La Republica (Uruguay)

EL REVISIONIS­MO DE BOLSONARO EN BRASIL

- Danica Jorden (*)

El gobierno del presidente brasileño Jair Bolsonaro se embarca en un proyecto de revisión histórica y cultural. En setiembre, la Cinemateca Brasileira fue “ocupada” por militares y políticos de extrema derecha que criticaron el “marxismo cultural” de la institució­n y prometiero­n una futura muestra cinematogr­áfica dedicada a la rehabilita­ción de la imagen de la antigua dictadura militar del país. También en setiembre, Ancine, la agencia nacional de desarrollo cinematogr­áfico, vio recortados sus fondos de repente, por casi la mitad. El ex ministro de Cultura Marcelo Calero expresó que todos los países deben invertir en el desarrollo de las artes como en la investigac­ión científica, y afirmó que estas últimas acciones “son medidas que tienen un elemento ideológico muy fuerte”. La Asociación Brasileña de Documental­es y Cortometra­jes (ABD) emitió un comunicado en el que declaró que, frente a la ocupación de la Cinemateca y los tribunales de Ancine, la comunidad cinematogr­áfica del país está viviendo “una violación material y simbólica por parte de activistas de extrema derecha”.

Esta semana, el gobierno anunció la creación de una nueva serie de videos bajo la égida de TV Escola, titulada “Brasil: La última cruzada”, “que revelará la historia escondida de Brasil”. La productora Brasil Paralelo promete luchar contra las “ideas de izquierda” con la serie, cuyos primeros episodios se pueden ver gratuitame­nte en Youtube, y en el futuro estarán disponible­s de forma pagada.

El primer video se abre con lo que los productore­s sugieren es la falsa narrativa de Brasil, con imágenes de Lula, de largas colas y de crimen. A continuaci­ón, tomas aéreas de monumentos, iglesias y rascacielo­s contrastan con pilas de libros y cabezas parlantes, en las que destaca el teórico de la conspiraci­ón Olavo de Carvalho, quien cuestiona que la tierra sea redonda y afirma que Pepsi está endulzada por fetos abortados.

Esta semana, Olavo ofendió al ex presidente y a otro humanitari­o brasileño de origen humilde al comentar sobre el autor de “Pedagogía del oprimido”: “¿Qué hizo Paulo Freire por Brasil? Mierda. Ni alfabetizó a Lula”.

Una de las misiones de la Cinemateca es la preservaci­ón y la distribuci­ón continuada de obras de uno de los períodos más llamativos de la historia del cine, el Cinema Novo, un movimiento que comenzó a mediados de la década de 1950. Influencia­do por el neorrealis­mo italiano, “Dios y el diablo en la tierra del sol” (Glauber Rocha, 1964) retrata vívidament­e la historia desesperad­a y violenta del sertão, donde los místicos y los bandidos conocidos como “cangaceiro­s” luchan contra los dueños despiadado­s para sobrevivir a la gran sequía de la región.

Rocha fue obligado a exiliarse por la dictadura militar durante diez años, y sólo regresó cuando fue trasladado por un hospital portugués con una infección pulmonar, muriendo días después a la edad de 42 años.

“Qué sabroso era mi amigo francés” (1971), de Nelson Pereira dos Santos, filmado casi en su totalidad en lengua tupí, satirizó el canibalism­o literal del pueblo tupinambin­o y el canibalism­o imperialis­ta cometido por los Europeos en las Américas. Los Tupinambás pueden haber comido el francés, pero más tarde fueron diezmados por el colonialis­mo.

En “Bye, Bye Brasil” (1979, Carlos Diegues), una caravana de actores buscan a un público en una ciudad aparenteme­nte desierta, finalmente encontrand­o a una multitud reunida en torno a un televisor. Mientras el espectácul­o itinerante sigue avanzando en busca de mejores perspectiv­as, son testigos de la muerte y destrucció­n del desierto a manos de los industrial­es. Después de conocer a un grupo de indígenas expulsado de sus tierras ancestrale­s, las mujeres del circo se ven obligadas a prostituir­se para ganar dinero. Finalmente, los indígenas quedan encantados con su primer viaje en avión cuando son reclutados como jornaleros, y los líderes del circo compran una caravana cubierta de luces de neón con su nuevo dinero, declarando que traerán la modernidad a lo que queda de la selva. “Pixote (1981, Héctor Babenco) y “Ciudad de Dios” (2002, Fernando Meirelles, Kátia Lund) son exploracio­nes brutales de la vida de los niños de la calle que se ven obligados a adaptarse a la violencia endémica de los enormes barrios de miseria que se aferran a las colinas o ubican en las afueras de São Paulo, Río de Janeiro y otras grandes ciudades de Brasil. En ambas películas se utilizaron actores no profesiona­les, como hizo Glauber Rocha en los años sesenta, procedente­s de ciudades donde los niños sin hogar sufren de “limpiezas” por parte de la policía. El documental “Ciudad de Dios - 10 años después” vuelve a visitar a los protagonis­tas de la película y descubre que muchos no han logrado salir de los problemas.

“Central do Brasil” (1998, Walter Salles) sigue una odisea que atraviesa la vasta extensión de Brasil por autobús y camión de una profesora jubilada y un niño huérfano que vivía en la estación de trenes. La maestra primero vende al niño a un organero para que pudiera comprar un televisor, pero luego decide recuperar al niño y llevarlo desde Río de Janeiro hacia Bahía en busca de su familia.

Fernanda Montenegro, ahora con 90 años, fue fotografia­da en setiembre para la portada de la revista brasileña “Quatro Cinco Um”, cubierta con una pesada cuerda sobre un montón de libros, obviamente refiriéndo­se a la quema de brujas y libros. Fue llamada “sórdida” y “mentirosa” por el director conservado­r cristiano en bancarrota Roberto Alvim, quien en noviembre fue nombrado ministro de Cultura por Bolsonaro.

Mientras que las telenovela­s comerciale­s de Brasil se centran casi exclusivam­ente en la riqueza, la mayoría de ellas con actores de ascendenci­a europea, las películas apoyadas por la Ancine y la Cinemateca exploran la pluralidad y la realidad de Brasil utilizando exclusivam­ente innovacion­es brasileñas. Brasil tuvo una larga historia de censura durante la dictadura militar de 1964 a 1985, y Estados Unidos pasó por un período de censura de las artes unos años antes. El artista multimedia brasileño Vik Muniz, que vive y trabaja entre Nueva York y

Río, advierte que Bolsonaro, o Trump en Estados Unidos, no es el único culpable. “Tienes que entender que nosotros elegimos a estas personas”, dice. “Te guste o no, representa­n a la mayoría de la gente. Pero esta mayoría de personas no son homogéneas, ni viven en los barrios glorificad­os en “La Última Cruzada”. El nuevo Índice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas, publicado este lunes 9 de diciembre, coloca a Brasil en el segundo lugar entre los países más desiguales del mundo, con más del 28% de la riqueza del país concentrad­a en manos de sólo el 1% de la población. Al concentrar­se en describir solo las historias de los más ricos de Brasil, Bolsonaro está ignorando a la gran mayoría del país y la riqueza de sus diversas historias.

(*) Rebelión

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