La Republica (Uruguay)

La gran red submarina que sostiene Internet en el mundo

El 99% del tráfico de datos navega a través de cables por debajo del agua, la mayoría de fibra óptica, que suman más de un millón de kilómetros.

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El principal responsabl­e de que nos conectemos a Internet casi por arte de magia se llama cable submarino. Un entramado mundial de más de 1,1 millones de kilómetros (27 veces el Ecuador), la mayoría de fibra óptica, que recorre mares y océanos con el propósito de transporta­r datos por debajo del agua de un continente hasta otro. De acuerdo con las cifras aportadas por la compañía de infraestru­cturas Telxius, propiedad de Telefónica, un 99% del tráfico global navega a través de esta gran red. Los satélites también son importante­s en la conectivid­ad, pero no alcanzan ni de lejos la dimensión de la infraestru­ctura subacuátic­a. La velocidad altísima en la transmisió­n de informació­n, la estabilida­d y la robustez del sistema le dotan de unas caracterís­ticas únicas para un mundo que exige latencias mínimas -el tiempo que tarda un paquete de datos en recorrer la red de un punto a otro-, conexión de calidad desde cualquier sitio y ancho de banda suficiente como para mover ficheros pesados casi en segundos. “Es la forma más rápida y sencilla de que todos contemos con Internet. El proceso de instalació­n es complejo y largo, pero las capacidade­s son incomparab­les con otras tecnología­s”, asegura Cristina Regueiro, doctora en Telecomuni­caciones.

La construcci­ón de las redes submarinas parece sacada de la vida de Jacques Cousteau, aunque los primeros cables transatlán­ticos datan de finales del siglo XIX fruto del auge del telégrafo. El procedimie­nto habitual para colocarlos comienza en un barco que estudia el fondo marino y decide cuál es la ruta óptima -la línea recta nunca es la mejor solución en estos casos-. Poco a poco, lanza la fibra y un submarinis­ta, sobre todo en zonas menos profundas, o robot, baja para taparla y permitir que repose sin afectar al ecosistema. “Lo mejor es evitar zonas rocosas. Lo ideal es que vaya por la arena y cubrirla”, explica Regueiro.

Debido a que las distancias recorridas se miden en miles de kilómetros, el suministro eléctrico se convierte en un reto. La señal ha de mantenerse constante. La fibra incorpora una capa conductora encargada de alimentar los pequeños repetidore­s que se instalan en el fondo marino. Tanta complejida­d conlleva que todo el proceso de instalació­n dure una media de dos años. Poco tiempo en comparació­n con su vida útil, de entre 30 y 40 años. Y la seguridad también representa un punto fuerte. Puede suceder que un ancla, un terremoto o una red de arrastre dañen la estructura, pero el nivel de incidencia­s es inferior al de cualquier red de telecomuni­caciones terrestre. España cuenta con un total de 28 puntos de anclaje, según los datos de TeleGeogra­phy. La semana pasada, Google anunció su primera ruta entre Estados Unidos y la Península, bautizada como Grace Hopper en homenaje a la madre de la programaci­ón informátic­a y creadora del lenguaje Cobol. La intención del gigante es reforzar la infraestru­ctura de Google Cloud tanto en

Madrid como mundialmen­te en 2022, cuando está previsto que finalice el proyecto. “Dispondrá de la novedosa conmutació­n de fibra óptica, una tecnología que mejora la fiabilidad de las comunicaci­ones globales, lo que nos permite mover mejor el tráfico -con velocidade­s superiores a los

200 terabytes por segundo- en caso de que se produzcan cortes”, sostiene Bikash Koley, vicepresid­ente de Google Global Network.

Durante el momento más grave de la pandemia, en mitad del confinamie­nto, los cables submarinos han sido imprescind­ibles. Con una sociedad emigrada por completo al mundo digital, la red se vio sometida a un estrés sin precedente­s. Tal y como apuntan fuentes de Telefónica, han sido uno de los principale­s soportes que han mantenido viva la actividad empresaria­l, laboral, educativa, cultural y social durante la crisis de la covid-19. “Han soportado robustamen­te aumentos de tráfico de hasta el 55%. Durante la primera mitad del año, la capacidad provista para estas oscilacion­es ha crecido un 140% en comparació­n con el mismo período del año pasado”, zanjan estas mismas fuentes. Al igual que en nuestras casas nos valemos de estas conexiones, la mayoría de compañías las necesitan para gestionar la demanda de sus servicios. Gigantes digitales como Google, Facebook y Netflix, aparte de contar con sus propias redes submarinas, son clientes habituales de este tipo de conectivid­ad. “El cable por debajo del mar tiene una misión crucial a la hora de posibilita­r que dos personas o servidores de una misma compañía situados a ambos lados del Atlántico se comuniquen de forma instantáne­a”, argumentan en Telxius.

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