En el extremo del interior
Nueva York— En cualquier organización, hay algunas personas que sirven en el núcleo. Esta gente entendida está en las salas cuando se toman decisiones. Hillary Clinton, por ejemplo, actualmente está al centro del Partido Demócrata.
Después están la gente ajena. Ellos lanzan misiles de más allá de los muros. No los tocan lealtades internas e intentan tomar el control desde no tener nada. Donald Trump es un republicano ajeno.
Sin embargo, hay una tercera posición en cualquier organización: aquellos que están al borde del interior. Estas personas están adentro de la organización, pero no están incorporadas por el pensamiento grupal. Trabajan en los límites, puentes y entradas. El senador Lindsey Graham, por ejemplo, a veces está al borde del interior del Partido Republicano.
Tomo prestado este concepto de Richard Rohr, sacerdote franciscano que vive en Albuquerque. Su punto es que la gente que vive en el extremo del interior tiene papeles cruciales qué interpretar. Como escribe en su panfleto ‘Los ocho principios fundamentales’, cuando vives en el extremo de cualquier grupo, ‘eres libre de sus seducciones centrales, pero libre también de oír su mensaje fundamental en formas muy nuevas y creativas’.
Una persona al borde del interior puede ver lo que es bueno con respecto al grupo y lo bueno con respecto a grupos rivales. Rohr escribe: ‘Un portero debe amar tanto el interior como el exterior de su grupo, y saber moverse entre estos dos amores’.
Una persona en el extremo del interior puede ser el reformista más fuerte. Esta persona tiene la lealtad de un fiel enterado pero el juicio del ajeno crítico. Martin Luther King Jr. tuvo una auténtica experiencia interior de lo que significaba ser estadounidense. Este amor le permitió criticar a Estados Unidos a partir de los valores que él aprendió de Estados Unidos. Podía ser totalmente incansable para acercar a Estados Unidos de nuevo a sí mismo, precisamente debido a que la devoción de él a ideales estadounidenses era tan ferviente.
Una persona en el borde del interior sabe cómo aprovechar las normas y prácticas de una organización, pero no ser encarcelada por ellas. Rohr escribe: ‘Has aprendido las reglas bastante bien para saber cómo romper las reglas apropiadamente, lo cual no es realmente romperlas, sino encontrar su verdadero propósito: no abolir la ley sino completarla’.
Cuando el economista conductista Richard Thaler usa las lecciones de psicología para mejorar los modelos económicos, está operando justo adentro del borde de su propia disciplina y mejorándola.
La persona al borde del interior está involucrada en cambio constante. Los verdaderos entendidos están tan profundamente adentro que son confundidos a menudo por trivialidades y encerrados en el statu quo. La persona ajena está lanzando bombas y soñando con una lejana revolución transformadora. Sin embargo, la persona en la entrada está viendo constantes idas y venidas. Como dice Rohr, ella está involucrada en un proceso de transformación perpetua, no en un sistema de pertenencia. Está más interesada en ser una buscadora que una colona.
Entendidos y ajenos son amenazados por aquellos en el otro lado de la barrera. Sin embargo, una persona en el extremo del interior ni idolatra el Nosotros ni sataniza el Ellos. Ese tipo de persona ve diferentes grupos como socios en una realidad que es paradójica, complementaria y en desarrollo poco a poco.
Estos son los inconvenientes de estar al borde del interior. Nunca te pierdes en un compromiso pleno. Quizá seas respetado y amistado, pero no eres amado tan completamente como la gente en el núcleo, la banda de hermanos. No gozas ni de la pureza de la persona ajena ni de la del verdadero creyente.
Con todo, las personas en el extremo del interior pueden ver la realidad claramente. Los entendidos y los ajenos tienden a pensar en formas dualistas nosotros versus ellos; esto o aquello. Pero, como Rohr diría, el comienzo de la sabiduría consiste en combatir la tendencia natural a ser dualista; es combatir el ego natural del grupo. La persona en el extremo del interior tiene más probabilidades de ver la totalidad de cualquier situación. De ver cómo nosotros y ellos, que parecen superficialmente opuestos, efectivamente están en una relación complementaria dentro de algún proceso mayor.
Lincoln podía ver las divisiones entre Norte y Sur, pero en su segundo mensaje inaugural transcendió estas divisiones y vio tanto al Norte como al Sur como actores y socios en un drama humano aún mayor.
Cuando la gente tiene miedo o es defensiva, no tiene tolerancia alguna por la persona al borde del interior. Ellos quieren pureza, rígida lealtad y unidad coordinada. Pero, ahora más que nunca antes, necesitamos personas que tengan el valor de vivir en el extremo del interior, que amen a sus partidos y organizaciones a tal grado que los puedan criticar como un hermano, operarlos desde el interior como un amigo e insistir sin amilanarse en que estén a la altura de sus seres más verdaderos.