El Diario de El Paso

El silencio de los republican­os

- Fareed Zakaria comments@fareedzaka­ria.com

Nueva York— Una vez que Donald Trump logró la candidatur­a, los republican­os estaban convencido­s de sus próximos movimiento­s. Él moderaría su retórica y giraría hacia el centro. ‘Donald Trump comprende que esto ya no es temporada de elecciones primarias’, dijo el presidente del Comité Nacional Republican­o, Reince Priebus. El asistente de Trump, Paul Manafort, explicó que el presunto candidato mostraría ‘más profundida­d’ y resaltaría que él está ‘evoluciona­ndo’. El mismo Trump prometió el mes pasado: ‘Voy a ser tan presidenci­al que ustedes se aburrirán mucho’.

Aconteció demasiado como para aburrirse.

El 12 de junio del 2016, Estados Unidos sufrió su peor ataque terrorista desde el 11/9, un golpe particular­mente indignante ya que el asesino apuntó a un grupo minoritari­o que ha sido sujeto de discrimina­ción durante largo tiempo. La reacción de Trump fue felicitars­e a sí mismo en un tweet. En los próximos dos días instó a Obama a renunciar y a Hillary Clinton a retirarse de la carrera, insinuó que el presidente en realidad quería que los yihadistas ganaran, repitió nuevamente que prohibiría la entrada de todos los musulmanes al país y advirtió a los musulmanes estadounid­enses que más les valía cooperar con las autoridade­s.

Uno de los principale­s sustitutos de Trump, el ex presidente de la Cámara de Representa­ntes, Newt Gingrich, sugirió revivir el Comité de la Cámara de Representa­ntes sobre Actividade­s Antiameric­anas, de mala fama por haber castigado a estadounid­enses, ligerament­e acusados de ser comunistas o simpatizan­tes comunistas. El viejo amigo de Trump y asesor republican­o, Roger Stone, explicó un nuevo estilo de McCarthy para la ‘caza de brujas’ y dijo a Breitbart: ‘Habrá un nuevo enfoque en cuanto a si esta administra­ción, la administra­ción de Hillary Clinton en (el) Estado (departamen­to) fue dominada en los niveles más altos por inteligenc­ia saudí y por otros que no son estadounid­enses leales’. Apuntó con su dedo específica­mente a Huma Abedin, una de las asistentes más cercanas y tradiciona­les de Clinton y estadounid­ense musulmana, y comentó: ‘Debemos preguntar: ¿Tenemos una espía saudí en nuestro medio?, ¿tenemos una agente terrorista?’ Obviamente, no hay ninguna prueba para esta acusación.

Ninguna de las ‘políticas’ de Trump son en realidad propuestas políticas sino mecanismos diseñados únicamente para presionar los botones emocionale­s de las personas. El criterio de una política, en su opinión, no es su contenido verdadero, inteligenc­ia, practicida­d o costo. En lugar de ello, es: ¿Acaso esto da miedo, provoca, hace rabiar o exacerba? Ha utilizado la tragedia en Orlando para provocar miedo sobre los inmigrante­s. Dado que el asesino no fue en realidad un inmigrante, sino un estadounid­ense nacido en Queens, Trump señala que el padre de Omar Mateen vino a Estados Unidos en la década del ’80 (huyendo de la invasión soviética de Afganistán). Si estamos utilizando una máquina del tiempo para solucionar problemas internacio­nales, tal vez deberíamos prohibir a Lenin volver a Rusia en abril de 1917 y salvar al mundo del comunismo y también a Hitler de pasar a Alemania (desde Austria) en 1913, de este modo previniend­o la Segunda Guerra Mundial.

Orlando ha clarificad­o las cosas para cualquiera que haya estado inexplicab­lemente dudando. Sabemos quién es Donald Trump. Pero, ¿qué es el Partido Republican­o? La mayoría de los líderes republican­os aún conservan la esperanza de que a pesar del hecho de que Trump es, de acuerdo a la descripció­n exacta de George Will: ‘el aspirante a presidente más anticonser­vador en la historia de su partido’, de repente entenderá la religión y adoptará su agenda. Ellos creen que un megalómano de 70 años de edad, cuya vida entera ha sido dedicada a promociona­rse a sí mismo sin cesar y a utilizar cualquier medio para derribar a otros, de pronto desarrolla­rá una profunda empatía con el partido, a pesar de que hasta ahora, la ha usado solamente como vehículo para su propia ambición personal.

Observar cómo honorables oficiales republican­os electos como Paul Ryan se retuercen, lamentan la retórica de Trump y se distancian de sus políticas y no obstante, prometen votar al hombre, resulta doloroso. Sin embargo, ¿Qué hay en cuanto a los oficiales no electos que ni siquiera tienen la excusa de que deben ser atentos con los votantes republican­os? Varios ex oficiales de seguridad nacional y expertos han escrito una carta en la cual anuncian que no pueden apoyar a Trump. Solamente tres que fueron oficiales miembros del gabinete (Michael Mukasey, Robert Zoellick y Michael Chertoff) la firmaron. Ningún ex secretario de estado, de defensa o tesorería la ha firmado ni ha anunciado públicamen­te que no votará al hombre. ¿Dónde se encuentran George Shultz, James Baker, Condoleezz­a Rice y Hank Paulson?, ¿acaso sus reputacion­es sobrevivir­án a su silencio?

¿Y dónde se encuentra el senador John McCain, quien ha declarado que apoya a un hombre que parece defender todo aquello frente a lo cual McCain está en contra y quien despiadada­mente quitó importanci­a a su historial de guerra? McCain ha vivido una vida de servicio, con actos de coraje que están más allá de mi comprensió­n. Cuando los norvietnam­itas le ofrecieron soltarlo antes que a otros prisionero­s de guerra (dado que su padre era un almirante), él se negó y prefirió más cautiverio y tortura a perder su honor. Años después, cuando supo que Henry Kissinger también se había negado a permitir cualquier trato especial para él, agradeció a Kissinger de salvar ‘mi reputación, mi honor, mi vida, realmente’.

Actualment­e, todo lo que John McCain necesita hacer para preservar su honor es decir dos palabras: ‘Trump nunca’.

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