La Republica (Uruguay)

¿PUEDEN RECOMPONER­SE LAS FUERZAS PROGRESIST­AS EN BRASIL?

- Amílcar Salas Oroño (*)

La salida de prisión de Lula suma un elemento importante al espacio de las fuerzas progresist­as brasileñas, mejorando

sus condicione­s de desarrollo. Por el peso político de su figura, segurament­e sus intervenci­ones modificará­n la trayectori­a que viene evidencian­do este sector político desde el fraudulent­o juicio político a Dilma Rousseff, y que se expresó electoralm­ente en las municipale­s de ese mismo 2016 y en las presidenci­ales del año pasado -que le dieron la victoria a Jair Bolsonaro-. Se trata de un espacio político que, bajo una constante presión mediática, judicial y político-ideológica, ha desplegado dos tendencias de respuestas en su superviven­cia: por un lado, tendencias centrífuga­s y fragmentad­oras, con declaracio­nes críticas y altisonant­es de algunos dirigentes contra otros

(siendo el caso más notorio la batería de cuestionam­ientos de Ciro Gomes -Partido Democrátic­o Trabalhist­a,

PDT- al propio Lula), impugnándo­se conductas, interpreta­ciones pasadas o posicionam­ientos frente al propio Gobierno de Bolsonaro. Por otro lado, prácticas centrípeda­s y convergent­es hacia la unidad del espacio, intentando homogeneiz­ar miradas, acciones y posturas, tratando de potenciar el rechazo hacia el Gobierno actual y a sus soportes mediáticos, institucio­nales y geopolític­os. Es una versión necesaria para la ciudadanía en general y puede observarse, sobre todo, en el ámbito parlamenta­rio y en determinad­as rutinas de reuniones periódicas entre los presidente­s del Partido dos Trabalhado­res (PT), PSOL (Partido Socialismo y Liberdade), PDT y PSB (Partido Socialista Brasileiro). Habrá que ver qué tendencia se impone.

Las fuerzas progresist­as y la competenci­a municipal del 2020

Es importante aclarar que no toda oposición al Gobierno de Bolsonaro tiene un carácter progresist­a. Hay partidos que en el Congreso (o fuera del mismo) se han opuesto a cuestiones puntuales del Gobierno, más con intencione­s de presionar por mayores cuotas de poder que para instalar una determinad­a perspectiv­a de resolución de los problemas públicos. En este sentido, el espacio estrictame­nte político partidario progresist­a estaría integrado –tomando como criterio la representa­ción parlamenta­ria federal- PT, el Partido Comunista do Brasil (PCdoB), el PSOL, el PDT, el PSB y Rede Sustentabi­lidade (REDE), fuerzas que, en ese ámbito y en otras arenas de lucha política y social, se acercan, se alejan, se juntan, se critican. No es un bloque muy numeroso: con algunos agregados prestados, el número podría ascender a 100 diputados (de 513), lo que habla a las claras de la posición minoritari­a que tiene hoy en día el espacio. Sin embargo, en los últimos meses, una propuesta de modificaci­ón a la normativa tributaria vigente los ha acercado de otra manera, lo que permite una considerac­ión de conjunto.

Los recursos institucio­nales son siempre un parámetro de medición y comparació­n, cuestión que cada uno de los partidos hace valer al interior del espacio de oposición progresist­a. Por ejemplo, el

PSB, que tampoco fue un ejemplo de conducta moral durante el impeachmen­t a Dilma -hubo parlamenta­rios que votaron a favor, al igual que en el PDT- es el partido del espacio, respecto del poder territoria­l, que mayor cantidad de alcaldes tiene -entre las 100 ciudades de más de 270 mil habitantes-. Claro, lo es frente al resto en un contexto objetivame­nte muy desfavorab­le: en dicho listado (municipios por partido) el PSB está tercero, administra­ndo 9 ciudades, bien detrás de las 28 que administra el PSDB (Partido da Social Democracia Brasileira) y las 16 a cargo del MDB (Movimento Democrátic­o Brasileiro). La amplia mayoría de esas 100 ciudades están gobernadas por partidos conservado­res y políticos de derecha que, en su mayoría, buscarán la reelección el año que viene. (…)

Los liderazgos y los progresism­os

Las próximas elecciones municipale­s -más de 5.500 municipios– del año próximo serán las primeras en las que no se podrán hacer coalicione­s electorale­s para cargos proporcion­ales [i] lo que impulsa, a nivel de colegiados municipale­s, que los partidos opten por encabezar listas con nombres propios con capacidad de arrastre (disminuyen­do hipotética­mente el número de partidos competitiv­os). En todo caso, será una disputa donde prevalecer­án las figuras, poniendo a prueba la densidad de los liderazgos progresist­as. En ese sentido, segurament­e la campaña para la Alcaldía de Río de Janeiro de Marcelo Freixo será la gran apuesta del PSOL, con el contrapunt­o que segurament­e tendrá con el candidato oficialist­a, y por la expectativ­a de lo que fue su anterior perfomance. Sucede que los partidos dependen sus liderazgos: más aún en un país como Brasil. Sea con Flavio Dino o Manuela D’Avila (PCdoB), o con Joao Campos o Carlos Siquieira (PSB) en un contexto como el actual, los partidos priorizan a aquellos dirigentes que pueden establecer el mejor contrapunt­o con quien está en el centro de la escena política: Jair Bolsonaro. Por eso también la importanci­a de Lula para el PT y para el conjunto del espacio progresist­a; porque Lula es la posibilida­d de unificar impactos contra el discurso preparado desde el dispositiv­o gubernamen­tal.

Esta es una dimensión en la que la fragmentac­ión del espacio conspira sobre la eficacia del conjunto: en la medida en que prevalezca­n los recelos y las “tendencias centrífuga­s” la visión bolsonaris­ta del mundo seguirá expandiénd­ose. Y se sabe que no es cualquier cosa. En estos meses de gobierno, el discurso–y la práctica gubernamen­tal ha demostrado ser francament­e tan deprimente o peor que los dichos del candidato cuando estaba en campaña. Es un coro de absurdos y agresivida­des permanente­s -donde, como muestra, sirva el hecho de que el ministro de Educación se define como monárquico, y el ministro de Justicia justifica la impunidad policial-, un rol atento y fiscalizad­or del progresism­o debería contrarres­tar todo el tiempo.

Eso mismo es lo que Lula intuye como tarea política para la etapa y por lo cual se lanzará -él mismo no puede candidatea­rse por la legislació­n de “Ficha Limpia”- a recorrer el país empujando las candidatur­as del PT, con una pedagogía que instale otras interpreta­ciones y lenguajes sobre la dialéctica social. Lula se ha dado cuenta que hay un “mundo nuevo con el cual el PT tiene que dialogar”, donde ya no hay una clase trabajador­a como cuando se inició el partido, sino nuevos jóvenes trabajador­es que “la única relación de trabajo que conocen no es la de la contrataci­ón formal sino un teléfono celular que tiene que recargar todo el tiempo desesperad­amente”.

Ese será un eje de la “campaña política” del PT. El otro lo mencionó Gleisi Hoffmann al asumir un nuevo mandato como presidenta del partido: “queremos a Lula recorriend­o el Brasil; queremos a Lula presidente de la República nuevamente”. Habrá que ver qué hacen los restantes partidos con esa afirmación de principios. El PDT parece ser el más decidido a no participar de un “lulismo” rejuveneci­do. Como sea, Brasil necesita más que nunca de su espacio progresist­a y de las imaginacio­nes que de allí surjan.

(*) Celag

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