El voto ‘brexit’ y el dolor de la Unión Europea
Roma— Entre los burócratas adinerados de la Unión Europea, es un artículo de fe que el bloque siempre surge más fuerte de una crisis. Los fundadores idealistas que hace seis décadas soñaron con unir a países enfrentados en un todo pacífico sabían que el camino sería accidentado. Sin embargo, la Unión siempre avanzaba dando tumbos.
Ahora, el sueño de una Europa integrada y cada vez más fuerte podría hundirse en el canal de la Mancha hoy jueves, cuando el electorado británico decida si abandona el bloque. La élite pro Europa considera a esta crisis más reciente como un asunto peculiarmente británico, en el que los villanos son políticos oportunistas que están guiando a los electores hacia un error ilusorio y autoinflingido.
Puede ser. Sin embargo, si Gran Bretaña sí se sale, la Unión Europea también puede culpar a su propio manejo de la crisis de la última década; las tribulaciones del euro, el callejón sin salida de la deuda de Grecia y un enfoque erróneo de la inmigración. Cada vez, el bloque imponía horrendos arreglos de corto plazo que sólo inflamaron el enojo nacionalista que hoy se propaga por el continente y por Gran Bretaña.
El resultado fue casi una década de manejo ‘ad hoc’ de la crisis que, incluso, muchos admiradores concuerdan en que hirió terriblemente a la Unión Europea y dañó muchísimo a su reputación. El idealismo dio paso a la desilusión. Es frecuente que se perciba que la élite de los tecnócratas está desfasada, mientras que las instituciones europeas no están completamente equipadas para abordar problemas, como el desempleo y el estancamiento económico. La solidaridad política se está disolviendo en divisiones regionales de Este y Oeste, de Norte y Sur.
Las implicaciones económicas de la salida británica, la llamada ‘brexit’, son potencialmente impactantes, pero muchos expertos están de acuerdo en que, sin importar cómo voten los británicos, debe cambiar la política en toda Europa. Se sigue considerando que la estructura de la Eurozona es frágil. La política económica del bloque, dominada por Alemania, ha significado casi una década perdida para gran parte del sur de Europa, plagado por las deudas, y que aún está batallando para recuperarse de la reciente crisis económica.
‘No podemos continuar con el statu quo’, dijo Enrico Letta, ex primer ministro italiano. ‘Tenemos que avanzar’.
La política en Europa, como en Estados Unidos, se ha vuelto horrible y mezquina. Los partidos que están en contra de la inmigración, de extrema derecha, están ganando fuerza en Polonia, Hungría, Austria, Francia y Alemania. Ese mismo desagradable tenor ha imbuido a la campaña británica de hostilidad y xenofobia hacia los inmigrantes. El asesinato el jueves pasado de Jo Cox, una integrante del Parlamento que había hecho campaña para permanecer en la Unión, impactó a toda Gran Bretaña.
‘No es muy fácil ser inglés en este momento’, dijo Simon Tilford, subdirector del Centro para la Reforma Europea en Londres. ‘Un asunto desagradable’.
Tilford cae en un campo interesante: ha sido un crítico franco desde hace mucho tiempo del manejo que la Unión Europea hizo de sus problemas monetarios, pero apoya contundentemente que Gran Bretaña permanezca en el bloque. Los beneficios sobrepasan con mucho a las desventajas, arguye, aun cuando se da cuenta de que las fallas políticas de la Unión Europea han ayudado a legitimar los argumentos de algunos que se quieren ir.
‘Les ha facilitado describir a la Unión Europea como un fracaso’, notó. ‘Muchas personas se han vuelto euroescépticos en Gran Bretaña porque están muy enojadas por lo que ha sucedido en la Eurozona en los últimos años’.
En los 1990, Gran Bretaña ya era integrante de la Unión Europea y estaba considerando dejar su moneda, la libra, para unirse a la zona de países que adoptaron la nueva moneda del bloque, el euro. (Hoy, 19 de los 28 países en la Unión Europea comparten el euro.)
Sin embargo, una crisis en los mercados financieros, en 1992, definió efectivamente el asunto ya que Gran Bretaña decidió no unirse a otros países y cambiar al euro.
Los escépticos de usar una moneda común para impulsar una integración más estrecha en Europa siempre han argumentado que unirse al sistema del euro limitaría la flexibilidad política, como la capacidad para devaluar la moneda nacional durante las crisis económicas, o utilizar el gasto deficitario para fomentar el crecimiento. Y dijeron que, inevitablemente, surgirían problemas debido a las marcadas diferencias económicas entre los países que comparten la moneda.
Cada argumento resultó cierto. La crisis económica del 2007 y el 2008 hundió al bloque en un ciclo de crisis del cual todavía no se recupera. Las disparidades entre los países de la Eurozona quedaron expuestas y, para salvar a la moneda, los países del norte, liderados por Alemania, rescataron a sus desesperadas contrapartes sureñas.
La Eurozona quedó dividida entre deudores y acreedores en lugar de ser socios igualitarios.
La solución de la economía de la austeridad, encabezada por Alemania, infligió un castigo pesado a países como Grecia. Y Gran Bretaña, fuera del euro, se recuperó más rápidamente de las crisis del 2008 que la mayoría de los miembros del grupo monetario.
Las políticas también cambiaron: Alemania, el motor económico del bloque, acumuló más poder político dentro de las instituciones de la Unión Europea. En forma gradual, a ello siguió el resentimiento, en especial en Grecia, el miembro más débil y más endeudado de la Eurozona.
Estalló el enojo popular en enero del 2015, cuando el electorado griego hizo a un lado a la élite política del país y eligió a Alexis Tsipras, un izquierdista radical, como primer ministro.
Tsipras prometió terminar la austeridad, amortizar la deuda griega y cambiar a Europa dirigiendo un choque de ideas en contra del consenso liderado por Alemania.
Fue un teatro político y los griegos jugaron torpemente su mano. Sin embargo, lo que siguió fue un choque de culturas, no de ideas: funcionarios de la Unión se negaron a ceder en cuanto a las obligaciones de la deuda griega, y después de meses de negociaciones y riesgos calculados, Grecia casi se colapsa y quiebra antes de acceder a las exigencias de Bruselas.
El callejón sin salida griego fue una demostración no sólo de la política de poder de la Unión Europea, sino, también, de la inclinación del bloque a apañarse. El bloque acordó un nuevo paquete de rescate para Grecia que la mayoría de los analistas consideran como una solución temporal. Ahora, la deuda de Grecia es más elevada que antes y los analistas advierten que todavía podría haber otra crisis del euro.
‘Hay muchas críticas a la forma alemana de manejar a la Eurozona’, comentó Daniela Schwarzer, directora del Programa Europa para el Fondo Marshall Alemán en Berlín. ‘Eso se trasmina a la percepción de que la Unión Europea no está funcionando adecuadamente’.
Es esta percepción de falta de efectividad que hay en los partidos políticos de la corriente dominante en los ámbitos europeo y nacionales lo que ha envalentonado a los partidos populistas o los que están en contra de la élite de izquierda y de derecha.
El año pasado, partidos de extrema derecha se aprovecharon de la crisis migratoria –con imágenes de cientos de miles de refugiados que llegan a Europa– para provocar ansiedad popular. Liderados por Hungría, algunos países empezaron a levantar bardas para bloquear a los inmigrantes a pesar del sistema de fronteras abiertas de la Unión Europea.
Los dirigentes europeos batallaron para montar una respuesta coherente, y la popularidad de la canciller Angela Merkel se hundió después de que abrió a Alemania a los refugiados sirios. Desde entones, ha endurecido las restricciones y abogado por un polémico tratado con Turquía por el cual se ha reducido drásticamente la afluencia migratoria al continente.
En el referendo británico, las fuerzas contra la inmigración han buscado conseguir el apoyo para la campaña para salirse de la Unión, diciendo que el continente está bajo la invasión de los inmigrantes.
En un cartel de la campaña, que dio a conocer Nigel Farage, el dirigente del Partido de la Independencia del Reino Unido, la semana pasada, se muestra un desfile de inmigrantes de piel morena. Se ridiculizó como xenofobia descarada. Sin embargo, es poco distinta a la propaganda de los políticos de extrema derecha en Hungría o Polonia.
De permanecer en el bloque, Gran Bretaña podría surgir como una fuerza poderosa, con mayor influencia para imponer los cambios que la mayoría de los analistas creen que son necesarios.
Aun entre altos funcionarios, existe un creciente reconocimiento de que la corriente política dominante ha malinterpretado el apetito popular por una rápida integración europea.
‘El fantasma de un rompimiento está recorriendo a Europa’, advirtió Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, que comprende a los jefes de Estado de los miembros del bloque. ‘Tenemos que entender la necesidad del momento histórico’.