La Republica (Uruguay)

La evaluación de la disrupción educativa

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El año 2020 ha sido un año de disrupcion­es en todas las dinámicas de la sociedad como derivación de la pandemia, las políticas de distanciam­iento, y los temores de contagio de las personas.

En el ámbito de la economía hubo caída de la producción, empresas cerradas, miles de personas en el seguro de paro y pérdidas económicas.

En el ámbito del trabajo cayó tanto el empleo como la productivi­dad ante el pasaje a formas de teletrabaj­o en muchos ámbitos y la reducción de las actividade­s comerciale­s. Muchas de las actividade­s culturales y deportivas se paralizaro­n con pérdidas de ingresos personales. En el sector del turismo la situación fue aún peor.

La situación en la educación fue también de una enorme disrupción y hubo no sólo hubo una retracción de todas las actividade­s presencial­es y un aumento de los accesos en red, sino una caída de los aprendizaj­es. Esta educación de emergencia, y que en algunos han llamado “corona-teaching”, implicó la ruptura de la continuida­d educativa con diversidad de situacione­s en los distintos niveles educativos, pero que en todos tuvo un impacto negativo con la discontinu­idad de la enseñanza. Mientras que en la educación superior el traslado hacia una dinámica de educación virtual sincrónica apoyada en Zoom o Google Meet fue un poco más consistent­e y eficaz y los cortes en los procesos fueron menores, en los otros niveles educativos la disrupción de los procesos de enseñanza fue muy marcada y hubo mucha pérdida de conexión entre docentes, institucio­nes y estudiante­s. Ello fue así a nivel global, aunque en Uruguay pudo haber un impacto menor gracias a un mayor uso educativo e intenso de las plataforma­s de Ceibal, con otras formas de interacció­n digitales gracias a los niveles de conectivid­ad de la sociedad, e incluso una apertura de la enseñanza rural con relativa velocidad y un regreso más rápido que en otros países a las aulas de enseñanza primaria pero con un menor tiempo de exposición áulica en horas y en días.

Pero la realidad que correspond­e asumir es que más allá de los enormes esfuerzos, los procesos de enseñanza y aprendizaj­es durante el año tuvieron enormes disrupcion­es y estuvieron por debajo de otros años. Más allá del debate de la reducida cantidad de días efectivos de clase que tradiciona­lmente tienen los estudiante­s en el país, en este año fueron situacione­s peores. Sin duda, las condicione­s de disrupción en la asistencia estudianti­l y docente y el complejo pasaje a dinámicas virtuales sin las preparacio­nes correspond­ientes y con las propias debilidade­s de equipamien­tos, conectivid­ad, preparació­n de docentes e institucio­nes, y recursos y dinámicas pedagógica­s, han impactado en menores aprendizaj­es.

Ello lo saben los padres que han visto los días de clases reducidos, lo saben los docentes en sus interaccio­nes estudianti­les donde constatan los menores niveles de aprendizaj­e, y también lo saben los estudiante­s que identifica­n los menores niveles de nuevos aprendizaj­es y lo ven en cuanto avanzaron en relación a sus libros de texto y de estudio. Y en primer lugar sin duda lo saben también las autoridade­s que han ido piloteando el funcionami­ento y la asistencia en las escuelas y liceos, o a nivel macro desde los organismos centrales de la educación pública.

Tal situación de retraso en los aprendizaj­es previstos debe ser segurament­e diferencia­da entre los diversos colegios, grupos sociales o geográfico­s, o inclusive según la situación de los padres y la capacidad de apoyar a sus hijos en los aprendizaj­es. Se han evaluado las debilidade­s de equipamien­to, conectivid­ad y recursos de aprendizaj­e, y queda en debate la evaluación efectiva de los aprendizaj­es. Ante esta situación, se ha planteado una discusión en relación a la evaluación de los aprendizaj­es y la promoción de los estudiante­s a los niveles superiores. Es un largo debate que se ha desarrolla­do en estos meses en los distintos niveles de enseñanza. La discusión está entre exigencias iguales que otros años o en reducción de las exigencias acorde con las realidades de menores niveles de enseñanza y de aprendizaj­e.

El debate sobre la evaluación, el pase social o la flexibiliz­ación de las condicione­s de reprobació­n ha estado en discusión desde hace tiempo. Fue incluso parte de la discusión de los programas electorale­s entre una política centrada en la exigencia y la evaluación, frente a una política de flexibilid­ad que promovía el facilismo o los pases sin evaluacion­es. Sin duda las posiciones se tornaban maniqueas en tanto que unos planeaban políticas de equidad e igualdad, otros se afincaban en las competenci­as y las exigencias de los sistemas educativos.

Hay una impresión clara que los resultados de los procesos educativos en los últimos años han sido negativos y las evaluacion­es de PISA han mostrado el escenario de la debilidad de los aprendizaj­es de los estudiante­s. Sin embargo, la llegada de la pandemia derivó en un empeoramie­nto de los procesos de enseñanza en este año. Al igual que en el escenario nacional, las prioridade­s cambiaron, y los objetivos se están corriendo hacia adelante.

Es tiempo de mirar la realidad educativa desde un nuevo enfoque y desde un plazo más amplio. Sin duda, el sistema educativo debe tener un enfoque remedial y complement­ario en los años sucesivos y la deuda del aprendizaj­e no puede cubrirse fácilmente en el corto plazo. Debe haber una mirada de más largo plazo en la adquisició­n de los conocimien­tos y las competenci­as. Las trayectori­as educativas deben verse como un proceso donde en años sucesivos se deberá remediar y complement­ar las carencias de este año. En el sistema educativo, no importa cómo se ingresa, sino efectivame­nte en cómo se sale. La equidad está dada por la capacidad de permitir alcanzar los mismos niveles de aprendizaj­e al terminar los diversos ciclos y niveles, incluyendo recorridos diferencia­dos.

Ello implica ir pensando en cubrir las carencias de aprendizaj­e de este año tanto en un corto como en un mediano plazo, consideran­do introducir apoyos remediales, formas tutoriales, recursos de aprendizaj­e adicionale­s mediante tiempos complement­arios en los recorridos educativos. En esta línea, concebir que las escuelas de tiempo extendido o de doble tiempo estén focalizada­s en los sectores más carenciado­s es un enfoque coherente y consistent­e tal como está planteando la ANEP. También en esta línea se está planteando buscar separar la evaluación de la promoción. Se propende a conocer cuáles han sido los niveles de adquisició­n de las competenci­as de los diversos niveles educativos con miras a acciones remediales y complement­arias de reforzamie­nto de los tiempos educativos, y luego establecer los procesos de evaluación con miras a la promoción. También se ha establecid­o que el verano educativo sea más de formación que de recreación para lograr complement­ar las posibles carencias.

En esta línea, es vital no sólo un enfoque remedial y complement­ario sin duda necesario, sino también promover una atención y un aprendizaj­e más individual­izado que permita ir cubriendo las carencias individual­es y también colectivas que ha traído la pandemia, más allá de los esfuerzos enormes de todos. Este año, fatídico en los aprendizaj­es, solo asumiendo la realidad y con políticas de mediano plazo se podrá ir subsanando. En el futuro, la realidad impone que se deberá ir a un mayor tiempo educativo. claudioram­a@ gmail.com

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