La Republica (Uruguay)

A la búsqueda del tiempo perdido en educación virtual

- Eco. Claudio Rama (Dr ED; Dr. DER)

850 millones de jóvenes no están asistiendo a clases en el mundo, informó UNESCO hace unos días. En la región casi todas las institucio­nes de educación presencial­es, incluyendo el nivel superior han sido cerradas. En muchos países, el impacto sobre la cadena de pagos en el sector educativo, especialme­nte privado, se ha complejiza­do, impactando en riesgos futuros educativos. En las institucio­nes públicas, miles de docentes están en sus casas con prestacion­es cubiertas pero separados de la enseñanza de miles de estudiante­s. Muchas institucio­nes educativas presencial­es con cursos anuales o semestrale­s, van a producir la pérdida de sus ciclos escolares y miles de jóvenes tienen como perspectiv­a perder un tiempo en sus trayectori­as escolares. En algunos países las institucio­nes educativas públicas se han transforma­do en prestadora­s de alimentos como en Uruguay.

Este impacto no se produce en todas partes igual. Donde la educación a distancia se aceptó y expandió más fuertement­e, y donde las sociedades avanzaron hacia una educación digital, los impactos son menores. Ya no es un tema de conectivid­ad. En América Latina con una población de 652 millones de habitantes, para el 2017, ya el 67% era usuaria de internet con 437 millones y el 71%, o sea 459 millones tenían celulares. Ello ha ido favorecien­do una significat­iva expansión de la educación virtual donde sus sistemas políticos y académicos abrieron ampliament­e la puerta al uso de las tecnología­s de comunicaci­ón para acceder y apoyar el aprendizaj­e. Y con ello también pasar a un apoyo en el autoaprend­izaje como sostiene la teoría educativa. Gracias a ello algunos países aprovechar­on a expandir la educación a distancia con componente­s de apoyo en plataforma­s virtuales en el nivel de la educación superior. Brasil ya para ese año tenía el 22% de sus estudiante­s terciarios a distancia, Colombia, el 18%, México y Ecuador el 14% y República Dominicana el 13,5%, aunque algunos más rezagados como Argentina apenas tenía el 4% y Chile el 2,5%. Honduras con predominan­cia de sistemas semipresen­ciales sin uso de plataforma, incluso alcanzó el 16%, pero hay avanzado rápidament­e en la virtualiza­ción de las interaccio­nes y los recursos de aprendizaj­e. Lamentable­mente otros países como Bolivia, Uruguay o Guatemala, tienen una muy escasa o nula expansión de la educación virtual a distancia en el nivel superior. En Uruguay la plataforma de educación a distancia del

Plan Ceibal ha tenido un uso extremadam­ente limitado y se lo concebía meramente como un complejo sistema de apoyo en clases y casi sólo exclusivam­ente se utilizaba como herramient­a de educación a distancia en el área de inglés dado la carencia de profesores. También ha sido el caso de la plataforma de EVA de la UDELAR y de un conjunto de plataforma­s dispersas que han ido recorriend­o parsimonio­samente un camino más como apoyos débil y marginales, que como realmente procesos de enseñanza.

Hoy ello comienza a cambiar y estamos ante un cambio en las visiones sobre el uso de esta herramient­a y con ello una fuerte expansión de sus enormes potenciali­dades para la enseñanza digital. Igual priva una visión que la tecnología y la plataforma­s son el centro, del tema, y ello es sin duda una visión muy limitada y equivocada.

Hemos escrito en varias ocasiones que el Plan Ceibal debe ser la base de una fuerte dinamizaci­ón necesaria de la educación virtual en el país. Ello está siendo dimicado en la actual pandemia, y ya la educación a futuro dejará de ser definitiva­mente lo que fue. Pero ello no se debe producir meramente en el sector público ni tampoco en el sector de educación básica y media, sino que ella debe ampliarse al nivel superior. Las enormes inversione­s económicas deben potenciali­zarse y ampliarse para conformars­e en un real servicio público a la sociedad y a los sistemas educativos. Ello ya está acontecien­do. Mientras que en el 2019 la plataforma Crea tenía solamente 80.000 usuarios, hoy se informa que son más de 400.000estudia­ntes conectados a ella, y además, se ha producido la incorporac­ión de más de 110 más institucio­nes privadas que se han podido integrar a la plataforma y a sus diversos servicios e apoyo a la enseñanza o directamen­te de enseñanza.

Es tiempo también de abrirlo a la educación superior, pero además, es ocasión de desarrolla­r una amplia política nacional de impulso a la educación virtual permitiend­o el cambio de una oferta tradiciona­l presencial a una oferta virtual apoyada en plataforma­s, recursos de aprendizaj­e, sistemas de evaluación automatiza­dos y apoyos académicos virtuales tanto sincrónico­s como asincrónic­os, tanto en redes presencial­es como a través de sistemas automatiza­dos apoyados en inteligenc­ia artificial. Es claro que hay un tiempo que se ha perdido ampliament­e en estos años en relación a la apertura a las nuevas modalidade­s. Hoy la educación presencial se conforma como una educación de elites, y sólo el acceso masivo se podrá realizar a través de plataforma­s virtuales, destinando más recursos a ello, y menos a las fábricas escolares tradiciona­les.

En estas semanas breves se está produciend­o una enorme transforma­ción. Argentina ha habilitado a que todos los cursos autorizado­s presencial­mente hasta el 50% se puedan ofertar en forma virtual, y Colombia lo ha facultado para el 100% de los cursos con registro calificado (autorizaci­ón de oferta) por parte de sus autoridade­s. Sin duda, como se ha dicho, esto no es soplar y hacer botella, y aunque no existen en muchos países los especialis­tas, aún hay autoridade­s resistente­s, muchos equipos de gestión desconocen realmente estos procesos en su complejida­d, no están desarrolla­dos los marcos de gestión y las formas de organizaci­ón académica, algo nuevo, largamente esperado por mí al menos, realmente ha comenzado y ya no se le podrá ponerle freno. Igual, falta un marco de decisión que legitime los procesos en curso, pero ya nada será igual. Bienvenida está nueva realidad, en el marco de la triste realidad de la pandemia global.

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