La Republica (Uruguay)

“A Redoblar le permitió a la gente decir que estábamos vivos y resistiend­o”

Mauricio Ubal celebra 40 años de “A Redoblar” en la histórica Sala Camacuá.

- Alfredo Percovich

Casi sin darse cuenta, unos versos y acordes escritos junto a su hermano de vida, Rubén Olivera, se transforma­ron en himno abrazo esperanzad­or, palabras de vida en tiempos de muerte y desolación. La poesía, como siempre, venciendo al dolor. Cada cual sobre su sombra, cada cual sobre su asombro, nos dijeron “a redoblar” y esa fue la consigna. Mauricio Ubal atesora palabras de amigos, abrazos inolvidabl­es, arpegios de esperanza eterna. Cuando se sube a un escenario, nunca está solo. Junto a él, sutiles y cuidadosos, jamás ausentes, a través de sus preciosas influencia­s están Coriún Aharonián, Daniel Viglietti, el Choncho Lazaroff, Jorge Galemire y muchos más.

Mauricio fue acaso uno de los primeros admiradore­s de Eduardo Darnauchan­s. Y eso fue gracias a su compañero de clase del liceo Dámaso Antonio Larrañaga, Eduardo Rivero, que una noche lo invitó para que lo acompañara hasta

Sondor, donde un juglar tacuarembo­ense grababa “Sansueña”. Gracias a ese tal Eduardo, también conoció el maravillos­o disco “Candombe del 31” que anunciaba que un tal Jaime había llegado. Rivero fue una potente influencia para Ubal desde la época en que integraba un trío musical de mágico vuelo, junto al Darno y Galemire. Barbaridad de música y poesía desparrama­da por recovecos de un Uruguay que resistía toda lógica posible y cualquier intento de exterminio cultural.

Mientras la poesía recorría noches de boliches y cafés, entre charlas y discusione­s literarias en improvisad­as tertulias onettianas, Mauricio Ubal cursaba el liceo nocturno para poder mantener su trabajo diurno en Manzanares. Así fue que por 1978 se juntaron Jorge Lazaroff, Luis Trochón, Eduardo Rivero y el propio Ubal y claro, ya nada sería igual. “Los tipos me ponen ahí de pronto en un mismo lugar, fue cuando estrené“Papel picado”, entre otras canciones que después hicimos con Rumbo. Fue tremendo, tipos que admiraba, el Choncho era mi profesor de música, fue imponente”.

Con Gonzalo Moreira no hay un antes y un después de Rumbo, sino un vínculo que respira libertad y permanenci­a, todo al mismo tiempo. “Tengo una carrera hecha con él y por supuesto, mucho, pero mucho cariño”. Y así puede explicar el lazo que lo hermana con cada músico que lo acompañará en la Sala Camacuá, cuando la alegría volverá a enredarse con su voz.“Fernando (Cabrera) es un referente para mí, hemos recorrido prácticame­nte juntos nuestras carreras desde que empezamos, hay de mi parte mucho afecto, respeto, él es toda una época, definitiva­mente es todo un referente para mí”.

Segurament­e será una noche inolvidabl­e en tu vida artística. ¿Va a quedar un registro de lo que suceda en la celebració­n de los 40 años de A Redoblar? Te lo pregunto pensando en todo lo que se ha perdido del patrimonio cultural artístico de tantas generacion­es…

Sí lo vamos a grabar. Pero es cierto, es increíble lo que se ha perdido. En Uruguay siempre estuvimos muy atrasados en relación al registro en imagen. Todo llegó tarde y es increíble pero hay una enorme cantidad de cosas de las que no tenemos memoria visual. Ahora la tecnología te permite tener esos registros para su utilizació­n y transmisió­n a las nuevas generacion­es. Desde el punto de vista archivológ­ico en nuestro país hay un agujero enorme, el Estado nunca elaboró, ni pensó, ni se hizo cargo en algo similar o paralelo a la Biblioteca Nacional, pero con relación al audio. Hubo períodos en que el Sodre exigía que se le entregaran copias de emisiones pero fueron apenas períodos fugaces, en realidad hubo personas que se preocuparo­n que estaban allí en ese momento. Recuerdo llevar discos de Ayuí al Sodre, pero después que se jubiló la persona que estaba allí eso se terminó y ahora no hay nada. La gente edita sus trabajos y quedan en el aire. No hay una preocupaci­ón ni un seguimient­o con una cabeza musicológi­ca de lo que se está haciendo. Dirán que es porque no hay presupuest­o, porque no hay

dónde dejarlo, en fin.

¿Pero hay interés en términos de políticas públicas?

Tal vez tampoco haya interés… Entonces lo que tenemos son archivos personales, quedó el archivo Ayestarán que luego pasó a estar en manos de Coriún (NdR: El Centro Nacional de Documentac­ión Musical Lauro Ayestarán, fue fundado por Coriún Aharonián en el 2009 y desde su fallecimie­nto está a cargo de un equipo de trabajo y comisión honoraria, cuyo secretario ejecutivo es Rubén Olivera), están los materiales que tiene Ayuí Tacuabé y los demás sellos fonográfic­os y muchos particular­es que atesoran grabacione­s, pero es un asunto pendiente, un debe que tiene el Estado que no lo pensó nunca, y no hablo solamente de gobiernos, es algo que nos pertenece a la sociedad toda, la importanci­a del cuidado y registro de lo que se produce en grabacione­s artísticas. El Estado nunca lo pensó.

Se ha perdido mucho

No hay un solo registro visual de los años 60 y principios de los 70 en Uruguay. Los grandes artistas de los 60 no quedaron registrado­s. A pesar de que existían programas de televisión, Zitarrosa tenía un programa de TV, Anselmo Grau también y qué decir de Rubén Castillo con Discodromo, no quedó nada registrado, durante casi 10 años llevó a todo el mundo pero eso se tiró todo. Nadie cuidó eso. Los canales no lo hicieron, porque había que reutilizar los materiales, grababan las cintas y como eran muy caras las volvían a grabar una y otra vez arriba, es algo increíble. Se han salvado algunas grabacione­s gracias a los sellos o a los particular­es.

Pasaron estos 40 años desde A Redoblar, el Uruguay cambió, el mundo cambió, pero ¿qué es lo que ha ido permanecie­ndo y cambiando en tu propia historia?

Yo estoy al borde de los 60 en este momento, y lo que duelen son las ausencias. Empiezan a hacer falta aquellos que un día se fueron. Así se fue tempraname­nte el Choncho Lazaroff que fue la primera persona cercana, se fue (Eduardo) Mateo, recuerdo el impacto cuando se fue (Alfredo) Zitarrosa, todos más o menos cercanos en el tiempo, fueron golpes muy duros. Uno se da cuenta del agujero artístico y estético que deja cada compañero que se va, y en muchos casos, el vacío afectivo, como me sucedió con Daniel (Viglietti) que fue muy fuerte, de la generación del 60, con él fue con quien mantuve una relación afectiva más profunda, realmente éramos amigos. Son esas cosas duras, el Darno, Galemire, son las marcas que te deja la vida y creo que también por ellos es que quiero hacer esta presentaci­ón en la Camacuá, es como un pretexto, invitar a los amigos que están por acá, que están bien y cantar recordando lo vivido. Porque A Redoblar es como una banda sonora que une ese momento mágico en la vida de cada persona. A cada uno de nosotros nos pasa que te acordás lo que vivías en ese momento, y eso es algo intransfer­ible.

A Redoblar genera mucho respeto, no es un himno festivo, es algo muy conmovedor, es muy fuerte lo que produce aún hoy…

Es fuerte eso, nunca lo había mirado desde ese ángulo del respeto que genera, pero sí, es una emoción con aire de nostalgia y recuerdo pero que contagia fuerza en la gente. Por esas cosas inexplicab­les que tiene la vida se convirtió en la canción que le permitió a la gente decir: estamos vivos.Y esto me cuesta decirlo porque obviamente no puedo verla desde afuera. La gente encontró en esa canción, en ese momento, en esa música -porque se habla mucho de la letra pero creo que la música tiene mucho que ver- la gente estaba diciendo, estamos vivos, estamos resistiend­o y vamos a seguir porque vemos la luz en el túnel. Porque no era una canción de barricada ni guerrera, pero en ese momento fue la canción con la que pudimos decir cosas fuertes, con una emoción muy contenida.

¿Te acordás cómo comenzó a crecer en la gente desde que la estrenaron?

La comenzamos a cantar con Rumbo en un espectácul­o en el Teatro Circular y había gente que iba a todas las funciones. Y nos decían que volvían una y otra vez para escuchar“esa canción del final”.

¿Ningún censor dijo nada en aquellas noches del Circular?

Es increíble, pero no. Nos censuraron otras canciones, o incluso algún integrante, pero A Redoblar nunca la tocaron (prohibiero­n), no sé si porque no la vieron, no la percibiero­n o no la entendiero­n, también es que todo sucedió muy rápido. O tal vez pensaron que iba a ser más complicado censurarla que dejar que corriera.

Y en clave de perspectiv­a histórica, ¿cómo cambió el panorama para los trabajador­es de la cultura en estos 40 años?

Hay algo fundamenta­l y es que el panorama de la gente que se ocupaba de la música es abismal al actual. Hoy ves pasar por la calle a cientos de personas con instrument­os, es impresiona­nte la cantidad de gente que ahora está vinculada a la música. Hay una especie de eclosión por hacer música, hay un desarrollo muy notorio de los espacios de enseñanza musical, de instrument­os, de teoría. Si miramos atrás, en la época de Rumbo era complicado conseguir instrument­os (risas), no había acá, tenías que viajar para comprar porque acá había muy poquita cosa. Ni que hablar de equipos.Y eso sucedía porque no había mercado. Y los artistas éramos pocos, en relación al presente, éramos muy pocos. Hoy el Uruguay debe tener unos quince guitarrist­as de primer nivel internacio­nal, pero hay una camada de gente joven de veinteañer­os que se tocan todo y andan por ahí calladitos y eso sucede en cada instrument­o. Hay una multiplici­dad de instrument­os que hace que haya “competenci­a” y que la gente toque cada vez mejor. A pesar del mercado chico y los pocos que somos. Además, si bien hay una movida muy grande de espectácul­os internacio­nales que llegan, no genera algo que quede y que le permita a la gente crecer. Mucha gente se va porque afuera hay puertas abiertas y otras posibilida­des de trabajo.

Más allá del impacto a partir de la aparición de la Internet, ¿qué cambios se han producido en términos de difusión?

Ahora hay un poco más de espacios que en la década del 70 y 80, un poco más. Tenemos una ley de medios que de alguna manera obliga a abrir un poco más la ventana, pero en Uruguay tenemos una muy fuerte entrada de música de afuera, lo que a priori no quiere decir que esté mal. Pero si te fijás detenidame­nte, no son tantos los espacios en los que se difunde el trabajo de los músicos uruguayos, no son tantos, en la TV no hay programas que duren mucho, y cuando hay en general son en términos de difusión de videos porque seguimos con el tema de los costos de producción como para llevar a bandas y por eso se termina pasando lo que está pronto y mucho viene de afuera, es el problema de siempre. Lo que sí cambió fue Internet que te permite que con un buen teléfono puedas grabar en tu propia casa algo de buen nivel y que te conozcan en todo el mundo. Ese cambio tecnológic­o fue una revolución.

¿Y en relación al trabajo de los músicos?

Nosotros estamos peleando por el trabajo de los artistas, los directores, los autores. Ahora nos preocupa y estamos trabajando para que se extienda el plazo de protección de nuestros derechos y que pase de los 50 a los 70 años, porque la gente vive más, es algo que para mi juicio no necesitarí­a demasiadas explicacio­nes, es algo elemental. Eso nos ha llevado a una serie de movilizaci­ones con SUDEI, AGADU y con la Cámara Uruguaya del Disco. Hay un proyecto de ley del Partido Independie­nte que recoge lo que nosotros solicitamo­s y aclaro que lo tuvo el Frente Amplio muchos meses antes y no lo sacó; lo presentó (Pablo) Mieres y tenemos la esperanza que el Frente ahora lo vote. El proyecto extiende el plazo a los derechos de intérprete­s, productore­s y autores a partir de la primera grabación. Es bueno tener en los últimos años de su vida su derecho y que no se le corte. En términos generales se ha avanzado pero no en estos derechos de los que hablaba. En otras áreas, como la seguridad social en términos de la jubilación, se ha empezado a reconocer este fenómeno que el Uruguay no lo tenía. Muchos músicos tocaban toda su vida y si no habían aportado por otro trabajo no tenían cómo jubilarse. Ninguno de la generación de Zitarrosa podría haberse jubilado. Los muchachos ahora van aportando a través de las cooperativ­as de trabajo de Audem y de Cooparte, van registrand­o la actividad. Alguien que toda su vida tocó en los boliches -típico en los 60 y 70, cuando la música en vivo era un fenómeno brutal- esa persona no tenía cómo justificar su trabajo, tenía que buscar amigos, testigos y hablo no solamente de músicos de nombre, sino también por los músicos acompañant­es que eran muchísimos. Eso se empezó a corregir, ahora hay una base y a partir de ello habrá que seguir trabajando para que el artista -desde el inicio de su carrera- comprenda que es muy importante que piense en su futuro, teniendo en cuenta que hay mucho de zafral en el trabajo de los músicos. Tenemos que encontrar formas para que al final de la vida activa se reconozca ese trabajo. Para que no tengas que andar pidiendo una pensión al Estado, que suele ser muy chiquita, muy frugal.

Casi una limosna después de toda una vida de trabajo artístico

Son los avatares de esta sociedad capitalist­a.

Y después del abrazo final y palabras entrañable­s de afecto por los que ya no están, Mauricio se acomodó su sombrero y se fue caminando entre la gente de una ciudad a la que también le dejó un himno suyo. Saludó y se fue con una moña fugaz, por el costado izquierdo de un Gardel que siempre estuvo ahí, testigo mudo de la historia.

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