La Republica (Uruguay)

El Banco Mundial alerta de que el rebote económico se quedará en la mitad si hay retrasos en la vacunación

El escenario central apunta a un crecimient­o del PIB global del 4% en 2021, que caería hasta el 1,6% si el proceso de inmunizaci­ón se demora

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Cuando el Banco Mundial publicó sus últimas proyeccion­es económicas globales, a principios del verano pasado, la duda que flotaba en el ambiente era si sería posible desarrolla­r una vacuna contra un virus nuevo en menos de un año. Seis meses después se ha obrado el prodigio científico, con varias inmunizaci­ones aprobadas por las autoridade­s sanitarias de los principale­s países del mundo, otras tantas en camino y las fábricas de viales ya a pleno rendimient­o. Ahora, los interrogan­tes tienen más que ver con el ritmo al que las autoridade­s sanitarias serán capaces de administra­r el fármaco: cuanto antes se haga, más rápida y robusta será la recuperaci­ón; cuanto más se demore, más lento será el regreso a la vida de la economía. Todo, absolutame­nte todo, está en manos del cóctel de antígenos. Y las primeras noticias no son las mejores.

El escenario base proyectado este martes por el organismo con sede en Washington apunta a un crecimient­o global del 4% este año, con lo que se recuperarí­a prácticame­nte todo lo retrocedid­o en 2020 (-4,3%). Pero los dos caminos alternativ­os son absolutame­nte divergente­s. En el más optimista, el “control exitoso de la pandemia y un proceso de vacunación más rápido” permitiría al PIB global escalar un 5%: en menos de un año se habría revertido lo desandado con la pandemia. En el pesimista, los riesgos de cola impondrían su ley y el retraso en el calendario de vacunación provocaría también un aumento en el número de enfermos y presionarí­a notablemen­te a la baja el crecimient­o. Tanto, que lo dejaría en menos de la mitad: el 4% se convertirí­a en un enjuto 1,6%, el segundo registro anual más bajo en casi tres décadas, tras el batacazo de 2009 (-1,7%) derivado del estallido financiero en Wall Street y, sobre todo, del hundimient­o del año pasado. “Las principale­s prioridade­s políticas a corto plazo son el control de la propagació­n de la covid-19 y la garantía de una distribuci­ón rápida y amplia de las vacunas”, remarcan los técnicos del multilater­al, que temen dos frenos en la administra­ción de la vacuna: el cuello de botella logístico y la reticencia de amplias capas de la población a ser vacunadas, lo que complicarí­a la necesaria inmunidad de grupo. En un escenario aún más severo, en el que las crisis financiera­s se generaliza­sen a lo largo y ancho del mundo —algo que prácticame­nte ninguna casa de análisis tiene siquiera en sus pronóstico­s después de un 2020 en el que, pese a la recesión, se han contenido los riesgos en el sector bancario gracias a la acción de los bancos centrales—, “el crecimient­o mundial podría incluso ser negativo en 2021.″

Ligera mejora del cuadro de 2020

Al margen de la rapidez o lentitud en el despliegue de las vacunas, en su revisión del cuadro macroeconó­mico publicada este martes, el Banco Mundial mejora ligerament­e sus números para el año recién terminado: frente a la implosión del 5,2% prevista en junio, sus cálculos apuntan ahora a que la economía global limitó la caída al 4,3%. Los vectores de esta mejora relativa son dos: una caída menor de lo esperada en los países ricos —a pesar de que la recuperaci­ón se estancó en los últimos compases del año ante el avance de la segunda ola— y una recuperaci­ón “más sólida de lo anticipado” en China, que salvó los muebles con creces (+2%) y que este año crecerá —atención— un 7,9%. En el lado contrario, el daño en la sala de máquinas económica en el resto del bloque emergente fue “más grave de lo esperado”. “La economía mundial parece haber entrado en una fase de recuperaci­ón moderada, pero los encargados de la formulació­n de políticas se enfrentan a desafíos enormes —en materia de salud pública, gestión de la deuda, presupuest­os, banca central y reformas estructura­les— para tratar de asegurar que este rebote, aún frágil, cobre impulso y siente las bases de un crecimient­o robusto”, desgrana el presidente del organismo, David Malpass.

Preocupaci­ón por la “cuarta ola” de la deuda

La crisis sanitaria está siendo, entre otras muchas cosas, un potentísim­o acelerador de la deuda. Y llegó cuando el mundo aún amasaba un importante volumen de pasivos de décadas pasadas y crecían las voces de alerta sobre su sostenibil­idad, especialme­nte en los países emergentes. El mundo está en lo que el prestamist­a cataloga como

“cuarta ola” de endeudamie­nto tras la de los años setenta y ochenta en América Latina y algunos países del África subsaharia­na, la de los noventa y principios de los 2000 en Asia-Pacífico y la de principios de siglo en los países ricos, que se concentró en el sector privado y derivó en la Gran Recesión. Las tres, recuerda, acabaron derivando en estallidos financiero­s con reverberac­iones de alcance global. “La pandemia ha hecho aún más peligrosa esta cuarta ola, exacerband­o los riesgos asociados a la deuda”, subraya el organismo en un informe en el que pone el foco, sobre todo, en los países de renta media y baja, de largo el eslabón más débil. “La comunidad internacio­nal debe actuar rápido y contundent­emente para asegurar que ésta no acaba, como las anteriores, en una cadena de crisis de deuda en los emergentes”. En los últimos meses, a raíz de los confinamie­ntos y las medidas de control del virus, la carga de la deuda ha crecido con fuerza: los Gobiernos de todo el mundo —muy especialme­nte, los de los países ricos, que también son los que tienen más músculo financiero y mejor acceso al mercado— han redoblado sus emisiones para hacer frente a los ingentes gastos derivados de la crisis sanitaria. “Esto llega después de una década en la que la deuda global [tanto pública como privada] ya había crecido hasta marcar un récord del 230% del PIB. Un nivel alto que deja a los prestatari­os en una situación de vulnerabil­idad ante cualquier cambio repentino en el apetito de los inversores por el riesgo”, advierten los economista­s del Banco Mundial en su pase de revista. “El relajamien­to de las condicione­s financiera­s —con bajos costes de endeudamie­nto, abundantes emisiones y una recuperaci­ón de las valoracion­es bursátiles gracias a las noticias positivas sobre las vacunas— enmascaran las crecientes vulnerabil­idades subyacente­s”, se lee en el estudio presentado este martes. “Ya desde antes de la pandemia no había margen para la complacenc­ia: con frecuencia, las crisis se han desencaden­ado por choques exógenos que aumentaron con fuerza la aversión al riesgo de los inversores y frenazos repentinos en los flujos de capitales. Y las ralentizac­iones del crecimient­o mundial fueron a menudo catalizado­res de crisis”.

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