“Guasón”, ¿Por qué quedamos tan serios?
La película de Christopher Nolan cuenta la historia de uno de los villanos a los que enfrenta Batman; se puede ver en los cines de nuestro país.
Viene a ser uno de los acontecimientos cinematográficos del año. Al haber conquistado el León de Oro a la Mejor Película en el Festival de Venecia (donde el Jurado era presidido por Lucrecia Martel), el filme de Todd Phillips se catapultó definitivamente a la fama consagrando a Joaquín Phoenix en su rol del Joker desquiciado, a la vez que acaparaba titulares por todos los rincones del globo.
Curiosamente Phoenix no ganó como Mejor Actor (aunque es previsible una candidatura al Oscar) más allá que todo el peso del largometraje se apoya en un desempeño que le insumió un intenso desgate psico-físico. Es, sin dudas, una película diferente. Se nutre de la historia básica del comic ideado por Bob Kane -el creador de Batman- y la retroalimenta a través de un thriller psicológico pesado y decadente. Una diferencia notoria, precisamente, es establecer la biografía del villano más célebre de la historieta y registrar su demencia en un proceso sin filtro. Aquí, lo central está en el desempeño del protagonista y una desintegración moral que lo precipita al desastre en medio de un contexto hostil como Ciudad Gótica. Una metrópolis que bien puede simbolizar la deshumanización del prójimo frente a las brechas insalvables que dividen al mundo. Por supuesto que muchos van a establecer comparaciones -sobre todo con la representación enloquecida que Heath Ledger brindó en “El Caballero de la Noche”- pero las intenciones de Phillips distan bastante de un esquema relativo a los superhéroes. Este guasón no es un genio del hampa sino un ser perturbado que estalla horrible cuando la última gota rebasa la copa. Un descalabro que se registra de forma gradual, como en cascada, y sin mayor piedad para con el espectador.
Más sombría
Quienes esperen ver un filme al estilo de Christopher Nolan, van a salir defraudados; la prensa ya se ha encargado de marcar influencias notorias como la de“Taxi Driver”y“The king of comedy”que vuelcan la propuesta hacia un costado mucho más sombrío. Este largometraje plantea un golpe de realismo sucio sin atenuantes que ofrece una de las mejores actuaciones en lo que va del año. Como frutilla de la torta, Robert de Niro también pone la suyo protagonizando a un conductor televisivo de la década de los ochenta con la habitual solvencia camaleónica que lo caracteriza. Al final de la proyección, alguien puede preguntar (como el Joker de Ledger) por qué el auditorio queda tan serio. Es que resulta difícil poner una sonrisa en esas bocas luego de la pesadilla. Último punto: es una realización impresionante, aunque no creo que sea una obra maestra. Quién sabe. A lo mejor, dentro de unos años la veo de nuevo y cambio de opinión. Vale.