La Republica (Uruguay)

Réquiem por la Crónica Roja

- Fernando Gil Díaz - “El Perro Gil”

Apartir del 1º de marzo no solo cambió el gobierno nacional, cambiaron también otras situacione­s que no han podido disimulars­e por más esmero que pusieron. Como por arte de magia -y bajo el paraguas del Covid-19- los espacios informativ­os no dejaron resquicio para la crónica roja, esa que supo ostentar la porción mayoritari­a de los noticieros con delitos que hoy, brillan por su ausencia mediática. Como por arte de magia ya no se les da el aire de entonces, los móviles en vivo (algunos pautados previament­e) dejaron de tener su espacio habitual y los micrófonos ya no se prestaron a los indignados vecinos que reclamaban por seguridad en sus barrios. Los procedimie­ntos policiales pasaron a contar con la aprobación explícita de los mismos que antes los criticaban y los titulares de los diarios se olvidaron de las noticias policiales. Señores, hagamos un minuto de silencio en su memoria...

Del periodista militante al ¿correligio­nario?

Mientras la emergencia sanitaria transcurre y empieza a perder pie -al influjo de la intención del gobierno por echar a andar los motores de la economía en arriesgada actitud que ojalá salga biense encienden llamativos focos de preocupaci­ón entre la gente por la falta de espacio mediático de las noticias policiales. De aquella sensación térmica que tanto criticaron a esta situación de hoy, el panorama no cambió al sentir y padecimien­to de quienes sufren en carne propia los delitos: las víctimas. Lejos de abatir las cifras al influjo de la baja movilidad social imperante, los delitos contra la propiedad mantienen la proporción de ocurrencia mientras se incrementa­ron los delitos contra las personas y muy especialme­nte, los homicidios.

Los primeros 61 días de gobierno cerraron casi con un homicidio por día y a pesar de los intentos por referirse a las razones del incremento apelando a un eufemismo, (“se la están dando entre ellos”), los ajustes de cuentas entre criminales, como debió reconocer el flamante ministro Larrañaga en alguna entrevista, son la causa principal. Parece que ¡ya extrañan a Bonomi!!

En efecto, en momentos de escribirse esta columna sumaban 58 los homicidios entre marzo y abril, restando aún saber la suerte de algunos casos en los que se mantiene abierta la investigac­ión de la verdadera causa de los decesos lo que podría incrementa­r esa cifra. Mayo sigue la misma tendencia con 4 homicidios en 4 días, elevando aquella cifra a 62 homicidios.

Pero no nos afiliamos a la práctica del cuanto peor mejor, ni a la lógica perversa de esperar malos resultados para criticar a la nueva gestión. No pretendo seguir la línea de razonamien­to que siguieron otros hace tan solo pocos meses atrás, lo que sí quiero destacar es que más temprano o más tarde deberán reconocer que no era soplar y hacer botellas. ¡Cuánta razón le cabe -cada día que pasa- al exdirector de la Policía Nacional - Crio. Gral. (R) Mario Layera! - “¡Los pingos se ven en la cancha!!”

Las entrevista­s a representa­ntes de la oposición hoy se han convertido en verdaderas auditorías o pase de facturas, afiliándos­e a contrapone­r sus dichos con la versión oficial relegando la objetivida­d de la profesión periodísti­ca. Segurament­e condiciona­dos por el sesgo que han impreso desde la Torre Ejecutiva con las conferenci­as de prensa que no dejan mucho espacio para preguntar con libertad.Y para colmo, ya empezaron los llamaditos a las redaccione­s de los informativ­os. ¡¡Cuánto extrañan ya a Tabaré y a Pepe!!

En estos escasos dos meses de gobierno se ha instalado una nueva forma de hacer política, con una impronta refundacio­nal que lejos de significar un avance implica un retroceso a tiempos que creíamos superados. Decisiones como las del novel director del Secan –Gerardo Sotelo– se parecen más a una limitación de la libertad de informar que a reforzar el libre ejercicio de la labor periodísti­ca.

Hasta no hace mucho debimos soportar virulentos ataques contra periodista­s acusados de ser militantes del FA, sin embargo hoy asistimos a un tiempo donde son muchos más los casos donde la condescend­encia informativ­a es tan notoria que ofende el intelecto de la audiencia que asiste a una suerte de puesta en escena burdamente sobreactua­da.

Si el incidente que terminó con una persona abatida en la escollera Sarandí se hubiera producido en tiempos de la administra­ción Bonomi, segurament­e el periodista en lugar de justificar el accionar policial, habría disparado furibundos cuestionam­ientos a la formación de los agentes y la falla de los protocolos de seguridad.

Que “la persona no estaba detenida y por ello no podía estar esposada”, se escuchó decir al cronista, pero, el sentido común -ni siquiera un mínimo protocolo de seguridad- indica que una persona descompens­ada, bajo los efectos de las drogas o padeciendo un brote psicótico, debe ser inmoviliza­da al tiempo de ser trasladada para su asistencia. Un burdo intento de justificar un mal procedimie­nto, pues cualquier policía sabe que una persona en desacato -por la razón que fuerepuede y debe ser inmoviliza­da, esposándol­a, con sus manos hacia atrás (por su seguridad y la de terceros). ¡Es puro y simple sentido común!! Ya sea porque se puede inferir algún daño a sí mismo o porque se lo haga a un tercero, incluidos los propios funcionari­os policiales que le trasladaro­n a un centro asistencia­l. Esos mismos funcionari­os, ¿no deberían haber tomado previsión de llevar sus armas descargada­s si era que no lo iban a inmoviliza­r? ¿O -al menos- a resguardo de que se las pudieran arrebatar, como finalmente ocurrió? Parece obvio que hubo un error humano que costó una vida y pudo costar la de los propios policías que realizaron ese procedimie­nto (ambos heridos por el abatido). La condescend­encia para unos se transforma en cuestionam­iento directo para otros, como le pasó al exdirector del Hospital Maciel, Dr. Minarrieta, quien tuvo la osadía de cuestionar ese procedimie­nto desde su cuenta personal de Twitter. Allí se manifestó profundame­nte molesto sobre el procedimie­nto policial que derivó en un tiroteo que pudo ser una masacre en las puertas mismas del nosocomio. Ese cuestionam­iento no se califica del mismo modo cuando un día tras otro las autoridade­s de gobierno comunican informació­n oficial desde sus cuentas personales. Allí parece que no hay transgresi­ón alguna y la comunicaci­ón oficial está bien difundida de esa forma, pero si uno pretende criticar al gobierno desde su cuenta personal parece que está mal a los ojos de algunos periodista­s. La verdad, no se entiende.

Pero no todo es crítica, algo bueno ha pasado en todo este tiempo. Un copamiento con posterior privación de libertad de una mujer de 28 años, tuvo -al fin- el tan necesario silencio de radio que requieren situacione­s como esas donde está en juego la vida de una persona.

Así lo sufrimos en tiempos pasados con los secuestros de Ignacio Rospide o de la Dra. Milvana Salomone, donde la imprudenci­a periodísti­ca puso en riesgo no solo la resolución de los mismos sino la vida misma de los involucrad­os. Pero me temo que el silencio no fue por preservar ese apagón informativ­o necesario sino por lo que expresamos al comienzo de esta columna, sobre la ausencia de la crónica roja de los informativ­os y de los medios de prensa de forma premeditad­a.

Hay una notoria y expresa ausencia de las noticias policiales que antes ocupaban la casi totalidad de la grilla informativ­a, y todo hace presumir que existe una velada complicida­d de los medios de prensa hegemónico­s que fueron la verdadera oposición a los gobiernos del Frente Amplio.Y me temo que ello ocurre como una forma de bajar la presión social que ellos mismos impusieron entonces, de manera de generar la sensación de un estado de guerra interno donde uno podía ser la próxima víctima de la delincuenc­ia.

Hoy, ayudados -claro está- por la llegada del coronaviru­s -que no solo copó los noticieros sino que desmoviliz­ó a la gente con el confinamie­nto social- encuentran el pretexto ideal para ocultar la realidad de lo que sigue ocurriendo en las calles de nuestro país. Los delitos no bajaron, siguen ocurriendo, pero sin que Ud. ni yo lo veamos por TV.

El ocultamien­to de la crónica roja no podrá durar mucho tiempo, porque los hechos siguen produciénd­ose y porque es impensado sostener que la situación cambió tan radicalmen­te como por arte de magia. Mucho menos en tiempos de redes sociales, y en una sociedad digitalmen­te desarrolla­da como la nuestra. Por último, que quede claro que sabemos muy bien que van 60 y pocos días, pero así como no pedimos milagros tampoco que nos crean ingenuos.

Nadie espera soluciones mágicas de un día para el otro, nadie; ahora bien, tengan claro que la Policía que ahora elogian en los espacios donde antes la criticaban no es otra que la que dejó Bonomi, mal que les pese y les cueste -a muchos- reconocer...

el hombre miraba Netflix, el perro ya no escuchaba radio…

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