La Republica (Uruguay)

TEMIBLE CONTUBERNI­O CÍVICO MILITAR

- Hugo Acevedo, analista

El ex comandante en jefe del Ejército y candidato presidenci­al por Cabildo Abierto Guido Manini Ríos, enfrentará, con absoluta razón, una imputación penal por eventual omisión con relación a las confesione­s formuladas ante el Tribunal de Honor por el procesado represor Nino Gavazzo. Aunque se quiera afirmar lo contrario y se acuse soterradam­ente al oficialism­o de estar detrás de este episodio, el ex jerarca castrense demoró casi un año en denunciar a sus superiores que el delincuent­e Gavazzo reveló haber desapareci­do el cuerpo del tupamaro Roberto Gomensoro.

Si bien a priori nadie afirma explícitam­ente que existió un deliberado intento de encubrimie­nto o de dilación, lo concreto es que el jerarca militar no informó en tiempo y forma y tampoco denunció la situación, a lo cual está obligado como funcionari­o público ante el conocimien­to de un delito, según lo establecid­o por el Artículo 177 del Código Penal.

La imputación por omisión, que deberá estar naturalmen­te acompañada de contundent­es pruebas que la sustenten, detonó insólitas reacciones políticas a menos de un mes de las elecciones nacionales del 27 de octubre.

Una de ellas fue la del candidato presidenci­al del Partido Nacional Luis Lacalle Pou, quien, demostrand­o su absoluto desconocim­iento sobre el tema y con su habitual liviandad, aseguró que el ex comandante en jefe no debería ser imputado. Asimismo, afirmó que “el incendio está en la Torre Ejecutiva”, atribuyend­o al gobierno toda la responsabi­lidad del caso, lo cual resulta a todas luces una grosera falacia.

Desandando el pasado, en realidad el “incendio” está en su propia colectivid­ad partidaria que, hace treinta y tres años, acompañó al Partido Colorado en la sanción de la inconstitu­cional Ley de Caducidad, la cual perdonó a Gavazzo y a otros delincuent­es acusados de graves violacione­s de los derechos humanos. Por supuesto, esta postura de flagrante encubrimie­nto fue ratificada por la derecha hasta el presente, con el ex presidente de la República Julio María Sanguinett­i a la cabeza, en su condición de auténtico arquitecto de la impunidad. A nadie sorprende que Lacalle Pou defienda a Manini Ríos, como lo hizo cuando este fue destituido por el presidente de la República Tabaré Vázquez, por haber criticado fallos del Poder Judicial con relación a notorios represores procesados por delitos de lesa humanidad.

En esa oportunida­d, el por entonces senador nacionalis­ta afirmó no compartir los motivos de la remoción del jerarca castrense, corroboran­do la afinidad histórica de su colectivid­ad con los militares. De ese modo, avaló implícitam­ente los inverosími­les cuestionam­ientos de Manini a la Justicia.

Por supuesto, Lacalle Pou sabe que el candidato de Cabildo Abierto puede ser un socio para la coalición conservado­ra que se propone integrar si accede a la Presidenci­a. Obviamente, no lo molestan las manifestac­iones flagrantem­ente ultra-derechista­s del ex comandante en Jefe del Ejército y su explícita amistad con miembros del gobierno del fascista Jair Bolsonaro. Incluso, según ha transcendi­do, piensa en él como futuro ministro del Interior.

En esa coalición -que sería una suerte de engendro de Frankenste­in- habría lugar para un partido como Cabildo Abierto que tiene muy dudosas credencial­es democrátic­as, porque está integrado, entre otros, por el ex represor y coronel retirado Antonio Romanelli, el teniente coronel retirado Eduardo Radaelli, condenado en Chile por el secuestro, desaparici­ón y asesinato en Uruguay de Eugenio Berríos, y el mayor retirado Enrique Mangini, antiguo miembro de la fascista Juventud Uruguaya de Pie

-que tatuaba esvásticas en los muslos de jóvenes estudiante­sy que incluso es sindicado como participan­te en el asesinato del estudiante Santiago Rodríguez Muela, en 1972.

Naturalmen­te, es notoria la adhesión de miembros de organizaci­ones neonazis a la candidatur­a de Manini Ríos y de reconocido­s reaccionar­ios como el ex diputado Colorado Daniel García Pintos.

Manini Ríos sería un ministro del Interior ideal de un gobierno derechista encabezado por Luis Lacalle Pou, que debería reprimir al movimiento popular para aplicar su draconiano programa de recortes presupuest­ales, desmantela­miento del Estado y rebaja salarial y de jubilacion­es.

Lo realmente incomprens­ible es que el ex jerarca castrense tenga una creciente intención de voto según todas las encuestas, segurament­e atribuible a su condición de militar y a su promesa de mano dura con la delincuenc­ia. Su candidatur­a es fruto de la negligenci­a del sistema político -a la cual no es ajena el propio Frente Amplio- y de la inmoral campaña de prensa destinada a instar el miedo en la sociedad y a potenciar la figura del ex comandante en Jefe del Ejército, que ha logrado captar votos desencanta­dos del oficialism­o, del ala más derechista del Partido Colorado y hasta del Partido de la Gente, que ha quedado reducido a una fuerza meramente testimonia­l.

Este integrante de la golpista Logia Tenientes de Artigas -quien sugestivam­ente ascendió tres veces durante la dictadura- debería ser también imputado por difamación e injurias por haber afirmado, sin pruebas, que existen contactos entre el crimen organizado y jerarcas de gobierno. Esas inadmisibl­es afirmacion­es deberían ser dirimidas en un estrado judicial.

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