Ponen ejemplo de dedicación estudiantes transfronterizos
Daniel Camacho y Raquel Velasco lucen como los típicos estudiantes consumados de una prestigiosa escuela preparatoria de alto nivel.
Ellos, sencillos, educados, articulados y bilingües son estudiantes transfronterizos que viven en México y madrugan de lunes a viernes para estudiar en Estados Unidos.
Los jóvenes de apretados recursos nacieron en México y viven en Ciudad Juárez, pero durante la semana junto a decenas de compañeros cruzan a El Paso a través del puente internacional Paso del Norte para tomar sus clases en la preparatoria privada y metodista Lydia Patterson Institute.
A la mayoría de los estudiantes que vienen de México, que conforman aproximadamente un 80 por ciento del cuerpo estudiantil de Lydia Patterson, no les importa viajar por varias horas todos los días y enfrentarse a largas esperas en el puente con tal de tener acceso a una educación en Estados Unidos, país que según ellos y sus padres, les brindará mejores oportunidades a nivel personal y profesional. Los alumnos mexicanos de la Lydia, como se le conoce coloquialmente a la escuela, aseguran que gracias a la ayuda de becas estudiantiles y a los esfuerzos económicos de sus padres es que pueden acceder a dicha institución educativa.
Una travesía de camino a la escuela
“Yo me tengo que levantar alrededor de las cinco de la mañana y cruzo el puente como a las seis y media. Aunque a veces se hacen largas filas, ya nos acostumbramos a cruzarlo sin importar si estamos cansados, hace frío o está lloviendo”, dijo Camacho, quien acude a la escuela con su hermano menor Jonathan.
Antes de cruzar a suelo estadounidense Camacho y Velasco se reúnen con decenas de compañeros que residen en Ciudad Juárez y que también van a la misma escuela.
Todos ellos deben llevar en sus mochilas los cuatro pesos mexicanos que cuesta cruzar la frontera por el puente, además si son mexicanos de nacimiento, tienen que portar su pasaporte con una visa estadounidense de estudiante.
Velasco dice que a veces las filas son tan largas –de hasta una hora– que no alcanzan a llegar a tiempo a la escuela, ubicada a unas diez cuadras del cruce internacional, en el Centro de la ciudad. Pero ella igual lo sigue haciendo, pues considera que estudiar en El Paso en una escuela privada y con orientación religiosa es un privilegio que no todos pueden tener.
“Los estudiantes mexicanos que estudiamos en la Lydia somos personas bendecidas. Estamos recibiendo la mejor educación bilingüe con un riguroso nivel académico”, dijo Velasco, quien recibe una beca de la escuela para pagar su matrícula, útiles escolares y sus uniformes.
Camacho por su parte enfatiza que su madre sabe que en Estados Unidos hay más oportunidades que en México y por esto ella está haciendo un esfuerzo muy grande para que sus dos hijos puedan asistir a la escuela y tengan acceso a un mejor futuro. En la mañana de camino a la escuela por la calle Stanton los estudiantes caminan apurados antes de que suene la campana para empezar las clases a las ocho y veinte de la mañana.
“Yo sé que todo lo que tengo está en México, especialmente mi familia. Pero tengo muchos sueños que quiero alcanzar, como convertirme en un ingeniero espacial que pueda llegar hasta la NASA. Por eso quiero seguir estudiando en Estados Unidos”, dijo Camacho, que también goza de una beca otorgada por la escuela.
Los sueños después de La Lydia
Camacho y Velasco están por acabar la preparatoria y después de su graduación se irán a diferentes estados a estudiar en universidades que los han becado por su rendimiento académico. Camacho estudiará en Simpson College, en Indianola, Iowa y Velasco tiene asegurado su puesto en Texas Wesleyan University, en Fort Worth, Texas.
“Es que yo no puedo creer que mi Daniel se me vaya a estudiar a una universidad en EU. Estoy muy orgullosa de él”, dijo Luz María Nevárez, la madre de Camacho y cabeza de su hogar, quien con préstamos en su trabajo en el Departamento de Fiscalización de la dependencia crediticia Infonavit en Ciudad Juárez y la ayuda de su padre ha sacado sus dos hijos adelante.
La madre de Camacho dice que si no fuera por la ayuda que les brinda la escuela a sus hijos ellos nunca hubieran podido estudiar en una escuela en Estados Unidos y mucho menos ir a la universidad.
Por su parte Velasco, quien desea convertirse en una entrenadora de atletismo y llegar a la NBA, asegura que sus sueños apenas empiezan y se han hecho una realidad gracias a la Lydia.
Seguridad fronteriza no es un obstáculo
En la escuela, los estudiantes, profesores y administradores sienten que las estrictas medidas de seguridad fronteriza en los puentes internacionales les afecta, sobre todo a la hora de hacer las filas de cruce, a pesar de que tienen un carril asignado netamente para estudiantes.
“Antes no había problema”, dijo la presidenta de la Lydia Patterson, Socorro Brito De Anda, quien lleva más de 20 años vinculada a la institución y cuenta que el 80 por ciento de sus estudiantes vive en Ciudad Juárez. “Las autoridades fronterizas están en permanente contacto con nosotros y en lo posible hacen que el tráfico de nuestros estudiantes fluya rápido. Si por alguna razón hay un problema en el puente que ocasione un retraso, los estudiantes están excusados por unos minutos para llegar a clases”, dijo De Anda.
Una oportunidad de primera clase
El Paso es el segundo puerto de entrada más activo del país por volumen de pasajeros y de acuerdo al Departamento de Puentes Internacionales de la Municipalidad unos cuatro millones de peatones usan los tres puentes de cruce de esta ciudad.
Muchos los recorren para trabajar, para hacer compras o como en el caso de Camacho y Velasco, para asistir a una escuela privada como la Lydia. De acuerdo a De Anda no todas las escuelas en El Paso ofrecen esa opción a los estudiantes mexicanos y en su mayoría se trata de colegios privados o parroquiales que pueden entregar los formularios necesarios para obtener la visa de estudiante.
Un siglo de tradición
Desde hace más de 100 años, Lydia Patterson Institute ha sido un modelo de enseñanza para los jóvenes mexicanos y mexicoamericanos, proporcionándoles la fluidez en inglés y una educación de calidad basada en la fe, aseguró De Anda.
“Nuestros estudiantes mexicanos que están becados generalmente provienen de áreas con muchas necesidades en Juárez. Sin embargo gracias a nuestra persistencia y ayuda alrededor del 98 por ciento de ellos se gradúan y van a la universidad con becas que se ofrecen gracias a los donativos de la comunidad local y de todo el país”, dijo De Anda. La escuela ha formado a alumnos que se convirtieron en médicos, abogados, ingenieros, maestros, artistas, diplomáticos y miembros del clero metodista.
“Lydia Patterson ofrece a los estudiantes un futuro sin fronteras en esta frontera del país y trabajamos por causar impacto en los dos lados, tanto el mexicano como el estadounidense, formando líderes respetables y brillantes", dijo la presidenta.
Una escuela para todos
Actualmente unos 400 estudiantes asisten a la escuela desde séptimo grado y hasta el 12. La mayoría de los estudiantes nuevos y en los primeros grados requieren un entrenamiento intensivo en inglés puesto que todas las clases son impartidas en este idioma. “Alrededor del ochenta por ciento de los estudiantes de la Lydia vienen de Ciudad Juárez y asumen un largo viaje de ida y vuelta todos los días. Entre los estudiantes provenientes de México tenemos muchos que nacieron aquí en Estados Unidos mientras que los nacidos en México necesitan una visa de estudiante para cruzar”, dijo De Anda. Muchos de los estudiantes dependen de la ayuda financiera, unos están tan necesitados que reciben una beca completa, lo que significa que se les cubre el costo anual de su educación de unos 4 mil 700 dólares, además de una cuota extra de gastos adicionales de 20 dólares al mes.
Aquellos que tienen becas deben trabajar en labores a través del campus estudiantil para reducir el costo de mantenimiento y administración. Lydia Patterson Institute es un Ministerio Metodista del South Central Jurisdiction y alrededor de un tercio de su presupuesto anual de 3 millones de dólares proviene de contribuciones. El pago de matrículas y donaciones financian el resto del gasto anual.