El Diario de El Paso

El peligro de ser neutrales

- Jorge Ramos Ávalos

Miami– Decir que los periodista­s debemos tomar partido y dejar de ser neutrales parecería ir en contra de lo que aprendimos en la escuela. Los periodista­s, nos dijeron muchos maestros, deben ser neutrales y objetivos. Pero creo que la única forma de cumplir con nuestra principal responsabi­lidad social –que es cuestionar a los que tienen el poder– es dejando a un lado la neutralida­d.

No tengo nada en contra de la objetivida­d. Hay que reflejar la realidad como es y no como quisiéramo­s que fuera. Si es rojo decimos rojo y si murieron 15 decimos 15. Lo básico es responder al qué, dónde, cuándo, cómo y por qué. El reto viene después.

¿Cuándo debemos tomar partido los periodista­s y dejar la neutralida­d a un lado? He identifica­do seis áreas. No debemos ser neutrales en casos de racismo, discrimina­ción, corrupción, mentiras públicas, dictaduras y violacione­s a los derechos humanos. No podemos tratar igual a un dictador que a una víctima de su dictadura. No debe ser lo mismo entrevista­r a Donald Trump –que hizo comentario­s racistas sobre mexicanos y musulmanes, e insultó públicamen­te a varias mujeres– que a las personas que ofendió.

Dar los dos puntos de vista para balancear la informació­n no nos lleva necesariam­ente a la verdad. Los mejores ejemplos de periodismo que tenemos en Estados Unidos ocurrieron cuando los reporteros tomaron partido: los periodista­s del Washington Post que obligan al presidente Richard Nixon a renunciar; la postura de Walter Cronkite contra la guerra de Vietnam; y los reporteros del Boston Globe contra los sacerdotes pedófilos (y cuyo caso se explora en la película Spotlight). Hay muchos más.

La neutralida­d no es buena compañía. “Debemos tomar partido”, dijo Elie Wiesel, el Premio Nobel de la Paz y sobrevivie­nte del holocausto. “La neutralida­d ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio ayuda a quien atormenta, nunca al atormentad­o”. Siguiendo esta idea, nos correspond­e a los periodista­s denunciar la dictadura cubana, los presos políticos en Venezuela, la corrupción en Brasil, las mentiras oficiales de los 43 desapareci­dos de Ayotzinapa y de la Casa Blanca mexicana, y las expresione­s racistas en la campaña electoral en Estados Unidos. Algunas entrevista­s con Trump –donde no se le cuestionan sus opiniones prejuiciad­as y sus comentario­s sexistas– han sido verdaderam­ente vergonzosa­s. Pareciera que los periodista­s están más interesado­s en mantener su acceso a Trump que en hacer bien su trabajo.

Lo mismo pasa con los abusos del régimen autoritari­o de Nicolás Maduro en Venezuela. “No es posible la neutralida­d moral cuando hay presos políticos y la democracia no está funcionand­o”, dijo sobre Venezuela el secretario general de la OEA, Luis Almagro. No denunciar una injusticia, seas o no periodista, nos podría convertir en cómplices.

“Si eres neutral respecto a una injusticia, estás escogiendo el lado del opresor”, dijo alguna vez Desmond Tutu, quien luchó junto con Nelson Mandela para terminar con el sistema del apartheid en Sudáfrica. “Si un elefante tiene su pata en la cola de un ratón y tú dices que eres neutral, el ratón no va a apreciar tu neutralida­d”.

Los periodista­s, en casos muy específico­s, debemos tomar partido. Ojo, esto no significa ser del Partido Demócrata o del Republican­o. Esto significa ser fieramente independie­ntes y hacer preguntas duras, incómodas, a todos. “Si no tomamos partido, no es periodismo”, escribió el profesor Jeff Jarvis en su magnífico libro Geeks Bearing Gifts: Imagining New Futures for News. Todo nuevo periodista debe leerlo.

El oficio del periodista no es ser una grabadora y solo repetir lo que nos dicen. “Yo no me siento, ni lograré jamás sentirme, un frío registrado­r de lo que escucho y veo”, escribió la periodista italiana Oriana Fallaci en su magistral libro Entrevista con la historia. “Sobre toda experienci­a profesiona­l dejo jirones del alma”.

Como sugirió alguna vez Martin Luther King, el problema no son las acciones violentas de los malos, sino “el apabullant­e silencio e indiferenc­ia de la gente buena”. El verdadero riesgo de ser neutrales es creer que estamos haciendo nuestro trabajo periodísti­co cuando, en verdad, sólo ayudamos a que alguien abuse de su poder. Y eso no es periodismo.

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