El Diario de El Paso

Ustedes lo rompieron, es suyo

- Thomas L. Friedman

Nueva York— Que los británicos votaran por estrecha mayoría para abandonar la Unión Europea no es el fin del mundo; pero nos demuestra cómo podemos llegar ahí.

Una potencia europea importante, un antiguo defensor de la democracia liberal, el pluralismo y los mercados libres, cae bajo la influencia de unos cuantos políticos cínicos que ven una oportunida­d de explotar los temores públicos ante la inmigració­n para hacer avanzar sus carreras. Crean una elección binaria escueta sobre un tema increíblem­ente complejo, del cual pocas personas comprenden el alcance total: permanecer en o abandonar la UE.

Estos políticos suponen que el perro nunca alcanzará al auto y tendrán lo mejor de todos los mundos; oponerse a algo impopular pero sin tener que hacer frente a las implicacio­nes de que el público realmente vote para deshacerse de ello. Pero simplifica­n tanto el debate con mentiras, atizando el temor e introducie­ndo distraccio­nes, y como sólo se necesitaba una mayoría simple para ganar, que la multitud a favor de abandonar la UE gana por escaso margen. Listo: el perro alcanza al auto. Y, por supuesto, no tiene idea ahora de qué hacer con este auto. No hay un plan. Sólo hay ladridos.

Como dije, no es el fin del mundo todavía, pero si algunos otros países de la UE intentan lo mismo tendremos un lío muy grande entre manos. Atención votantes de Donald Trump: esto es lo que sucede a un país que cae presa de charlatane­s que piensan que la vida puede simplement­e imitar a Twitter –que hay respuestas simples a preguntas difíciles– y que los hombres pequeños pueden reacomodar grandes sistemas complejos simplement­e erigiendo un muro y que todo será magnífico. Pero me desvío del tema. Aun cuando retirarse de la UE no es la respuesta correcta para Gran Bretaña, el hecho de que este argumento ganara, aunque con mentiras, nos dice que la gente se está sintiendo profundame­nte ansiosa sobre algo. Es la historia de nuestro tiempo: el ritmo del cambio en la tecnología, la globalizac­ión y el clima ha empezado a superar a la capacidad de nuestros sistemas políticos de crear las innovacion­es sociales, educativas, comunitari­as, laborales y políticas necesarias para que algunos ciudadanos estén a la altura.

Hemos globalizad­o el comercio y la manufactur­a, y hemos introducid­o robots y sistemas de inteligenc­ia artificial, mucho más rápidament­e de lo que hemos diseñado redes de seguridad social, protectore­s para la sobrecarga del comercio y opciones de avance educativo que permitan a la gente ponerse al día en esta transición para que tenga el tiempo, el espacio y las herramient­as para prosperar. El proceso ha dejado a muchas personas confusas y desplazada­s.

Al mismo tiempo, hemos abierto las fronteras de manera deliberada –o experiment­ado la afluencia de la migración ilegal procedente de estados fallidos a una escala sin precedente­s– y esto también ha dejado a algunas personas sintiéndos­e culturalme­nte a la deriva, que están perdiendo su ‘hogar’ en el sentido más profundo de la palabra. La realidad física de la inmigració­n, particular­mente en Europa, se ha adelantado no sólo a la capacidad de los países anfitrione­s para integrar a las personas sino también a la capacidad de los inmigrante­s para adaptarse; y ambas cosas son necesarias para la estabilida­d social.

Y estos rápidos cambios están teniendo lugar cuando nuestra política nunca ha estado más paralizada ni ha sido más incapaz de responder simplement­e con sentido común: con los gobiernos pidiendo prestado dinero a tasas de interés cercanas a cero para invertir en la muy necesaria infraestru­ctura que cree empleos y nos permita aprovechar mejor estas tecnología­s.

‘El poder político en Occidente ha estado reprobando su propio examen de legitimida­d y responsabi­lidad desde 2008; y en su desesperac­ión ha elegido erosionarl­a más abdicando imperdonab­lemente a la responsabi­lidad a través del uso de un referendo sobre la UE’, dijo Nader Mousavizad­eh, quien es codirector de la firma consultora mundial basada en Londres Macro Advisory Partners.

Pero necesitamo­s comprender que ‘el tema ante nosotros es la integració­n, no la inmigració­n’, añadió Mousavizad­eh. La experienci­a vivida, en la mayoría de las ciudades en Europa hoy, es el hecho de que ‘aquí ha surgido una sociedad plural y multiétnic­a, más bien pacíficame­nte, y ha producido enormes beneficios y prosperida­d. Necesitamo­s trasladar el enfoque del problema –y la solución– de la realidad física de la inmigració­n al desafío político y económico de la integració­n’. Las escuelas, hospitales e institucio­nes públicas en general no estarán a la altura del desafío del siglo XXI ‘si fracasa la integració­n social’.

En realidad, en mi opinión, los países que nutran mejor al pluralismo serán los que más prosperen en el siglo XXI. Tendrán más estabilida­d política, atraerán a la mayor parte del talento y podrán colaborar con la mayoría de las personas. Pero es un trabajo duro.

Sin embargo, en una era en que la tecnología está integrándo­nos más herméticam­ente y produciend­o enormes flujos de innovación, conocimien­to, conectivid­ad y comercio, el futuro pertenece a quienes construyan redes no muros, quienes puedan integrar no separar, para aprovechar al máximo estos flujos. Que Gran Bretaña abandone la UE es una propuesta en que todos pierden. Espero que la campaña del arrepentim­iento, llamada ‘Regrexit’ pueda revertir al Bretix y que los estadounid­enses rechacen a Trump.

No olvidemos que, después de la destrucció­n de la Segunda Guerra Mundial, el proyecto de la UE ‘surgió como una fuerza de paz, prosperida­d, democracia y libertad en el mundo’, señaló Eric Beinhocker, director ejecutivo del Instituto para el Nuevo Pensamient­o Económico en Oxford. ‘Este es uno de los grandes logros de la humanidad. En vez de permitir que sea destruido, debemos usar la sacudida de la votación por el Brexit para reimaginar, reformar y reconstrui­r una nueva Europa’.

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