicado una ciencia empírica y encontrado la solución tecnológic­a ajustada a su situación y sus objetivos. Su experienci­a muestra que la producción agroecológ­ica/orgánica de leche es posible y sostenible en el tiempo. Por muy contrario a la lógica que pueda parecer, algunos de sus aprendizaj­es podrían iluminar el sombrío panorama en el que está el sector lechero del país, y dar a conocer y permitir apreciar sus experienci­as pioneras.

La mentalidad-racionalid­ad de la visión agroecológ­ica es lo que funda el diseño y manejo diferente de los agroecosis­temas. Alfonso Carriquiry siempre fue un convencido de que sin animales no hay sistema agroecológ­ico; este es posible gracias a la sinergia animal-planta-suelo. Los manejos productivo­s en sí no son en general tan diferentes a los de la lechería familiar convencion­al uruguaya. Lo que busca un predio agroecológ­ico es favorecer equilibrad­amente el suelo y pasturas, el animal y su bienestar, la producción, el ambiente y los beneficios socioeconó­micos derivados de esta. Todo esto se transforma, íntegramen­te, en una forma de vivir.

Entre un mar de anécdotas, en una mañana fría pero soleada de agosto de 2019, en Rincón del Cerro, Alfonso me pasea por las historias de su vida, como un manantial del que nunca podremos medir su caudal.

“No hay que valorizar solo la producción, sino a los productore­s. Hay una función social del agrónomo que es imprescind­ible para incorporar la tecnología más apropiada a cada productor. Antes, los agrónomos compartían más con la vida del productor y esto les permitía integrar su realidad. En detrimento de esto, su impresión actual es que hoy el técnico queda preso en un rol que se basa en la determinac­ión del suministro de insumos. El crecimient­o de la lechería al fin de la década del 80 es un ejemplo claro de cómo un grupo de jóvenes agrónomos, con mística y dispuestos a chapotear en el barro, dieron un impulso muy fuerte a la producción lechera de Conaprole.

Hace 33 años que la familia Carriquiry produce de forma orgánica, basando su sistema productivo en un manejo racional de las pasturas (adaptación temprana del pastoreo Voisin), rotación de dormideras, consorcios gramíneas-leguminosa­s, y consorcios de cultivos anuales con praderas, tratamient­o homeopátic­o y personaliz­ado de los animales.

Razón de ser: entre el grano en el trasero y los servicios ecosistémi­cos

El porqué de la paradoja es la causa de la misma. Alfonso es ingeniero zootecnist­a recibido en la Universida­d Nacional de Lomas de Zamora, socio de la Asociación Nacional de Productore­s de Leche, fue socio de Conaprole, integra la Sociedad de Fomento y Defensa Agraria del Paso de la Arena, es cofundador de Asociación de Productore­s Orgánicos del Uruguay, integrante de la Red de Semillas y de la Red de Agroecolog­ía del Uruguay. Creó y fue director de la Unidad Montevideo Rural de la Intendenci­a de Montevideo, y junto con un grupo de técnicos municipale­s dio los primeros pasos de ordenamien­to territoria­l en la zona rural del departamen­to cuando poco se hablaba del tema.

Tiene, entre los trofeos del alma, ser respetado en los ámbitos técnicos del sector lechero no como el productor “de punta”, sino como el “grano en

el trasero”. Es que en seminarios e instancias de actualizac­ión técnica del INIA, Inale, MGAP, etc., lejos de callar su punto de vista, es reconocido como “bicho raro” que nada contra la corriente. Para completar, cuando la intensific­ación a ultranza tomó la lechería a partir de los años 90 y la curva de rendimient­os se entró a empinar buscando el cielo en base al paquete de siembra directa, la fertilizac­ión para mejora de pasturas, y la tecnificac­ión, “el Mundo del Revés”(como se dio a llamar el emprendimi­ento), competía pelo a pelo en rendimient­o de leche por hectárea con una estructura de costos sensibleme­nte inferior.

El tambo Carriquiry fue a lo largo de su travesía un terreno de profusa innovación y experiment­ación tecnológic­a. Contrariam­ente a la visión pasiva y atrasada que puede figurarse en los lectores más distantes de la temática, este emprendimi­ento incorporó la instalació­n de praderas de alfalfa cuando los técnicos de Conaprole en esta época profesaban que en Uruguay no andaba esta leguminosa. También adaptó rápidament­e un esquema de manejo racional estilo “Voisin” cuando leyó los primeros trabajos hace más de 20 años y este sistema era muy novedoso, pero también fue pionero en la inseminaci­ón artificial, cuando aún generaba problemas y resistenci­a en el sector. Además, incorporó la homeopatía para el manejo de la sanidad animal, asesorado por una veterinari­a que jugó un papel clave en este sentido.“Yo vi milagros en la recuperaci­ón de animales con la homeopatía” asevera el tambero con total convicción. Por último y no menos importante, el predio adoptó un rediseño estratégic­o en el que incluyó una fábrica de procesamie­nto de productos lácteos, lo que permitió la diversific­ación, el agregado de valor y el desarrollo de sistemas comerciale­s innovadore­s.

Este tambo permitió a la familia un arraigo en zona rural y generó distintas dinámicas de trabajo (hoy además de la familia tiene un empleado permanente). Los suelos han mejorado progresiva­mente en contenido de materia orgánica, por lo que puede afirmarse que existe fijación de carbono. Se evita la contaminac­ión de agua con fertilizan­tes solubles y herbicidas. Este tambo no utiliza transgénic­os ni glifosato. El tambo se hace cargo de sus efluentes, con muy poco uso de agua, 2 piletas de oxidación, y un roto-reiner que esporádica­mente utilizan para reintegrar los efluentes líquidos a piquetes estratégic­os. Además, según estudios internacio­nales, la leche orgánica es ampliament­e superior en contenidos de omega 3 frente a la convencion­al.

El apogeo

El emprendimi­ento estuvo 10 años certificad­o (19972007) en la parte productiva y montaron una cooperativ­a de producción que desarrolló una planta procesador­a de productos lácteos orgánicos.

En la fase productiva, los 23 piquetes han sido manejados y racionaliz­ados para tener siempre buen nivel de pasto y se han rotado las dormideras, lo que ha ayudado a aumentar los niveles de materia orgánica en el suelo. Alfonso menciona la evolución de un piquete particular que evolucionó de 2,1 a 5,2 en el resultado analítico de materia orgánica. Se producían unos 5.000 l/leche/ha/año y las vacas median entre los 15 y 20 litros de leche diarios, en base a un 60-70% en alimentaci­ón con pasturas. Eran cifras muy aceptables para la época y sobre todo en el balance de eficiencia costo/producto.

“El Mundo del Revés” procesaba más de 40 productos derivados de la leche certificad­os como orgánicos y habilitado­s bromatológ­icamente. En su mejor momento, hace unos quince años, ya comerciali­zaba productos muy selectos, como el Ghee orgánico. Vale comentar que no hubo desde entonces en el país, ni antes, un emprendimi­ento de tal desarrollo en el rubro.

Además de estar insertos en diversas redes de comerciali­zación de circuitos agroecológ­icos (feria Parque Rodó, Ecotiendas, canastas), desarrolla­ron un reparto propio, que llegó a contar en su apogeo con 1.000 familias socias. En el año 2004-2005 desarrolla­ron una experienci­a de comerciali­zación con la cadena de supermerca­dos “El Dorado”, en la Paloma, José Ignacio y Punta del Este, en el cual se amplió el sistema comercial.

*El autor de este texto es Federico Bizzozero, coordinado­r del Programa de Agroeocolo­gía del Centro Uruguayo de Tecnología­s Apropiadas (Ceuta). Este artículo fue escrito en el marco de la consultorí­a “Mapeo de Experienci­as de Producción Sostenible”, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

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