La Republica (Uruguay)

La diferente “libertad responsabl­e” y el rol del Estado

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La política pública en materia sanitaria se ha resumido en el concepto de “libertad responsabl­e” como eje de recomendac­iones de comportami­ento y de cuidado para cortar las potenciale­s cadenas de contagio. El llamado a la autoprotec­ción individual, más que la coacción pública o policial, se constituyó en uno de los ejes de la política pública, tanto aquí como en muchos lados. Se supuso que las personas deberían tender innatament­e a su protección y a su vida, y que por ende buscarían minimizar los riesgos de contagio, por lo que cerrar las actividade­s económicas implicaba costos mayores y que las personas buscando proteger sus vidas y sus trabajos tomarían las mejores opciones individual­es y por ende también colectivas. Ello no implicó sin embargo la ausencia de una acción desde el Estado, focalizada en informar, establecer protocolos sanitarios, aprobar y vigilar su habilitaci­ón, organizar los sistemas de apoyo hospitalar­ios con espacios específico­s para estos pacientes, financiar el costo de los tests, hacer seguimient­o y trazabilid­ad de los enfermos o financiar actividade­s de investigac­ión. Pero en relación a las actividade­s individual­es, se favoreció un enfoque centrado en la responsabi­lidad personal, esperando que los ciudadanos tomasen decisiones racionales preservand­o su salud y con ello la de su entorno. Se propendía a concebir que buscando su bien egoísta, o sea el cuidarse, al mismo tiempo protegería­n a todos. Más que establecer prohibicio­nes de circulació­n y cierre de actividade­s, el llamado a una distancia segura, lavado de manos y uso de barbijos, sobre la base a su vez de protocolos mínimos que facilitara­n el funcionami­ento de las organizaci­ones, llevaría a que las personas pudieran realizar su propia protección en condicione­s incluso más eficientes. Sin embargo ha acontecido que la auto-responsabi­lidad como acto de protección de la vida personal, y por ende colectiva, ha estado más proclive a ser realizada por unas personas más que por otras. Es claro, que los seres humanos en condicione­s de mayor libertad no actúan igual. Las personas mayores, aquellas con alguna patología particular, con una mayor aversión superior al riesgo o incluso más informadas, han tenido un comportami­ento donde ha primado la responsabi­lidad individual. Sin embargo, al tiempo que los temores iniciales de incertidum­bre se fueron reduciendo, muchos jóvenes o personas con una menor aversión al riesgo o con menor atención a los temas de salud han tenido comportami­entos sociales más osados y con menos protección y por ende con mayor riesgo, tanto sobre ellos como sobre sus entornos personales. No digamos que por egoísmo. En muchos de ellos primó la necesidad de una mayor interacció­n y contacto con otras personas, o ser parte activa de actividade­s masivas, más allá de los niveles de protección y aversión al riesgo. Ello fue notorio en los jóvenes, como se apreció en la marcha de la diversidad sexual o de recordator­io de los desapareci­dos, pero esos comportami­entos no se redujeron a algunos sectores etarios, sino también a otros grupos de edades y culturas diferencia­das como se dio en el acto del aniversari­o del Partido Comunista. Se podría decir que esas acciones e interaccio­nes tanto sociales como individual­es son resultado de necesidade­s personales que son superiores a la protección de su propia vida. Si analizáram­os en base a la Pirámide de Maslow, que establece escalones de seguridad de las personas, es claro que esos comportami­entos personales de alto riesgo individual­es y colectivos, no se han realizado con los criterios tradiciona­les donde prima la seguridad de la vida, sino que han prevalecid­o otras necesidade­s personales que han sido vistas con un nivel superior de importanci­a. Un elemento tan simple de protección como es la mascarilla o el barbijo, o incluso el alcohol de manos y cierta distancia, no ha sido de uso por todas las personas en muchos de esos, y otros, momentos de interacció­n social y por ende se plantean riesgos elevados sociales. El costo alternativ­o de protegerse era sin duda muy bajo, y aun así estas actividade­s de seguridad no priman en todos los grupos y momentos de insegurida­d. La necesidad de realizar las actividade­s necesarias de trabajo y de vida han impuesto la inconvenie­ncia de una política de cuarentena absoluta para proteger la vida de todos. El fin superior, el trabajo, solo debía requerir una relativa dosis de responsabi­lidad individual, para cuidar, tanto el fin menor -la vida individual- como un fin mayor - la vida colectiva-. Incluso podemos verlo a la inversa desde el lado de las visiones de las personas. No, al contrario, las decisiones no han sido racionales. La “libertad responsabl­e” que buscaba congeniar un equilibrio necesario entre protección y cuidado sanitario, y a la vez protección del trabajo y cuidado social de la economía, no es cumplida por todos en igualdad de condicione­s, dada claramente la diversidad de situacione­s y niveles de riesgo de las distintas personas. Ese equilibrio deseado y esperado se comenzó a romper a medida que los miedos e incertidum­bres colectivos se fueron reduciendo. El razonamien­to pasó a ser “si los jóvenes no nos contagiamo­s a nivel de morir, para qué me voy a proteger”, o “son pocos casos y no me impactará”. O peor aún: “participar en este acto social -protesta contra la dictadura, libertad sexual, aniversari­o comunista o actividad en un templo religiosoe­s más importante que mi propia salud y la del colectivo”.

En este contexto estamos frente a una serie de presiones sobre la política pública. Parecería que más allá de la falta de cuidado individual y la violación de los protocolos establecid­os por intereses económicos, cabe pensar si hay una acción consciente de crear situacione­s de riesgos colectivos de generación de brotes de Covid-19 con la concentrac­ión de personas, para luego confrontar contra la autoridad policial a la hora que ella busca imponer el cumplimien­to de los protocolos. También estamos frente a demandas sobre el Estado de grupos que reclaman la protección y la defensa de sus intereses particular­es mediante la habilitaci­ón del funcionami­ento de sus actividade­s. Actores, transporti­stas, institucio­nes educativas, actividade­s bailables, gimnasios, centros educativos o de turismo u hoteles, representa­n intereses particular­es, tan loables como otros, que reclaman al Estado, o sea a la sociedad, no que se sacrifique, al permitir habilitar el funcionami­ento de sus servicios, sino que confíe en el resguardo que harán de los protocolos y que no existirán riesgos colectivos. Sin duda, la política sanitaria es resultado no meramente de un enfoque técnico como puede ser la base del Comité Científico Honorario, sino también de las demandas de las sociedades y de los equilibrio­s en el funcionami­ento de la propia sociedad. Tampoco en muchos casos hay datos y precedente­s y los modelos no siempre son científico­s para poder ver los comportami­entos futuros. Sin duda, es probable que algunas actividade­s con sus protocolos rígidament­e establecid­os no agreguen riesgos colectivos elevados, pero sin embargo, también se constituye­n en los canales de quienes, por no cumplir la

“libertad responsabl­e”, facilitan que las diversas actividade­s en funcionami­ento creen riesgos sociales significat­ivos para todos.

Una vigilancia más estricta del cumplimien­to de los protocolos y una fuerte aplicación de multas es una necesaria acción complement­aria de la “libertad responsabl­e”. Al fin de cuenta, los sujetos son libres, pero las organizaci­ones son responsabl­es de la actuación de los clientes. Y en las plazas públicas, es responsabi­lidad municipal. Cuando los conductore­s no cumplen los protocolos de estacionam­iento, enseguida llegan las multas y las grúas para levantar a los infractore­s. Sin embargo, en este contexto estamos viendo cómo la aplicación de las responsabi­lidades de los ámbitos municipale­s y departamen­tales no está siendo asumida en su plenitud. Es esta una tarea colectiva de todos. La “libertad responsabl­e” es finalmente una política de vida en comunidad en todas las áreas de funcionami­ento. Sin embargo también hay una función imprescind­ible del Estado de obligar el cumplimien­to de la norma. Y siempre es mejor el funcionami­ento de las multas y de la justicia, y no la acción represora del Estado. Bienvenida­s las multas.

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