EL DÉFICIT FISCAL
El resultado fiscal es la diferencia entre los ingresos de un país y sus egresos. Si lo que gastamos es mayor a los ingresos generados tenemos un déficit fiscal, si pasa lo contrario un superávit.
El déficit fiscal se encuentra llegando al 5% del PBI y la primera conclusión inapelable es que tenemos un déficit muy alto que es necesario reducir.
De todos los indicadores económicos existentes, este indicador sea quizás el único que desentona, que preocupa y que debe necesariamente abordarse a partir del próximo gobierno y como mínimo mantenerse o bajarse levemente al entregar el final de este mandato.
Hay acuerdo en todo el sistema político de esta situación. La diferencia radica en que la oposición quiere hacer creer de manera fantasiosa y maniquea que estamos al borde del abismo o viviendo una crisis absolutamente inexistente. Un juego electoral que tengo serias dudas les de buen resultado.
No todos los déficits fiscales son iguales. Dos países pueden tener un déficit fiscal del 5% pero al interior su estructura de ingresos y su estructura de gastos ser muy distinta.
Si tengo $100 de ingresos en ambos países, es relevante saber de quién o de quiénes extraigo esos $100. Puedo hacerlo desde los sectores con mayor capacidad contributiva o puedo realizarlo de quienes tienen menor poder adquisitivo; recaudo lo mismo pero la mano en el bolsillo no se la pongo a las mismas personas. Lo mismo ocurre con los gastos. Los dos países pueden gastar $100; el asunto es saber en qué los gasto, ya que puede haber un énfasis en las transferencias a los sectores empresariales o puede priorizarse el gasto social. Gastamos los mismos 100, pero el dinero que se gasta no va a los mismos bolsillos.
Por esa razón es que se puede afirmar que existen “déficit de izquierda” y “déficit de derecha”. Basta observar cómo se conforman los ingresos y los gastos para poder determinarlo.
Si el país mejora sus ingresos es la primera medida genuina de abordar el déficit, sin embargo, por más que el país crezca no alcanza, por lo que necesariamente deberá existir una reducción de gastos.
Surgen dos polémicas importantes a la hora de encarar el déficit fiscal. 1) Si tenemos que bajarlo de manera drástica, con medidas de impacto o de shock; la famosa motosierra o si el déficit puede reducirse de forma gradual en un plan a mediano y largo plazo. 2) Si tenemos que reducir los gastos, cuáles son los gastos a reducir.
Las políticas de shock tienen un espejo que espanta a la oposición: Mauricio Macri. No son pocos los que
manifiestan que el motivo de su fracaso estrepitoso es que fue gradual, que no aplicó una política de shock duro y puro, y que cuando quiso agarrar el toro por las guampas ya fue tarde. La insistencia del candidato del Partido Nacional Lacalle Pou de “los primeros 100 días de gobierno” (igual que su padre) parece sugerir y aferrarse a esta idea.
Nosotros creemos que es absolutamente inconveniente aplicar una política drástica de reducción del déficit por dos motivos fundamentales: primero, porque no hay necesidad ya que hay margen de tiempo para ir reduciendo el déficit en un período prudencial de manera ordenada y planificada; segundo, porque hacerlo implicaría la afectación de gastos sustanciales que inevitablemente generará un período recesivo y la afectación de servicios esenciales que se le realizan a la población.
El otro asunto picante -como dijimos- es qué gastos abordamos para reducir el déficit fiscal. Estamos hablando de unos
2.800 millones de dólares anuales, el asunto es descubrir cuáles gastos mueven la aguja y son relevantes para encarar.
Hay una primera línea de trabajo absolutamente inconsistente y demagógica. Se plantea la “austeridad”, el bajar el costo de celulares, los coches oficiales, los cargos de confianza política (que nunca lo hacen quienes lo pregonan) y otras medidas similares.
Si bien el criterio de austeridad es un elemento rector que debe estar presente en todo gobernante (sea del signo que sea) y que siempre son medidas bienvenidas tratadas con racionalidad, dicha reducción es insignificante y muy poco relevante para la baja del déficit fiscal. Por acá es un grito a la tribuna y todos lo sabemos. Estamos quienes planteamos reducir el déficit fiscal haciendo sostenible el sistema de seguridad social que en su conjunto que gasta unos 4.000 millones de dólares anuales y tiene una tendencia creciente que con el tiempo se hará insostenible. Se trata de adecuar los parámetros del sistema tomando en cuenta el aumento de la esperanza de vida de la gente, evaluar toda la estructura de ingresos previsionales y hacer las prestaciones más eficientes. Para ello resulta imprescindible un amplio acuerdo político y poner al país por encima de cuestiones electoreras.
Para la oposición será muy difícil encarar una reforma del sistema con un Manini Ríos fortalecido, y si para armar una coalición, tienen que pactar con él. La Caja Militar será intocada y allí hay parte importante de lo que hay que “revisar” si queremos un régimen más justo y sobre todo sustentable en el tiempo. La alianza con los sectores agropecuarios de Talvi y Lacalle Pou también complica, porque resulta necesario ajustar los regímenes especiales del sector agropecuario que generan inequidades evidentes con el conjunto del sistema.
Es por esa razón que se evita ir por el lado previsional y el diagnóstico del ahorro es “gastar menos” y fundamentalmente una reducción importante de los funcionarios públicos. Con menos recursos humanos y menos recursos financieros el planteo es tener servicios
“suizos” de educación, salud y seguridad. No sabemos cómo lo van a hacer, a simple vista parece una propuesta totalmente inconsistente.
Si se parte de la base que el Estado es un paquidermo que asfixia a los sectores productivos y que este debe reducirse a la mínima expresión, es lógico el planteo realizado por Talvi de que “sobran” 100.000 funcionarios públicos. Aclaremos: un cálculo realizado “a ojito” sin ningún sustento técnico que lo respalde; es ideología pura. La reducción del gasto en la que tanto insiste todo el arco opositor solo es posible reduciendo el gasto social, si se quiere tener un efecto de magnitud considerable. Salud, educación y prestaciones sociales son donde está la mayor cantidad de recursos y de “gasto”. Los propios funcionarios públicos que se han aumentado están en esos sectores, por lo tanto, por donde miremos el discurso de la oposición se espera una reducción drástica o gradual de todo este paraguas y red social que se ha creado en estos años.
Desarticularlo es de manera evidente el objetivo.
Solo la continuidad de este gobierno asegura un manejo responsable y adecuado del déficit fiscal en tiempos acordes y con la garantía de continuar con las políticas sociales como hasta ahora.
El triunfo de la oposición echará a andar otro proyecto de país que ya hemos probado y dio resultados pésimos. Volver al pasado no es medicina recomendable.