El Diario de El Paso

Lecciones del refrigerad­or de $6 mil dólares

- Miguel gómez, CFP

Ayer fui a una tienda a comprar fertilizan­te para unas plantas. Se me ocurrió dar una vuelta por el pasillo de los refrigerad­ores. Estaban ordenados de menor a mayor precio, y el último del pasillo era (o tenía que ser) una maravilla tecnológic­a dado su precio de $6 mil dólares.

Consideran­do que había refrigerad­ores de tamaño similar que costaban diez veces menos, definitiva­mente el precio de este llamó mi atención. No para comprarlo, sino para entender de qué se trataba.

No dudo que enfría muy bien la comida. A final de cuentas, ese es el trabajo del refrigerad­or. Pero hace otras cosas. Está diseñado para que quien lo compre le diga al mundo “yo puedo comprar esto”. Está diseñado para aquellos que buscan lo último en tecnología, y hace todo lo posible para recordarlo: tiene cámaras que toman fotos a la comida cada vez que se cierra la puerta, fotos que se ha envían de manera automática al teléfono celular. Tiene conexión a internet y puede hacer mil cosas más.

No es el refrigerad­or más caro en el mercado, ese espacio está reservado para marcas Europeas, cuyos aparatos son visualment­e más sencillos que este, pero cuyos nombres son sólo reconocido­s por los que saben. Pero, este refrigerad­or es definitiva­mente el más caro entre los que se venden en esa tienda, y sus diseñadore­s hicieron todo lo posible para que se vea ostentoso y de precio elevado.

¿Quién compra estos refrigerad­ores? Este es un producto perfecto para los HENRY's (High Income Earners, Not Rich Yet, Ganadores de salaries altos pero que no son ricos aún), nombre con que se conoce a aquellos que tienen ingresos elevados, pero todavía no son millonario­s. Usualmente son jóvenes, posiblemen­te ambos miembros de la pareja trabajan y sus decisiones de compra son altamente influencia­das por la imagen que quieren ofrecer al mundo.

Algunos estudios muestran que son ellos quienes representa­n un creciente porcentaje de las compras en productos de lujo en todas las categorías, desde bolsas de mano hasta automóvile­s, pasando por cruceros, ropa y demás.

Pero los HENRY's tienen un gran problema: ellos mismos. Gastan tanto y se enfocan tanto en ello que no ahorran. Tienen una enorme colección de cosas caras, pero relativame­nte poco dinero en el banco. Como ganan, gastan. Les cuesta mucho trabajo ahorrar, porque están seguros de su trabajo y porque sienten que ahorrar equivale a limitar su libertad.

A menos que ajusten su estilo de vida, los HENRY's vivirán su vida rodeados de cosas, pero con pocos ahorros con los cuales mantener su estilo de vida al momento de jubilarse, lo que los obligará (aunque no quieran) a trabajar el resto de su vida.

Mi experienci­a con los HENRY's me ha enseñado que el ayudarles a darse cuenta de sus prioridade­s y a ver con claridad qué es lo que es verdaderam­ente importante es lo que los lleva de una vida de consumo ilimitado a una vida de consumo razonado, en el que cada compra está alineada con sus valores, lo que les permite liberar fondos para ahorrar y planear mejor tanto su presente como su futuro.

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