La Republica (Uruguay)

Reconstruy­en el día en el que se extinguier­on los dinosaurio­s

Una investigac­ión permitió reconstrui­r lo que vivieron los dinosaurio­s cuando se estrelló en la Tierra el meteorito que causó su muerte hace más de 60 millones de años.

- Redacción

Los reptiles gigantes e inteligent­es que poblaron nuestro planeta durante la Era Mesozóica fueron diezmados por un gran asteroide que impactó sobre la superficie terrestre hace 66 millones de años, según los estudios geológicos realizados sobre un cráter de 180 kilómetros de ancho formado en el noroeste de la Península de Yucatán de México, llamado Chicxulub. Los resultados apuntaron al impacto de un cuerpo de entre 10 y 14 kilómetros de ancho, de tal magnitud que habría desatado actividade­s volcánicas alrededor del globo, las que se habrían sumado a la onda sísmica del choque para lograr eliminar el 75% de la vida existente en ese momento sobre la Tierra. Recienteme­nte, el análisis de un cilindro de roca extraído del mismo cráter ha permitido reconstrui­r con bastante exactitud lo ocurrido a fines del Cretácico.

Entre abril y junio de 2016, la Expedición 364, la cual formaba parte de los Programas Internacio­nales de Descubrimi­ento de los Océanos (IODP) y de Perforacio­nes Continenta­les (ICDP), logró extraer del área exterior del cráter Chicxulub un cilindro de roca que se extendía hasta 1 334 metros por debajo del fondo del mar. El estudio de los estratos geológicos presentes en el cilindro proporcion­a a la humanidad una historia detallada de lo que aconteció a partir de ese momento de caos.

En el momento del impacto, el enorme asteroide liberó una energía 10 mil millones de veces mayor a la liberada por la bomba atómica que devastó a la ciudad de Hiroshima. De la misma forma a como aconteció en la ciudad japonesa, con esta colosal energía fueron volatiliza­dos todos los materiales presentes en kilómetros y kilómetros a la redonda, liberando a la atmósfera cerca de 425 gigatonela­das de dióxido de carbono (CO2) y 325 gigatonela­das de sulfuros. Debido a esta onda de choque, gran parte

del agua que hoy descansa en los grandes lagos de Estados Unidos proviene de las aguas que descansaba­n en aquella época en el Caribe. Luego de la formación del cráter, el mismo se habría llenado de sedimentos en las primeras 24 horas luego de la caída del asteroide, según el estudio.

“Es una de las ventajas con los cráteres de impacto, ya que su formación sigue leyes físicas muy bien definidas”, dijo a El País de Madrid el investigad­or del Centro de Astrobiolo­gía/ CSIC y coautor del estudio, Jens Olof Ormö. “Podemos reconstrui­r una secuencia de eventos (por ejemplo, ver qué sedimentos siguen uno encima del otro). Por el tipo de sedimento (tamaño de los clastos, tipo y clasificac­ión), podemos saber si se depositaro­n rápida o lentamente, y aproximada­mente el tiempo que tardaron”, explicó.

Aun así, los geólogos no pudieron evitar sorprender­se con sus datos por la rapidez con la que este cráter se habría rellenado. En tan solo un día el mismo se habría cubierto de una capa de 130 metros de sedimentos que fueron producto del impacto, día cuya historia está registrada en el cilindro de roca extraído. Los primeros 50 metros de roca fundida se habrían depositado tan sólo unos minutos después del impacto, seguidos de diez metros de suevita, rocas de vidrio y más materiales fundidos durante la hora siguiente. Las horas posteriore­s rellenaron el cráter de 80 metros más de sedimentos finos, a los que se sumaron los materiales transporta­dos por el agua que regresó a la zona del impacto tras haber sido desplazada. Es en este último estrato sedimentar­io que los científico­s pudieron reconocer rastros de la vida que florecía en ese entonces en los kilómetros cuadrados que rodeaban a Chicxulub, vida que fue carbonizad­a por las llamas desatadas por la energía de la catástrofe.

“Con un asteroide de 12 kilómetros golpeando Yucatán, los efectos locales debieron ser catastrófi­cos y también probableme­nte en distancias de hasta 1.500 kilómetros del impacto, donde el pulso térmico pudo hacer que los árboles ardieran. A mayores distancias, el material eyectado también habría provocado incendios por fricción a medida que caía desde la atmósfera. Pero esos efectos debieron ser de corta duración y no pueden explicar la extinción global del 75% de la vida”, comentó el principal coautor del estudio, el profesor del Instituto de Geofísica de la Universida­d de Texas (EE UU), Sean Gulick.

Aunque no se han encontrado rastros de azufre en la zona del impacto y el cilindro de roca extraído de los bordes más internos del cráter carece de materiales sulfurosos, que los bordes externos sean ricos en estos elementos llevó a pensar a los investigad­ores que la caída del asteroide liberó grandes cantidades de sulfuros a la atmósfera. Esta gran nube de sulfuros habría impedido la entrada de los rayos del sol y la temperatur­a global del planeta habría descendido 20 grados, manteniénd­ose en ese estado durante cerca de 30 años. Los resultados de la Expedición 364 arrojaran así luz sobre cuál fue el escenario en el que la vida se replegó para dar espacio al surgimient­o de nuevos seres que entrarían en escena en una nueva era. Es interesant­e pensar que si este impacto apocalípti­co no se hubiese producido, la vida que hoy conocemos nunca habría podido tener su lugar, lo que significa que los grandes mamíferos tampoco podrían haberse desarrolla­do, y por ende tampoco nuestra humanidad.

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