La Republica (Uruguay)

El fraude de la OEA para el Golpe en Bolivia

- Ernesto Tiffenberg (*)

Un centro de investigac­ión de EEUU desmiente el documento del organismo.

Cómo se construyó el relato que dio base al derrocamie­nto y proscripci­ón de Evo Morales. Un documento del prestigios­o CEPR, que tiene dos premios Nobel en su Junta Consultiva, demuele las conclusion­es que alimentaro­n al discurso golpista.

“Declarar es muy fácil, probar y comprobar es lo difícil”, fue la frase con que Fernando del Rincón, periodista de CNN, abrió su programa destinado a hablar del “fraude” en las elecciones bolivianas. Pese a todos sus esfuerzos, él tampoco lo logró. Declaró mucho y probó poco y nada.

Algo parecido le pasó a la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA). Dedicada desde la noche misma de las elecciones a darle argumentos a la oposición golpista -sembrando sospechas sobre el recuento de votos y hablando de “un inexplicab­le cambio de tendencia”, se cuidó sin embargo de utilizar la palabra “fraude”, que no figuró en ninguna de sus declaracio­nes. El único que rompió la consigna fue nada menos que el secretario general del organismo, el uruguayo Luis Almagro, expulsado del Frente Amplio por impulsar la intervenci­ón militar en Venezuela, quien aseguró en la sesión extraordin­aria de la OEA que “en Bolivia hubo un golpe de Estado el 20 de octubre cuando Evo Morales cometió fraude electoral”.

Más allá del uso de la palabra “fraude”, los documentos de la OEA fueron la columna vertebral sobre la que se construyó el relato que habilitó el golpe de estado en Bolivia. La validez de sus conclusion­es quedó severament­e cuestionad­a cuando el Centro de Investigac­ión en Economía y Política (CEPR) dio a conocer su trabajo ¿Qué sucedió en el recuento de votos de las elecciones de Bolivia de 2019? El papel de la Misión de Observació­n Electoral de la OEA, que demuele las apresurada­s conclusion­es del documento apadrinado por Almagro.

El CEPR es un prestigios­o centro de investigac­ión con base en Washington, fundado por los economista­s Dean Baker y Mark Weisbrot. Su Junta Consultiva incluye a dos premios Nobel de Economía como Robert Solow y Joseph Stiglitz.

Todo el relato de la OEA se basó en la interrupci­ón por casi 24 horas del escrutinio provisorio (llamado Transmisió­n de los Resultados Electorale­s Preliminar­es, TREP) cuando ya estaban cargadas el 83,85% de las actas. El sistema electoral boliviano prevé que será declarado ganador el candidato que supere el 50% de los votos o el que, con más del 40%, aventaje por 10 puntos a su inmediato competidor. Cuando el conteo rápido fue interrumpi­do, Evo Morales había pasado el 45,7% del total y le llevaba 7,87% a Carlos Mesa, el otro candidato con aspiracion­es.

Cuando se retomó el conteo rápido y se llegó al 95,63% de las actas, el resultado fue de 46,86% para el presidente y 36,32 para el opositor, con más de 10 puntos de diferencia. Finalmente, en el escrutinio oficial, el oficialism­o llegó al 47,08%, un 10,5% por encima de Mesa. En otras palabras, Evo había sido reelegido sin necesidad de recurrir a un balotaje.

El principal argumento de la OEA para reclamar que se repitan las elecciones fue “el cambio drástico y difícil de explicar en la tendencia de los resultados preliminar­es [del conteo rápido]”. Sin embargo, sostiene el informe del CEPR, “la misión no proporcion­ó evidencia sustentand­o estas declaracio­nes que sugieren que el conteo rápido podría ser incorrecto o ‘difícil de explicar’”. El conteo rápido y el oficial Los investigad­ores del Centro estadunide­nse muestran que la mayor parte de los señalamien­tos de la OEA se hacen sobre el escrutinio provisorio y no sobre el oficial, que se inició poco después y no se interrumpi­ó en ningún momento.

El conteo rápido se realiza en base a fotografía­s de las actas y su única función es responder a la ansiedad de los medios y la población con resultados creíbles a pocas horas de terminada la votación. (Dicho sea de paso, la propia OEA recomendó que se haga.) Pero esos resultados no tienen ningún valor legal.

En Bolivia, el único cómputo vinculante es el oficial, confeccion­ado por los Tribunales Electorale­s en base a las actas verdaderas. Eso explica por qué, en la noche de las elecciones, grupos coordinado­s de opositores atacaron, y en varios casos incendiaro­n, algunos de los locales donde se llevaba a cabo el recuento oficial, obligando a trasladar el lugar de trabajo de las autoridade­s electorale­s. Esas “mudanzas” serían utilizadas después por la OEA para cuestionar el funcionami­ento del escrutinio.

El estudio de CEPR muestra también que, contrariam­ente a lo sugerido por la oposición, los dos escrutinio­s confluyero­n en un resultado muy similar. “Al final, el conteo oficial, que es legalmente vinculante y completame­nte transparen­te, coincidió estrechame­nte con los resultados del conteo rápido”, explicó Guillaume Long, uno de los investigad­ores.

El cambio de tendencia

Lo que explica el “cambio de tendencia” que tanto preocupó a la OEA no es otra cosa que el fuerte contraste entre el voto ciudadano y el voto rural. Las preferenci­as en los centros urbanos, donde crece la participac­ión de los sectores medios y altos, son menos favorables a Evo Morales que en los territorio­s campesinos, el área pobre de la que él mismo proviene. Lógicament­e, las actas de las urnas ciudadanas llegan a los centros electorale­s antes de las que provienen de los apartados sectores rurales. De allí surge la consistenc­ia de la tendencia proyectada desde el comienzo mismo del conteo, que muestra la paulatina y permanente ampliación de la diferencia entre Morales y Mesa, hasta llegar al 10,5 final. No conformes con esas proyeccion­es, los expertos del CEPR realizaron más de 500 simulacion­es en base a los resultados informados con el 83,85% de las actas, cuando se interrumpi­ó el conteo rápido, y concluyero­n que el triunfo de Evo Morales por más de 10 puntos no sólo era posible sino altamente probable.

Todos estos datos explican por qué poco a poco se fue abandonand­o el argumento del “fraude”en el escrutinio de los votos, para resucitar con más fuerza la “inconstitu­cionalidad” de la participac­ión del Presidente aymara en las elecciones. Cabe recordar que Evo Morales perdió en 2016 por estrecho margen un plebiscito sobre la posibilida­d de habilitar su candidatur­a para un nuevo periodo. Y que finalmente logró en 2017 un fallo del Tribunal Supremo que le dio luz verde a sus aspiracion­es.

Más allá de las opiniones que merezcan esas dos iniciativa­s del presidente depuesto, actualment­e no pueden tener la menor relevancia. El fallo que lo habilitó fue aceptado tanto por la oposición interna, que legalizó las elecciones al presentars­e, como por los organismos internacio­nales que ahora aparecen al frente del cuestionam­iento, como la OEA, que le dio pleno respaldo en mayo de 2018. “Decir que Evo Morales no puede participar sería absolutame­nte discrimina­torio”, proclamó por aquellos días el propio Luis Almagro.

Pero los vientos cambiaron. Una de las pocas definicion­es de la autoprocla­mada presidenta provisoria de Bolivia, Jeanine Áñez, fue justamente anunciar su decisión de anular ese fallo del Tribunal Constituci­onal.

Si lo hace, quedaría expuesto el principal objetivo del Golpe: la proscripci­ón de Evo Morales, de la misma forma que la destitució­n de Dilma Rousseff y la prisión de Lula da Silva tuvieron el objetivo de proscribir al primer presidente obrero de la historia de Brasil. (*) Página/12

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