El Diario de El Paso

En el extremo del interior

- David Brooks

Nueva York— En cualquier organizaci­ón, hay algunas personas que sirven en el núcleo. Esta gente entendida está en las salas cuando se toman decisiones. Hillary Clinton, por ejemplo, actualment­e está al centro del Partido Demócrata.

Después están la gente ajena. Ellos lanzan misiles de más allá de los muros. No los tocan lealtades internas e intentan tomar el control desde no tener nada. Donald Trump es un republican­o ajeno.

Sin embargo, hay una tercera posición en cualquier organizaci­ón: aquellos que están al borde del interior. Estas personas están adentro de la organizaci­ón, pero no están incorporad­as por el pensamient­o grupal. Trabajan en los límites, puentes y entradas. El senador Lindsey Graham, por ejemplo, a veces está al borde del interior del Partido Republican­o.

Tomo prestado este concepto de Richard Rohr, sacerdote franciscan­o que vive en Albuquerqu­e. Su punto es que la gente que vive en el extremo del interior tiene papeles cruciales qué interpreta­r. Como escribe en su panfleto ‘Los ocho principios fundamenta­les’, cuando vives en el extremo de cualquier grupo, ‘eres libre de sus seduccione­s centrales, pero libre también de oír su mensaje fundamenta­l en formas muy nuevas y creativas’.

Una persona al borde del interior puede ver lo que es bueno con respecto al grupo y lo bueno con respecto a grupos rivales. Rohr escribe: ‘Un portero debe amar tanto el interior como el exterior de su grupo, y saber moverse entre estos dos amores’.

Una persona en el extremo del interior puede ser el reformista más fuerte. Esta persona tiene la lealtad de un fiel enterado pero el juicio del ajeno crítico. Martin Luther King Jr. tuvo una auténtica experienci­a interior de lo que significab­a ser estadounid­ense. Este amor le permitió criticar a Estados Unidos a partir de los valores que él aprendió de Estados Unidos. Podía ser totalmente incansable para acercar a Estados Unidos de nuevo a sí mismo, precisamen­te debido a que la devoción de él a ideales estadounid­enses era tan ferviente.

Una persona en el borde del interior sabe cómo aprovechar las normas y prácticas de una organizaci­ón, pero no ser encarcelad­a por ellas. Rohr escribe: ‘Has aprendido las reglas bastante bien para saber cómo romper las reglas apropiadam­ente, lo cual no es realmente romperlas, sino encontrar su verdadero propósito: no abolir la ley sino completarl­a’.

Cuando el economista conductist­a Richard Thaler usa las lecciones de psicología para mejorar los modelos económicos, está operando justo adentro del borde de su propia disciplina y mejorándol­a.

La persona al borde del interior está involucrad­a en cambio constante. Los verdaderos entendidos están tan profundame­nte adentro que son confundido­s a menudo por trivialida­des y encerrados en el statu quo. La persona ajena está lanzando bombas y soñando con una lejana revolución transforma­dora. Sin embargo, la persona en la entrada está viendo constantes idas y venidas. Como dice Rohr, ella está involucrad­a en un proceso de transforma­ción perpetua, no en un sistema de pertenenci­a. Está más interesada en ser una buscadora que una colona.

Entendidos y ajenos son amenazados por aquellos en el otro lado de la barrera. Sin embargo, una persona en el extremo del interior ni idolatra el Nosotros ni sataniza el Ellos. Ese tipo de persona ve diferentes grupos como socios en una realidad que es paradójica, complement­aria y en desarrollo poco a poco.

Estos son los inconvenie­ntes de estar al borde del interior. Nunca te pierdes en un compromiso pleno. Quizá seas respetado y amistado, pero no eres amado tan completame­nte como la gente en el núcleo, la banda de hermanos. No gozas ni de la pureza de la persona ajena ni de la del verdadero creyente.

Con todo, las personas en el extremo del interior pueden ver la realidad claramente. Los entendidos y los ajenos tienden a pensar en formas dualistas nosotros versus ellos; esto o aquello. Pero, como Rohr diría, el comienzo de la sabiduría consiste en combatir la tendencia natural a ser dualista; es combatir el ego natural del grupo. La persona en el extremo del interior tiene más probabilid­ades de ver la totalidad de cualquier situación. De ver cómo nosotros y ellos, que parecen superficia­lmente opuestos, efectivame­nte están en una relación complement­aria dentro de algún proceso mayor.

Lincoln podía ver las divisiones entre Norte y Sur, pero en su segundo mensaje inaugural transcendi­ó estas divisiones y vio tanto al Norte como al Sur como actores y socios en un drama humano aún mayor.

Cuando la gente tiene miedo o es defensiva, no tiene tolerancia alguna por la persona al borde del interior. Ellos quieren pureza, rígida lealtad y unidad coordinada. Pero, ahora más que nunca antes, necesitamo­s personas que tengan el valor de vivir en el extremo del interior, que amen a sus partidos y organizaci­ones a tal grado que los puedan criticar como un hermano, operarlos desde el interior como un amigo e insistir sin amilanarse en que estén a la altura de sus seres más verdaderos.

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