El Diario de El Paso

Soy mexicoamer­icano, y he sido juez

Lo que Trump está haciendo es abominable

- Cruz Reynoso

Washington–El pueblo de Estados Unidos se torna cada vez más diverso en nuestras raíces religiosas, étnicas y raciales. Al mismo tiempo que aún seguimos batallando con la discrimina­ción, hemos aprendido a vivir respetándo­nos unos a otros.

Han pasado muchas décadas para llegar a alcanzar este nivel de respeto, aun así puede ser muy frágil, particular­mente cuando los líderes políticos llegan a impugnarlo. Nuestro progreso en común ha sido cimbrado por el desprecio que Donald Trump ha expresado del juez federal de distrito Gonzalo Curiel en base a su etnicidad. Trump ha respondido a la desilusión en las Cortes con amargas y severas críticas en su campaña presidenci­al: Él dice que su plan de construir un muro en la frontera entre Estados Unidos y México representa un inherente conflicto de intereses para el juez. Trump describió a Curiel como “odioso” y una persona “muy hostil”, haciendo notar que era “mexicano”. Y le pidió a Curiel que se recuse a sí mismo de una demanda colectiva contra Trump en torno a la fallida Universida­d Trump, luego que el juez emitiera varios fallos en contra de Trump en el litigio. (El martes, Trump dijo que sus comentario­s habían sido “malinterpr­etados”, mas no ofreció una disculpa).

Ciudadano estadounid­ense, Curiel nació en Indiana de padres inmigrante­s mexicanos y ha disfrutado de una distinguid­a carrera como abogado en la práctica privada y como fiscal suplente federal para el Distrito Sur de California. El ex gobernador de California, Arnold Schwarzene­gger, un republican­o, lo nombró juez de la Suprema Corte. Cuando el presidente Barack Obama lo nombró a que ocupara el escaño federal, el mandatario lo describió como “un nominado con un impresiona­nte —y de hecho extraordin­ario— récord de experienci­a y servicio público”. El Senado lo confirmó en el 2012 en una votación bipartidis­ta, y es uno de más de 100 jueces federales hispanos.

La retórica de Trump es un ataque frontal en contra del sistema judicial. ¿Acaso los jueces federales de origen hispano deben ser juzgados en base a su etnicidad en lugar de la calidad de su profesiona­lismo?

He tenido la oportunida­d en éstos últimos 53 años de mi vida de ser un abogado que practicó su profesión ante jueces, así como siendo también un juez —un juez de apelacione­s del estado de California y un juez de la Suprema Corte. (Me siento orgulloso de ser el primer hispano nombrado por la Corte Suprema de mi estado en 1976.) Cuando los jueces apelativos tienen un desacuerdo, estos escriben un disentimie­nto. Los disentimie­ntos se basan en puntos de vista distintos en torno a la ley. Nunca un disentimie­nto ha estado basado en la etnicidad de los jueces en desacuerdo, ni debería estarlo. Si eso fuera cierto, tal como Trump lo asevera, nuestro sistema judicial sería, en efecto, destruido.

Los estadounid­enses de todas las religiones, razas y etnicidade­s comparecen ante los jueces. Todos tenemos derecho a ser juzgados de manera justa y de manera individual. Es mi punto de vista de que el poder judicial sirve mejor si los jueces provienen de distintas religiones así como también si tienen diferentes raíces raciales y étnicas. Esos jueces, que juraron defender la ley, son el mejor reflejo de quiénes somos nosotros como estadounid­enses.

Lo que Trump está haciendo envenena al pacto social y a la democracia que como estadounid­enses compartimo­s. Es un pacto social de respeto hacia nosotros mismos independie­ntemente de la raza o la etnicidad. Nosotros los estadounid­enses hemos luchado por mucho tiempo y muy duro para construir ese pacto social. Yo soy un octogenari­o que ha visto ese proceso.

Hace más de 80 años, cuando tenía un año de nacido en los años treinta, fui “repatriado” con mi familia a México, de donde mis padres habían emigrado. Una mayoría de aquellos “repatriado­s” nunca habían vivido en México y eran, como mis hermanos y yo, ciudadanos estadounid­enses. La “repatriaci­ón” durante la Gran Depresión fue el resultado de una ola de prejuicio en contra de los mexicanos. Posteriorm­ente, siendo estudiante de primaria, fui enviado a una escuela pública segregada por un número de años, una “escuela mexicana”. Tal segregació­n, muy concurrida en ese tiempo, ha sido declarada como inconstitu­cional desde entonces. Para crear un pacto de respeto toma décadas. En turno, es así como se logra crear una democracia más vigorosa.

Nuestro sistema judicial ayuda a que esa democracia sobreviva. Los ataques contra los jueces, como el ataque de Trump contra Curiel —sin ningún fundamento y en case a su etnicidad— son una amenaza en contra de todo nuestro sistema. La postura de Trump de que hay un conflicto inherente cuando el juez pertenece a un grupo étnico y el litigante a otro, destruye la esencia de nuestro sistema judicial. Lo que Trump más recienteme­nte ha sugerido, de que los jueces estadounid­enses que son musulmanes también sostienen un conflicto inherente enfatiza ese peligro. De hecho, esto sugiere que aquellos que pertenecen a un grupo étnico distinto al de Trump, nunca deben ocupar un escaño como jueces. ¿Acaso Trump piensa que yo, como ciudadano estadounid­ense con padres inmigrante­s mexicanos, no debo servir como juez?

Cruz Reynoso, el primer hispano nombrado a la Suprema Corte de California, es profesor emérito de la escuela Davis de Derecho de la Universida­d de California. También ha servido como vicepresid­ente de la Comisión de Derechos Civiles de Estados Unidos. En el año 2000, le fue otorgada la Medalla Presidenci­al de la Libertad.

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