Quizás se invoque en esta elección a Franklin D. Roosevelt
Cambridge, Massachusetts– El presidente número 32 de la nación no tiene un musical de éxito con su nombre. Pero Franklin Delano Roosevelt (FDR) quizás se ponga pronto de moda.
Todo está listo. Va más allá de lo superficial, como la decisión de Hillary Clinton de anunciar su campaña presidencial en Roosevelt Island, Nueva York. O el hecho de que Donald Trump. Otro neoyorquino, corteje lo que en otra época se hubiera considerado como el electorado de FDR, de estadounidenses de clase obrera.
Muchos de los temas con que FDR lidió durante su presidencia volvieron con plena fuerza en la elección de 2016. Y mientras el Señor de Hyde Park es un ícono demócrata, esta vez, esos asuntos son un desafío para los líderes de ambos partidos.
Después de todo, ésta no es la primera vez que oímos un fuerte grito del grupo “Estados Unidos Primero”.
En la época de Roosevelt, muchos estadounidenses estaban cansados de la guerra, después de la Primera Guerra Mundial, y resistieron todo tipo de intervención extranjera, a pesar de las historias de horror que llegaban de Europa a fines de la década de 1930. Si el ataque de Pearl Harbor no hubiera resuelto la cuestión, no sabemos cuánto tiempo Estados Unidos se habría mantenido al margen –para su gran vergüenza.
“Éramos tan aislacionistas”, señaló Jed Williams, director del FDR Center for Global Engagement, “que estábamos dispuestos a dejar a Francia ¬–el país que básicamente nos inventó– librada al poder nazi”.
Ubicado en Harvard, el centro de investigaciones de Willard se dedica a hallar soluciones a problemas del siglo XXI.
Ocho décadas después, los estadounidenses aún se pelean por el tema de si Estados Unidos debería adoptar una postura aislacionista o un papel activo en los asuntos globales. Trump coquetea con lo primero, mientras Clinton abraza lo último.
Además, esta elección no representa la primera vez en que la causa de los trabajadores estadounidenses ha sido adoptada por un miembro del 1 por ciento más rico del país.
Roosevelt nació en un mundo de riqueza y privilegio. Mientras estaba en Harvard como miembro de la clase de 1904, su familia pagó mucho dinero para que pudiera vivir en Westmorly Court (hoy, Adams House), uno de los edificios más lujosos de la universidad. Mientras otros estudiantes residían en otras partes en forma espartana, Roosevelt disfrutó de lo que entonces eran comodidades de lujo, como la electricidad, la calefacción central, las comidas preparadas y un hogar.
Sin embargo, como presidente, construyó su legado como defensor de los pobres y arquitecto de la gran red de seguridad social conocida como el New Deal. Durante la Gran Depresión, en los hogares más pobres de Estados Unidos, toda una familia se apiñaba en torno a la radio para escuchar lo que “Mr. Roosevelt” tenía que decir.
Los historiadores dicen que John Kennedy fue el presidente de la televisión. Si es así, Roosevelt, sin duda, fue el presidente de la radio. FDR, que tenía el don de la comunicación, hablaba con seguridad y tenía la capacidad de calmar los temores de la población –especialmente en momentos inciertos.
A pesar de una crianza privilegiada, Roosevelt se dedicó a cuidar de los pobres y oprimidos. Y por eso, pagó un precio.
Mientras Trump, hasta el momento, no ha experimentado ningún tipo de reacción negativa por defender los intereses de los obreros en estados afectados por, digamos, la pérdida de puestos de trabajo manufactureros, Roosevelt fue considerado durante décadas un traidor a su clase. Según Willard, es uno de los motivos por los que Harvard –durante gran parte del siglo XX– no hizo más por celebrar a uno de sus famosos alumnos.
“Roosevelt logró que superáramos la Depresión sin convertirnos en un estado fascista ni comunista”, dijo Willard. “Inventó las Naciones Unidas y el sistema bancario financiero internacional. Creó soluciones que perduraron”.
FDR también cometió errores, como su intento de aumentar el número de jueces en la Corte Suprema conocido como “court packing”, y los campos de detención para los japoneses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial. Aún así, en su conjunto, los historiadores lo califican como uno de los tres mejores presidentes de Estados Unidos junto con George Washington y Abraham Lincoln.
Willard no cree que veremos ese tipo de grandeza otra vez.
“Necesitamos un presidente que pueda reavivar la historia de Estados Unidos”, dijo. “Francamente, creo que va a llevar su tiempo. En la actualidad, solemos demonizar a aquellos con los que disentimos, y eso crea una barrera estructural para hacer concesiones y lograr acuerdos”.
Tiene razón. Necesitamos candidatos que comprendan la genialidad de Estados Unidos y acepten que tienen una incalculable deuda con el país –y no a la inversa.
Lamentablemente, este año, no es probable que haya un individuo tal en la boleta electoral.
Regresan muchos temas que se trataron en su mandato