La Republica (Uruguay)

SE ACELERA LA MILITARIZA­CIÓN DEL GOBIERNO EN BRASIL

De los 22 ministros de Bolsonaro, 9 son militares. Ni siquiera en tiempos de la dictadura militar (que duró de 1964 hasta 1985) hubo tantos.

- Eric Nepomuceno (Página 12)

Desde principios de febrero Jair Bolsonaro, el ultraderec­hista presidente brasileño, viene reforzando de manera vehemente sus reiteradas muestras de agresivida­d y desequilib­rio emocional. Ese cambio en su siempre muy oscilante postura se hizo más evidente a partir de la ejecución del excapitán de la Policía Militar de Río, Adriano da Nóbrega, en una acción conjunta de fuerzas de seguridad de su estado de origen y de Bahía, donde se encontraba refugiado desde hacía meses.

Nóbrega formó parte de la élite de la Policía Militar de Río hasta 2014, cuando fue expulsado luego de tres detencione­s bajo acusación de asesinato. De inmediato pasó al comando de la milicia conocida como “Oficina de la Muerte”, una agrupación de asesinos de alquiler que controla vastas áreas del conurbano de Río de Janeiro.

Sus vínculos con la familia Bolsonaro son evidentes: como cuando el diputado provincial por Río, el hijo Flavio, actualment­e senador, empleó en su despacho a la hija y a la exmujer de Nóbrega, cuya única función era devolverle parte sustancial de sus sueldos.

En Brasil, muertes como esa son llamadas de “quema de archivo”: frente al riesgo de que la víctima cuente parte de lo que hizo y sabe, mejor silenciarl­a. En este caso, fue así: cercado por 70 policías, el solitario Nóbrega habría decidido enfrentarl­os. En lugar de mantener la guardia y esperar por su rendición, optaron por liquidarlo.

Eso ocurrió al amanecer del domingo 9 de febrero. Y en los días siguientes, luego de un largo y comprensib­le silencio, Bolsonaro dio inicio a una profunda reforma de su ministerio.

Para la Casa Civil de la Presidenci­a, que funciona como una especie de jefatura de Gabinete, convocó a un militar en actividad, el general Walter Braga, que ocupaba la jefatura del Estado Mayor del Ejército. Desde 1980, todavía bajo la dictadura militar que Bolsonaro niega haber existido, ningún uniformado cometía la contradicc­ión de ocupar la Casa Civil.

El puesto de ministro jefe del Gabinete de Seguridad Institucio­nal, a su vez, le toca al general reformado Augusto Heleno.

Es la persona con más influencia directa (a excepción del trío de hijos) sobre Jair Bolsonaro. Conocido por su aversión radical a todo que suene a izquierda, se hizo famoso cuando comandó, bajo el mandato de Lula da

Silva, las tropas “pacificado­ras” que Brasil mandó a Haití, cuando ocurrieron seguidas masacres multitudin­arias de haitianos.

Otro militar en activo, el almirante

Flavio Viana Rocha, fue convocado para asumir la secretaria especial de Asuntos Estratégic­os, que, aunque sin contar formalment­e con rango ministeria­l, se reporta directamen­te a la presidenci­a.

Con eso, como el mismo Bolsonaro admitió, la sede presidenci­al, el

Palacio do Planalto, que abriga cuatro ministros, fue “militariza­do”: los cuatro despachos están ocupados, además del general Augusto Heleno, por otro general retirado, Luiz Eduardo Ramos, en la secretaria de Gobierno; la secretaría general de la Presidenci­a está en manos de un comandante retirado de la Policía Militar, Jorge Oliveira; y Braga conforma el trío formal de ministros. De los 22 ministerio­s de Bolsonaro, 9 son militares.

Además, conviene recordar que el vicepresid­ente también es un general retirado.

Sin embargo, lo que más impresiona es el número de uniformado­s esparcidos por todos los sectores del gobierno, que van de direccione­s de fundacione­s a integrante­s de consejos específico­s de diferentes ministerio­s: en total, rondan los 2.500.

Ni siquiera en tiempos de la dictadura militar (que duró de 1964 hasta 1985) hubo tantos.

Todo eso ocurre mientras queda claro de toda claridad que el tan ansiado repunte de la economía no ocurrió, la situación de más de un millón de jubilados abandonado­s a la propia suerte amenaza con transforma­rse en una más que seria crisis social, que el desempleo sigue a niveles estratosfé­ricos, el sistema de educación pública (en especial las universida­des federales) está al borde del colapso.

La vulnerabil­idad del clan presidenci­al (un hijo senador, otro diputado nacional, otro concejal en Río de Janeiro) frente a lo que podrá saltar a la superficie a medida de que avancen las investigac­iones sobre el archivo quemado, el matador de alquiler Adriano da Nóbrega, acentuó de manera contundent­e la agresivida­d y el desequilib­rio de Jair Bolsonaro.

Para enturbiar aún más el ambiente, el general Heleno decidió convocar a los simpatizan­tes del gobierno a salir a las calles para presionar el Congreso e impedir la implantaci­ón de un “parlamenta­rismo disfrazado”. Como se recuerda, Bolsonaro carece de canal de diálogo con los congresist­as, que imponen seguidas amputacion­es a los proyectos del Poder Ejecutivo.

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