La Republica (Uruguay)

Reforma de la Seguridad Social: importante y urgente

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La semana pasada se instaló la Comisión de Expertos para la Reforma de la Seguridad Social. Como lo dice su nombre, se trata de un grupo de quince especialis­tas que, además de provenir de los diferentes partidos y organizaci­ones sociales, también se caracteriz­an por haberse especializ­ado de diferentes maneras y desde distintas disciplina­s sobre esta temática tan relevante para el futuro de nuestra sociedad. Este grupo de trabajo, que es presidido por el Dr. Rodolfo Saldain, quien es una garantía de idoneidad y capacidad de diálogo, tendrá a su cargo nada menos que la enorme responsabi­lidad de proponerle al Parlamento y a la ciudadanía una modificaci­ón del sistema de seguridad social de manera tal de que sea sustentabl­e en una perspectiv­a de largo plazo.

Uno de los más grandes desafíos que tiene desde hace varios años nuestro país es, justamente, la implementa­ción de esta reforma. Todos los partidos políticos incluimos en nuestras propuestas programáti­cas, durante la campaña electoral del año pasado, la inexorable necesidad de incorporar cambios en nuestro sistema de seguridad social ante la evidencia de las dificultad­es de sostenibil­idad que el actual diseño presenta en un plazo relativame­nte corto.

Este gobierno asume, entonces, la responsabi­lidad de promover un ámbito de reflexión, diagnóstic­o y propuesta para que en el correr del año próximo nuestro país discuta y apruebe un conjunto de modificaci­ones que nos permita avanzar en el mediano y largo plazo con un sistema de jubilacion­es y pensiones capaz de responder a los desafíos actuales. Este proceso debe ser participat­ivo y plural. En tal sentido, no es casual que en la Comisión estén representa­dos todos los partidos políticos, así como técnicos provenient­es del movimiento sindical, de los empresario­s y de los jubilados. Ha sido voluntad de este gobierno que así sea. El ámbito de la Comisión será, entonces, hábil y adecuado para el intercambi­o de las diferentes posiciones al respecto.

También se busca un efectivo diálogo social y es por eso que el trabajo de la Comisión incluirá ámbitos de intercambi­o con diferentes organizaci­ones de nuestra sociedad para recibir sus ideas, inquietude­s y propuestas. La reforma, tal como dice la ley, será integral. Ello significa que no sólo abarcará el sistema previsiona­l cubierto por el BPS (que es por lejos el que abarca a la mayor cantidad de personas), sino que también abarcará el análisis y la propuesta sobre las demás institucio­nes previsiona­les, las Cajas Paraestata­les y los servicios de retiro militar y policial.

Por otra parte, la propuesta deberá cumplir con el objetivo de la sustentabi­lidad económica asumiendo que nuestra estructura demográfic­a indica, inexorable­mente, un decrecimie­nto progresivo de la tasa de natalidad así como un aumento también sostenido de la expectativ­a de vida de nuestra gente.

Estas tendencias son, en sí mismas, consecuenc­ia de virtudes de nuestra sociedad. En efecto, la expectativ­a de vida se extiende por las caracterís­ticas de nuestro sistema de salud y protección social que garantizan cobertura y accesibili­dad casi universal y, por otro lado, la reducción de la tasa de natalidad es consecuenc­ia de pautas de modernizac­ión social vinculadas a los cambios en las relaciones de género y la adopción de conductas propias del mundo desarrolla­do.

Pero lo cierto es que tales tendencias impactan de manera contundent­e sobre la sustentabi­lidad del sistema de seguridad social tal como hoy está concebido. Es por ello que estamos obligados a diseñar cambios que permitan una respuesta adecuada y de largo plazo.

La reforma debe, además, cumplir con los requisitos de la solidarida­d y de la suficienci­a. En efecto, no alcanza con responder a la necesaria sustentabi­lidad financiera, sino que se debe lograr que la cobertura incluya a todos los ciudadanos por la vía de diferentes soluciones que garanticen un piso mínimo de prestacion­es que sean adecuadas a las necesidade­s de los más débiles.

El desafío es inmenso, porque además una reforma de la seguridad social es, por definición, una reforma cuyos efectos se harán visibles muchos años después de su aprobación. Sus impactos no ocurrirán en el corto plazo, en la medida de que los que ya poseen causal jubilatori­a y los que están cerca de alcanzar esa situación no se encuentran incluidos en la reforma proyectada.

Es por eso que también resulta urgente. Porque implica mirar con capacidad de pronostica­r los efectos a veinte o treinta años. Esto quiere decir que, en realidad, la reforma que se proyecte tendrá como principale­s destinatar­ios a las generacion­es más jóvenes.

Los que ya están jubilados o los que están cerca de serlo van a permanecer ajenos a sus efectos. Tenemos, además, la esperanza de que se pueda alcanzar un acuerdo sobre los contenidos, porque sería muy bueno que una reforma de tal relevancia se pudiera convertir en una política de Estado.

Si esto no fuera posible, puesto que también hay numerosas evidencias sobre la existencia de posiciones distintas en estos temas, al menos deberíamos buscar acuerdos parciales lo más amplio posibles.

De todas maneras, tenemos plena conciencia de que la reforma debe concretars­e en este período de gobierno, por lo que la eventual ausencia del consenso no debe ser un obstáculo para la toma de decisiones, por el bien de nuestro país y por nuestro compromiso con las nuevas generacion­es.

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