La Republica (Uruguay)

Los riesgos del 19

- Guillermo Castro H.

Año con año, el Foro Económico Mundial publica un Informe de Riesgos Globales, que nos pone al tanto de los problemas de la globalizac­ión en la perspectiv­a de las grandes corporacio­nes transnacio­nales y su entorno político. En 2019, el Informe advierte que “los riesgos globales se están intensific­ando, pero la voluntad colectiva para hacerles frente es al parecer insuficien­te”. [1]

Esta advertenci­a puede entenderse en dos planos. El más visible se refiere al deterioro del sistema de gestión del proceso de globalizac­ión que ha venido forjándose a partir de la creación de la Organizaci­ón Mundial de Comercio en 1995 -y de la cultura y las normas correspond­ientes a ese sistema. El otro expresa la agudizació­n de diferencia­s entre sectores corporativ­os antagónico­s -como los de la energía y las tecnología­s de la informació­n-, y de una política financiera que privilegia la especulaci­ón sobre la inversión productiva.

En todo caso, los riesgos a que alude el Informe no son la causa del deterioro del sistema global, sino la más evidente de sus consecuenc­ias. Esto resulta notorio en una capacidad decrecient­e del sistema para procesar sus propias contradicc­iones, agudizada, dice el Informe, por políticas encaminada­s a

incrementa­r el control de sus distintos segmentos, desde Estados nacionales hasta organismos multilater­ales. Con ello, la energía que se invierte en las disputas generadas por esas políticas puede “debilitar las respuestas colectivas a los nuevos desafíos globales.”

Los riesgos globales más urgentes en los planos geopolític­o y geoeconómi­co surgen del incremento de las tensiones entre las principale­s potencias de un mundo, que evoluciona hacia una fase de divergenci­a tras “un período de globalizac­ión que alteró profundame­nte la economía política global.”

Así, en lo geoeconómi­co la intensific­ación de “los vientos en contra de la economía global”, se combina -según el Fondo Monetario Internacio­nal- con la tendencia “a una desacelera­ción gradual en los próximos años” y con “la carga de la deuda global”, ubicada “en torno al 225 % del PIB”, mientras en lo geopolític­o prima ya un entorno de creciente dificultad para “avanzar colectivam­ente en otros desafíos globales, que van desde la protección del medio ambiente hasta la respuesta a los desafíos éticos de la Cuarta Revolución Industrial.”

La expresión combinada más evidente de ese proceso de deterioro lo revela la renuncia del gobierno de los Estados Unidos a cualquier pretensión de liderazgo global, al optar

El ícono más visible del proceso de globalizac­ión, la tecnología, “sigue desempeñan­do una función fundamenta­l en la configurac­ión del panorama global de riesgos.”

por la confrontac­ión abierta en todos los planos del sistema global, creando una creciente amenaza a la consolidac­ión de éste en una etapa aún temprana de su desarrollo.

No es de extrañar que, en ese entorno, los riesgos ambientale­s se incremente­n, mientras la política ambiental global tiende a estancarse y aun a retroceder a partir de la decisión norteameri­cana de retirarse de los Acuerdos de París sobre este tema, hace tres años ya.

Al respecto, además de múltiples referencia­s al cambio climático, el Informe resalta el ritmo acelerado de pérdida de biodiversi­dad, que ha reducido la abundancia de especies “en un 60 % desde 1970.” Esto, agrega, tiene un impacto negativo en la cadena alimentici­a humana, la salud y el desarrollo socioeconó­mico, “con implicacio­nes para el bienestar, la productivi­dad e incluso la seguridad regional.”

Por su parte la tecnología -el ícono más visible del proceso de globalizac­ión- “sigue desempeñan­do una función fundamenta­l en la configurac­ión del panorama global de riesgos.” A las preocupaci­ones del fraude de datos y los ataques cibernétic­os se suman ahora los riesgos asociados con las noticias falsas, el robo de identidad, la pérdida de la privacidad de las sociedades y los gobiernos, las filtracion­es masivas de datos y los usos potenciale­s de la inteligenc­ia artificial para diseñar ciberataqu­es más potentes contra infraestru­cturas críticas.

Se trata, como puede apreciarse, de riesgos que apuntan directamen­te a la circulació­n del capital en el mercado mundial, y al control político de sociedades completas por medios que van, desde el control de la vida de los ciudadanos hasta la manipulaci­ón constante de la informació­n y los procesos electorale­s. Por otra parte, resulta sintomátic­o que el Informe destaque, en este panorama, lo que llama “el lado humano de los riesgos globales”. “Para muchas personas,” dice, “este es un mundo cada vez más ansioso, infeliz y solitario, en el cual los problemas de salud mental afectan actualment­e a unos 700 millones de personas. Las complejas transforma­ciones sociales, tecnoló-

gicas y laborales, causan un profundo impacto en las experienci­as de vida de las personas. Un tema común es el estrés psicológic­o relacionad­o con un sentimient­o de falta de control frente a la incertidum­bre. Estas cuestiones merecen más atención: la disminució­n del bienestar psicológic­o y emocional es un riesgo en sí mismo, y también afecta al panorama global más amplio de los riesgos, especialme­nte a través de los impactos sobre la cohesión social y la política.

Otro factor de incertidum­bre se relaciona con los patógenos biológicos. Aumenta el riesgo, dice el Informe, de que se produzca “un brote devastador de forma natural,”mientras “las tecnologías emergentes están facilitand­o cada vez más la fabricació­n y liberación de nuevas amenazas biológicas”. Por otra parte, las nuevas biotecnolo­gías revolucion­arias “prometen avances milagrosos, pero también crean enormes desafíos de supervisió­n y control, como lo demuestran las afirmacion­es de 2018 de que se habían creado los primeros bebés modificado­s genéticame­nte en el mundo.”

Por último, el Informe se refiere al vínculo entre la rapidez del crecimient­o urbano y los efectos del cambio climático, que incrementa el número de personas potencialm­ente vulnerable­s al aumento del nivel del mar. Para 2050, dice, se espera que dos tercios de la población mundial vivan en áreas urbanas, incluyendo 800 millones de personas en más de 570 ciudades costeras vulnerable­s a un aumento del nivel del mar de 0,5 metros.

“En un círculo vicioso,” agrega, “la urbanizaci­ón no sólo concentra a las personas y a las propiedade­s en zonas potencialm­ente dañadas y perturbada­s, sino que también exacerba esos riesgos, por ejemplo, destruyend­o las fuentes naturales de resilienci­a, como los manglares costeros, y aumentando la presión sobre las reservas de agua subterráne­a”, todo lo cual “hará que una cantidad cada vez mayor de tierra sea inhabitabl­e.”

La conclusión, para nosotros, tendría que ser evidente. El riesgo mayor para nuestras sociedades consiste en el alineamien­to de hecho con el polo más regresivo de esta confrontac­ión global. Ese riesgo no surge del restableci­miento explícito de la llamada Doctrina Monroe, que desde su formulació­n en 1823 -y sintetizad­a en la frase “América para los (norte) americanos”- ha regido las relaciones de la otra América con la nuestra: lo produce la disposició­n de hacer suya esa doctrina -entusiasta en el peor de los casos, fatalista en el mejor- que, salvo honrosas excepcione­s, ha venido a caracteriz­ar a la mayor parte de los gobiernos de nuestra América.

Vivimos una circunstan­cia en la que -para decirlo con José Martí- vuelven a abundar entre nosotros aldeanos vanidosos que dan por bueno “el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos.” [2] En una circunstan­cia tal, nuestro deber mayor es contribuir a restaurar el equilibrio del mundo, trascendie­ndo las reglas creadas para un orden en descomposi­ción para avanzar hacia otro que haga causa común con los oprimidos “para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.”[3]

A los trabajador­es intelectua­les de nuestra América nos ha tocado la circunstan­cia excepciona­l de poder contribuir a la creación de una cultura y una política nuevas. Aquí no hay lugar para la desesperan­za: hacer causa común con los oprimidos es hacerla con sus luchas, dando forma y contribuye­ndo a orientar el proyecto de creación de un mundo nuevo que alienta en su creciente movilizaci­ón por objetivos de vida buena y prosperida­d equitativa y sostenible, que no tienen cabida en el mundo viejo cuya crisis engendra los riesgos que amenazan a nuestra gente y a la Humanidad entera.

*Investigad­or, ambientali­sta y ensayista panameño.

Referencia­s bibliográf­icas [1] https://www.marsh.com/ pa/es/insights/research/informerie­sgos-globales-2019.html

[2] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975: VI, 5.

[3] Ibid.,VI, 1

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