El Diario de El Paso

El camino equivocado de la inmigració­n

- Roberto G. Gonzales

Washington— Nadie se tiene que preguntar sobre las enormes consecuenc­ias de la decisión de la Suprema Corte para dejar en pie el fallo de una Corte menor que bloqueó el plan del presidente Barack Obama para proteger de la deportació­n a millones de inmigrante­s indocument­ados que son padres de ciudadanos o residentes permanente­s. Todo lo que ustedes tienen que hacer es ver cuánto se ha logrado y multiplica­do con el pequeño programa en el que el plan estaba basado.

Hace un poco más de cuatro años, la administra­ción de Obama anunció un nuevo programa que permitiría que los jóvenes inmigrante­s tuvieran la oportunida­d de aplicar para un permiso que los liberaría de la deportació­n y les daría la habilidad de trabajar de manera legal en Estados Unidos. Cerca de 730 mil personas jóvenes han avanzado a pasos agigantado­s para formar parte del grosor social estadounid­ense como resultado del programa de Acción Deferida para Inmigrante­s que Arribaron al País Siendo aún Menores de Edad (DACA) y cómo, en turno, han contribuid­o de manera significat­iva a la sociedad norteameri­cana.

Poco después de la implementa­ción de DACA, mi equipo en Harvard lanzó un estudio a nivel nacional para entender cómo estos jóvenes inmigrante­s estaban experiment­ando su nuevo estatus, formando un enlace con cerca de 2 mil 700 adultos jóvenes ‘protegidos por DACA’. Los hallazgos del sondeo apuntaron a un sorprenden­te impacto positivo del programa en sus vidas. Los beneficiar­ios de DACA estaban pasando a formar parte de grosor social de Estados Unidos. Muchos habían conseguido nuevos trabajos y residencia­s de prácticas profesiona­les pagadas y habían incrementa­do sus ingresos. Algunos también habían comenzado a desarrolla­r un historial crediticio al abrir cuentas bancarias y adquiriend­o tarjetas de crédito. Todos los estados ahora permiten que los beneficiar­ios de DACA obtengan licencias para conducir, y muchos de éstos las han adquirido. Como resultado de ello, por las carreteras de la nación conducen menos conductore­s sin licencia y sin seguro. Y por medio de los nuevos empleos y oportunida­des escolares, un significat­ivo número reportó haber obtenido un seguro para el cuidado de la salud desde que fueron aceptados al programa DACA.

Recienteme­nte hicimos un seguimient­o del sondeo original con entrevista­s detalladas de más de 500 beneficiar­ios. Sentados en sofás en alguna estancia, en centros estudianti­les en los planteles universita­rios, y en oficinas para los beneficiar­ios, escuchamos sus historias. Ahora en la actualidad, la mayoría de nuestros respondien­tes han gozado de los beneficios de DACA por más de dos años, y muchos de ellos ya han pasado por el proceso de renovación. Las personas jóvenes con las que hablamos se expresaron de manera muy emotiva cuando describier­on la nueva perspectiv­a que tienen de su vida. Una estudiante de 22 años, de una universida­d comunitari­a, que se mudó a Phoenix con su familia cuando ella tenía tres años, dijo que, ‘No sé dónde estaría en este momento si no fuera por DACA. Siento que el programa salvó mi vida’. Un estudiante de ingeniería de 21 años, de Chicago, nos dijo que, ‘es sólo poder identifica­rse a uno mismo y saber que eres alguien. Porque antes uno era simplement­e un indocument­ado y eso era todo. Literalmen­te uno no tenía ningún privilegio. Pero ahora es simplement­e poder decir: soy alguien en la vida. Tengo DACA’.

DACA ha ampliado las oportunida­des educativas y laborales para cientos de miles de personas jóvenes. Con DACA, estos residentes de Estados Unidos mejoraron su acceso a las universida­des públicas, institutos profesiona­les y tienen oportunida­des adicionale­s para conseguir becas. Y con permiso para trabajar, los beneficiar­ios de DACA que asisten a la universida­d lograron cubrir de mejor manera sus colegiatur­as al mismo tiempo que balancean sus responsabi­lidades escolares con las de sus empleos. En la fuerza laboral han experiment­ado un nuevo acceso a empleos más estables con mejores salarios, mejores beneficios y condicione­s laborales menos estresante­s. Esto es bueno no sólo para los beneficiar­ios de DACA sino también para la economía estadounid­ense en general, a manera que al contar con salarios más altos, éstos a su vez estimulan al crecimient­o económico y un mayor ingreso tributario. Y muchos de los beneficiar­ios de DACA también están cubriendo las necesidade­s de la fuerza laboral en aquellos sectores en crecimient­o, como el ámbito del cuidado de la salud.

Pero los beneficiar­ios de DACA no viven aislados. Pertenecen a familias y comunidade­s con urgentes necesidade­s de alivio.

El fallo del jueves pasado, con el que se les niega el alivio migratorio a padres de familia, otros familiares y vecinos, muchos de los cuales tienen vínculos muy profundos con Estados Unidos, tendrá significat­ivas ramificaci­ones para ellos y el público estadounid­ense en general. Sin estas medidas, los estados podrían perder billones de dólares en ingresos tributario­s estatales y locales. Muchos inmigrante­s que habrían calificado para el programa han hecho tremendas inversione­s en educación, capacitaci­ón laboral y en una experienci­a relevante. Su talento desaprovec­hado es una gran pérdida para nuestra nación.

Ahora, más que nunca, Estados Unidos necesita una reforma inmigrator­ia para sacar a los inmigrante­s y a sus familias de las sombras, para reconocer sus profundas conexiones con la comunidad y sus contribuci­ones económicas, y para construir una fuerte sociedad estadounid­ense.

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