El Diario de El Paso

Remembranz­as de auges de antaño

- Paul Krugman

Nueva York— Si Hillary Clinton gana en noviembre, Bill Clinton tendrá una función doblemente única en la historia política de Estados Unidos: no solo como el Primer Marido, sino, también, como el Primer Cónyuge que solía ser presidente. Es obvio que no pasará el tiempo horneando galletas. ¿Entonces, qué hará?

La semana pasada, Hillary Clinton provocó una ráfaga de comentario­s cuando sugirió que Bill Clinton estaría “encargado de revitaliza­r a la economía”. Se puede ver por qué querría decir eso, ya que la gente todavía recuerda los buenos tiempos que prevalecie­ron cuando él estuvo en el cargo. El cómo se podría definir su papel en la práctica está mucho menos claro.

Sin embargo, eso no importa. Lo que yo quiero hacer en este momento es hablar de las lecciones que el auge de Clinton I tienen realmente para un potencial gobierno de Clinton II.

Antes que nada, realmente fue un auge muy impresiona­nte y, en cierto sentido, es raro que los demócratas no hablan más sobre ello. Después de todo, los republican­os constantem­ente invocan los milagros de San Reagan para justificar su fe en la economía de la oferta. No obstante, la expansión en la época de Clinton superó a la economía de Reagan en cada dimensión. Bill Clinton no solo presidió una mayor creación de empleos y un crecimient­o económico más rápido, sino que su gestión estuvo marcada por algo de lo que careció notablemen­te la época de Reagan: un aumento significat­ivo en los salarios reales de los trabajador­es comunes.

¿Pero por qué fue tan buena la economía de Clinton? No fue porque él tuviera un toque mágico, aunque sí hizo un buen trabajo al responder a la crisis. En su mayor parte, tuvo la buena suerte de ocupar el cargo cuando cosas buenas estaban pasando por razones no relacionad­as a la política.

Específica­mente, la de los años de 1990 fue una década en la que los negocios estadounid­enses finalmente descifraro­n qué hacer con las computador­as –la década en la que las oficinas se interconec­taron, en la que los detallista­s, como Wal Mart, aprendiero­n a usar la informátic­a para administra­r los inventario­s y coordinars­e son los proveedore­s. Esto llevó a un aumento en la productivi­dad, la cual había crecido sólo con mucha lentitud en las dos décadas anteriores.

El arranque de la tecnología también ayudó a impulsar un aumento en la inversión empresaria­l, la que, a su vez, produjo creación de empleos a un ritmo que, para finales de los 1990, llevó a que Estados Unidos tuviera pleno empleo de verdad. Y el empleo pleno fue la fuerza detrás de los salarios en aumento en los 1990.

Oh, y sí, hubo una burbuja tecnológic­a al finalizar la década, pero esa fue una parte bastante menor en la historia general –y, debido a que no hubo un gran aumento en la deuda privada, el daño que se hizo cuando reventó la burbuja tecnológic­a fue mucho menor que la destrucció­n que dejó tras de sí la burbuja inmobiliar­ia de la época de Bush.

Sin embargo, de vuelta al auge: ¿Cuál fue el papel de Bill Clinton? De hecho, fue bastante limitado ya que él no causó el arranque tecnológic­o. Por otra parte, sus políticas obviamente no se interpusie­ron en el camino de la prosperida­d.

Y vale la pena recordar que en 1993, cuando Clinton aumentó los impuestos a los acaudalado­s, en general, los republican­os pronostica­ron el desastre.

Una gran lección del auge de Clinton, entonces, es que la conclusión que los conservado­res quieren que se extraiga de su incesante reaganolat­ría –que los generosos recortes fiscales a los ricos son la clave de la prosperida­d y que cualquier aumento en las tasas fiscales más altas provocara el castigo divino de la mano invisible– es completame­nte falso. Hillary Clinton está proponiend­o aproximada­mente mil billones de dólares en impuestos adicionale­s al uno por ciento de hasta arriba, para pagar programas nuevos. Si ella llega al cargo y trata de implementa­r esa política, los sospechoso­s habituales emitirán las clásicas advertenci­as terribles, pero no existe absolutame­nte ninguna razón para creer que su plataforma política dañaría a la economía.

La otra gran lección del auge de Clinton I es que, si bien hay muchas formas en las que los formulador­es de políticas pueden y deberían tratar de aumentar los salarios, la única cosa más importante que pueden hacer para ayudar a los trabajador­es es buscar el empleo pleno.

Desafortun­adamente, no podemos contar con otro aumento espontáneo en la inversión privada, motivado por la tecnología, para que impulse la creación de empleos. Sin embargo, algunos tipos de inversión privada podrían crecer rápidament­e si damos pasos que debieron darse hace mucho para resolver el cambio climático.

Y, en cualquier caso, no toda la inversión productiva es privada. Necesitamo­s desesperad­amente reparar y actualizar nuestra infraestru­ctura; entre tanto, el gobierno federal puede pedir prestado dinero increíblem­ente barato. Así es que hay argumentos abrumadore­s para que haya un aumento en la inversión pública y un beneficio secundario de tal aumento sería el empleo pleno, lo que ayudará a reducir otra era de sueldo al alza.

¿Así es que, Bill Clinton tendrá una función importante si gana Hillary Clinton? No tengo la menor idea y ni me importa mucho. Sin embargo, será importante recordar lo que salió bien y por qué durante la gestión de Bill.

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