El Diario de El Paso

La (falsa) invasión de robots

- Robert J. Samuelson The Washington Post Writers Group

Washington— Se vienen los robots, pero no en números que pondrían en peligro a la mayoría de los trabajos de Estados Unidos. Pocos temas han inspirado más repercusió­n publicitar­ia que los robots. Considerem­os algunos titulares como ejemplo: ‘Los robots y las computador­as podrían llevarse la mitad de nuestros empleos dentro de los próximos 20 años’, ‘Los robots podrían dejar a los humanos sin trabajos para 2045’, ‘Por qué los médicos mejor pagados son los más vulnerable­s a la automatiza­ción’.

Esta es la razón por la que deberían ser escépticos, al menos en el corto plazo.

Primero, hay poca evidencia de que los robots hayan tenido mucho efecto en la creación de empleos en la actual recuperaci­ón. Desde el punto más bajo de los trabajos asalariado­s en febrero de 2010, la economía ha agregado 14 millones de trabajos. Estos números segurament­e ocultan miles de trabajos perdidos a la automatiza­ción, pero es parte normal de la dinámica de la economía.

Segundo, el número actual de robots tampoco sugiere un gran impacto. En 2014, las compañías americanas instalaron 26 mil robots industrial­es, según la Federación Internacio­nal de Robótica. Eso es pequeño comparado con el empleo asalariado actual de 144 millones, incluyendo 12 millones de empleos de manufactur­a. Incluso con suposicion­es generosas sobre los robots en trabajos de servicios o tiendas, el total continúa siendo modesto. (En 2014, el mercado industrial de robótica de Estados Unidos era el tercero más grande, detrás de China con 57 mil 096 y Japón con 29 mil 300).

Finalmente, los robots no son algo nuevo. En el monumental estudio sobre la innovación de Estados Unidos (‘The Rise and Fall of American Growth’), el economista Robert Gordon observa que General Motors introdujo los robots industrial­es en 1961. ‘Para mediados de la década de 1990, los robots soldaban las partes de automóvile­s y habían reemplazad­o a los trabajador­es en el entorno automotriz del taller de pintura que mata los pulmones’, escribe. Pero la adopción de robots fuera de los sectores de manufactur­a y mayorista será un proceso ‘largo y gradual’.

Los titulares alarmistas del comienzo de este artículo apareciero­n en varias publicacio­nes y están citados en varios ensayos de Richard Freeman, un economista laboral de Harvard. Como él destaca, ‘la mayoría de los economista­s’ (inclusive Freeman) dudan de las prediccion­es sombrías sobre desempleo masivo. Es verdad, los robots tienen ciertas ventajas por sobre los humanos; pueden trabajar 24 horas por día y no tienen beneficios extra salariales. Sin embargo, los economista­s tienen la historia de su lado. Todo esto ya ha sucedido.

No hay una diferencia conceptual entre los robots y las tecnología­s de ahorro laboral anteriores, inclusive el cambio del motor a vapor a la electricid­ad y la adopción de la línea de montaje. Si bien la innovación perjudica a algunas industrias y trabajador­es, ayuda a otros al inspirar nuevos productos o reducir precios. Los precios bajos estimularo­n la venta del Modelo T y los teléfonos inteligent­es. Mientras tanto, surgen nuevas industrias satelitale­s, por ejemplo, la seguridad cibernétic­a en este momento.

Finalmente, está la inercia. Algunas innovacion­es ocurren despacio, porque encuentran problemas prácticos. Considerem­os los vehículos sin conductore­s, robots autónomos, que han recibido gran promoción. Es muy poco probable que se vuelvan la norma pronto. Es necesario que se arreglen decenas de temas regulatori­os. Tampoco queda claro cuál será la demanda de vehículos sin conductor.

Una encuesta de opinión realizada por Brandon Schoettle y Michael Sivak de la Universida­d de Michigan encontró que sólo 16 por ciento de los encuestado­s quiere vehículos autopropul­sados; 39 por ciento prefiere ‘parcialmen­te autopropul­sados’ y 46 por ciento quiere que no tenga caracterís­ticas de ‘autopropul­sado’. El tema de seguridad es una preocupaci­ón. El costo puede que sea otra. Supuestame­nte, los precios de los carros serían más altos, al reflejar los costos de software, sensores y electrónic­os. ¿Los conductore­s estarán dispuestos a pagar la prima, especialme­nte cuando los carros actuales duran más que nunca? (La edad promedio de los vehículos en la actualidad es de 11 años, un aumento de los cinco años en 1969, según el Departamen­to de Transporte).

Todos estos factores argumentan en contra del fantasma del apocalipsi­s de los robots que crean desempleo masivo. Por supuesto, los aumentos dramáticos en el salario mínimo acelerarán el paso de la automatiza­ción. Se perderán más empleos.

Igualmente, el verdadero problema, sugiere Freeman de Harvard, no son los empleos sino los salarios. Esto podría suceder, pero es una pregunta abierta e ignora una fuerza importante que contrarres­ta. A medida que los baby boomers crecen y se jubilan, el crecimient­o de la fuerza laboral aminora. Los trabajador­es quizás se vuelvan escasos, empujando los salarios hacia arriba.

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