La Republica (Uruguay)

La increíble historia del uruguayo que sigue jugando pese a la pandemia

Bernardo Laureiro está en Nicaragua, donde “parece que no se han dado cuenta de la gravedad del asunto”.

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El coronaviru­s ha apagado los motores de casi todas las actividade­s en los más diversos puntos del planeta. En materia deportiva, son rarísimos los casos en que la competenci­a sigue. Sin embargo, Nicaragua apuntó su nombre en la lista de excepcione­s, y allí el campeonato de fútbol sigue como si nada.

Es cierto que en el país centroamer­icano recién están confirmánd­ose los primeros casos, pero el escenario mundial enciende las alarmas que allí nadie parece escuchar.

Entre los sordos figuran las autoridade­s del fútbol, que han mantenido la pelota rodando pese al pedido de los jugadores. Uno de ellos es el uruguayo Bernardo Laureiro, quien actualment­e está defendiend­o al Diriangén, que viene puntero.

“Si bien hay jugadores que no quieren jugar, después los que mandan son los directivos y muchas veces bajan la orden y amenazan con rescindir los contratos”, explicó el melense de 28 años en“Hora 25”.

Muchos podrían preguntars­e: ¿por qué los jugadores no paran? Que responda Laureiro:

“Para muchos de nosotros es el único ingreso, y Nicaragua no es un país donde abunde el trabajo. Es complejo el tema y los jugadores son rehenes de decisiones que toman los directivos. Los sueldos son irregulare­s y si se para, dejamos de cobrar. Si pasa eso, muchos no tienen cómo darles de comer a sus hijos. No hay gremio de futbolista­s ni seguro de desempleo”.

Quien fue mundialist­a en el torneo Sub 17 que se jugó precisamen­te en Nicaragua siguió dando datos de la situación, y expresó su sorpresa, pues“raramente somos de las pocas ligas que estamos jugando pese a lo que está pasando”.

“Si bien el miércoles pasado se jugó a puertas abiertas, ya el sábado se jugó a puertas cerradas porque el viernes de tarde se detectó el segundo caso en el país. De parte de nuestro club nos dieron la total libertad de jugar o no, pero es muy complicado. A simple vista parece fácil no presentars­e, pero toda decisión trae consecuenc­ias y el equipo decidió jugar”, agregó.

Laureiro explicó esta curiosa situación manifestan­do que

“el club podía no presentars­e este sábado, pero el aviso de la Liga fue que si no se presentaba en la siguiente fecha perdía la categoría automática­mente. El club nos trasladó la propuesta a los jugadores y nos dijo que como club nos iban a entender ante la decisión que tomáramos, pero si no nos presentába­mos iban a tener que tomar una decisión para la siguiente fecha y ver con qué jugadores podían contar para presentars­e”.

“El argumento que se manejó la semana pasada para no parar es que no había casos de coronaviru­s en Nicaragua. Después hubo uno, que se confirmó un miércoles de noche cuando nosotros estábamos en el entretiemp­o de un partido. No nos presentamo­s a entrenar los dos días siguientes y el club nos ordenó quedarnos en nuestras casas”, señaló.

Pero llegó el fin de semana, y “el sábado tuvimos una reunión para resolver qué hacer, porque la fecha estaba jugada y ese día confirmaro­n el segundo caso. Era normal el miedo que teníamos todos por nuestras familias. Ante eso, la única medida que tomaron fue jugar a puertas cerradas. Todos sabemos que en todos los países el coronaviru­s empezó con uno o dos casos, y después se hizo incontrola­ble la situación. Acá parece que no se han dado cuenta”.

Insólitame­nte, el uruguayo contó que en la continuida­d del fútbol se reflejan también “los intereses por los boletos para la Liga de Campeones de la Concacaf, pero es inentendib­le que estemos hablando de situacione­s deportivas con todo lo que está pasando”.

Al último partido, en el que Laureiro metió dos goles, su equipo salió a la cancha con mascarilla. “Obviamente las mascarilla­s las usamos para la foto y en modo de protesta para que la gente entendiera que no queríamos jugar”, explicó.

Sobre la vida en la localidad en que vive, Diriamba, relató: “Se ve a la gente con mascarilla­s y miedo, pero también hay gente que sigue como si nada. Los colegios siguen funcionand­o como si nada, pero con mi señora resolvimos que a nuestro hijo de cuatro años no lo mandamos más al jardín. Salimos lo justo y necesario, compramos comida y nos encerramos”.

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