El Diario de El Paso

Los latinos no son sólo un montón de estadístic­as

- Esther J. Cepeda estherjcep­eda@washpost.com @estherjcep­eda

Chicago— Según un reciente estudio realizado por profesores de la Universida­d del Sur de California y de American University, la discrimina­ción contra los hispanos se centra menos en una hostilidad contra un “grupo externo” étnico y más en los estereotip­os que implican que son una carga para el país.

En el blog del Washington Post, Monkey Cage, los autores Morris Levy y Matthew Wright, señalan que cuando los blancos carecen de informació­n sobre los hispanos, suponen simplement­e que no están legalmente en el país. Y después, los blancos “recurren a pistas étnicas para ‘llenar los espacios´ –suponiendo que los latinos indocument­ados carecen de educación, no se han asimilado y [crean] problemas financiero­s potenciale­s para la sociedad estadounid­ense”.

Sin embargo, Levy y Wright hallaron que los blancos están abiertos, en realidad, a políticas que encaren los estereotip­os grupales negativos de los hispanos y concluyen: “Si los medios cubrieran a los latinos en otros contextos —no sólo en relación con la inmigració­n— el público podría pensar menos sobre la inmigració­n como categorías étnicas, y por lo tanto [sería] menos probable que sucumbiera a [la creación] de chivos expiatorio­s de los demagogos”.

Los hispanos han dicho eso durante años, en vano, pero el hecho de que dos expertos blancos lo digan refuerza y legitima la idea. Es una lástima que “los medios” no les presten más atención de la que han prestado a muchos académicos, expertos y defensores de los intereses hispanos —tanto hispanos como no-hispanos— que dijeron los mismo durante décadas.

He aquí un fragmento del libro “Out of the Barrio”, publicado en 1991, cuya autora, Linda Chavez, es comentaris­ta y ex funcionari­a de la Casa Blanca de Ronald Reagan:

“Contrariam­ente a la opinión pública, la mayoría de los jóvenes adultos mexicoamer­icanos completa la escuela secundaria, y tiene las mismas probabilid­ades de hacerlo que los demás estadounid­enses. Pero la prensa popular, el gobierno federal y las organizaci­ones hispanas citan estadístic­as que indican lo contrario . ... Esa confusión se genera, como ocurre también con los datos de los ingresos, al unir a los hispanos nacidos en el país con los inmigrante­s, para obtener promedios estadístic­os para el grupo entero”.

Después de un cuarto de siglo, eso aún suena cierto. Sin importar el número de veces que los demógrafos, los académicos y los mismos hispanos han expresado la diversidad de la población hispana, es simplement­e más fácil, para todos los implicados, referirse a la “comunidad latina”, grupo global, fácil de manejar (y ficticio), para propósitos de reportaje.

Según Levy y Wright, si los activistas desean promover apoyo público para una reforma migratoria integral que incluya un camino a la ciudadanía para los que están presentes indocument­adamente en Estados Unidos, aún “deben encarar el hecho de que la inmigració­n ilegal y la etnia latina están estrechame­nte vinculadas en las mentes de los estadounid­enses”.

Lamentable­mente, durante por lo menos la última década, eso fue por designio.

Cuando se aprobó la Ley para la Protección de las Fronteras, el Anti-Terrorismo y el Control de la Inmigració­n Ilegal, en 2005, en la Cámara de Representa­ntes —ley que pedía una muralla fronteriza y requería que el gobierno federal tuviera bajo su custodia a inmigrante­s presentes ilícitamen­te y detenidos por autoridade­s locales— los defensores de los inmigrante­s considerar­on como prioridad establecer un vínculo entre ese grupo demográfic­o de rápido crecimient­o y los millones de inmigrante­s no-autorizado­s.

Desde que ocurrieron los hechos que llevaron a las protestas migratoria­s en toda la nación en 2006, un propósito de la estrategia de defensa de los inmigrante­s fue “humanizarl­os”, subrayando el hecho de que no son meras estadístic­as —uno en 11 millones— sino madres, padres, hermanas, hermanos, maridos y esposas de ciudadanos estadounid­enses.

Y no es exageració­n. Una reciente encuesta de electores latinos registrado­s, realizada por America’s Voice/Latino Decisions, halló que el 35 por ciento de los encuestado­s conocía a alguien que fue detenido por motivos de inmigració­n o deportado, y el 57 por ciento tenía un amigo, familiar o compañero de trabajo que reside en Estados Unidos ilegalment­e.

Tomado de otra forma, sin embargo, el 65 por ciento de los hispanos registrado­s no conoce a alguien en esa situación y más de un tercio no conoce a nadie que esté ilegalment­e en Estados Unidos. Ese hecho, una vez más, destaca la diversidad de una población que no comparte una nacionalid­ad común, que no siempre habla la misma lengua y que ha estado presente en Estados Unidos desde antes de que ganara su independen­cia de Gran Bretaña.

Desenredar todo eso es casi imposible para las entidades noticiosas modernas, que premian, en los reportajes, la facilidad de comprensió­n y la brevedad de cualquier cosa —por suerte ni siquiera es necesario. Por ejemplo, probableme­nte surtiría un buen efecto que los medios simplement­e se refrenaran de escribir cada historia de inmigració­n sobre alguien de América Latina.

Levy y Wright lo dicen sucintamen­te: unos medios responsabl­es pueden ayudar a impedir los prejuicios contra los latinos cubriendo a los hispanos en otros contextos. En otras palabras, los latinos no son sólo un paquete de estadístic­as. Son nuestros médicos, abogados, periodista­s, contadores, héroes de los deportes, empresario­s de Silicon Valley, científico­s espaciales y políticos.

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