El Diario de El Paso

Trump, el comercio y los trabajador­es

- Paul Krugman

Nueva York— Donald Trump pronunció un discurso sobre política económica la semana pasada. Prácticame­nte, cada una de las aseveracio­nes fácticas que hizo estaba equivocada, pero no voy a hacer una crítica renglón por renglón. Lo que quiero hacer, más bien, es hablar del sentido general: que el candidato dice que está del lado de los trabajador­es estadounid­enses.

Claro que eso es lo que dicen todos. Sin embargo, la ‘trumpnomía’ va más allá de las usuales aseveracio­nes republican­as de reducirles los impuestos a las corporacio­nes y a los ricos, de terminar con las regulacion­es ambientale­s y así sucesivame­nte, pero eso no va a hacer que aparezca la magia del mercado y haga que todos sean prósperos. También implica hacerse pasar por populista, diciendo que ser duros con los extranjero­s y rompiendo los tratados de comercio hará que retornen los empleos bien remunerado­s que se han perdido en Estados Unidos.

Es una desviación aunque no tanto como se podría pensar; a la gente se le olvida que, en forma parecida, Mitt Romney amenazó con una guerra comercial con China durante su campaña del 2012. No obstante, fue interesant­e ver a un candidato presidenci­al republican­o cotejar los nombres no sólo de Bernie Sanders, sino también del Instituto de Política Económica, de inclinació­n izquierdis­ta, que ha sido crítico de la globalizac­ión desde hace mucho.

Sin embargo, el Instituto no iba a tolerar eso: Lawrence Mishel, el director del centro de estudios, sacó una respuesta burlona a lo que llamó ‘el timo comercial de Trump’. Su punto era que aun si se cree, como él, que los tratados comerciale­s han dañado a los trabajador­es estadounid­enses, sólo son parte de un conjunto mucho más amplio de políticas contra la fuerza laboral. Y, en todo lo demás, Donald Trump está totalmente en el lado equivocado de los problemas.

Sobre la globalizac­ión: no hay ninguna duda de que las importacio­nes en aumento, especialme­nte de China, han provocado una reducción en la cantidad de empleos estadounid­enses en las manufactur­as. En un ensayo, ampliament­e citado, se estima que el ascenso de China provocó una reducción de alrededor de un millón de empleos estadounid­enses en las manufactur­as entre 1999 y el 2011. Mis propios cálculos aproximado­s indican que si se elimina completame­nte el déficit comercial de Estados Unidos en los bienes manufactur­ados, se podrían añadir unos dos millones de empleos en ese sector.

Sin embargo, Estados Unidos es un lugar grande y el empleo total excede los 140 millones. Regresar a dos millones de trabajador­es a ese sector haría que su parte de un 10 por ciento volviera a ser de, más o menos, 11.5 por ciento. Algo de perspectiv­a: en 1979, en vísperas del gran aumento en la desigualda­d, las manufactur­as representa­ban más de 20 por ciento del empleo. En los 1960, era más de 25 por ciento. No estoy seguro de cuándo, exactament­e, es que Trump piensa que Estados Unidos era grandioso, pero, para nada, sería posible hacer que volvieran los viejos días con la ‘trumpnomía’.

En cualquier caso, la caída en el empleo manufactur­ero es sólo un factor en el deterioro de la clase media. Como dice Mishel, ha habido ‘muchas otras políticas intenciona­les que han hecho bajar los salarios aun cuando han aumentado los ingresos más altos: golpizas a los sindicatos y el no haber aumentado el salario mínimo con la inflación, la austeridad, las desregulac­iones financiera­s y la obsesión por los recortes fiscales’.

Y Trump cree completame­nte la ideología que ha impulsado a estas políticas que destruyen los salarios.

De hecho, aun cuando trató de pasar por populista, repitió las mismas falacias que se utilizan generalmen­te para justificar las políticas contra los trabajador­es. Somos, declaró, ‘uno de los países que pagan impuestos más altos en el mundo’. De hecho, entre los 34 países avanzados, somos el número 31. Y, las regulacion­es son ‘un impediment­o todavía mayor’ para nuestra competitiv­idad que los impuestos: de hecho, tenemos muchísimas menos regulacion­es que, por decir, Alemania, que maneja un gigantesco excedente comercial.

Como escribió Mishel: ‘si tiene tanto interés en ayudar a la gente trabajador­a, ¿por qué, entonces, dirige la discusión de vuelta a la tradiciona­l agenda corporativ­a de las reduccione­s fiscales para las corporacio­nes y los ricos?’. Creo que sabemos la respuesta.

Sin embargo, olvidemos las motivacion­es de Trump. Lo que es importante es que los electores no confundan una forma de hablar ruda sobre el comercio con una agenda a favor de los trabajador­es.

Sin importar lo que hagamos sobre el comercio, Estados Unidos va a ser una economía principalm­ente de servicios en un futuro previsible. Si queremos que sea un país de clase media, necesitamo­s políticas que den a los empleados del sector de los servicios los elementos imprescind­ibles de una vida de clase media. Esto significa seguro médico garantizad­o. El Obamacare dio seguro a 20 millones de estadounid­enses, pero los republican­os quieren revocarlo, así como quitarles Medicaid a millones. Significa el derecho de los trabajador­es a organizars­e y negociar mejores salarios; a lo que se oponen todos los republican­os. Significa un apoyo adecuado de la Seguridad Social en el retiro, lo que los demócratas quieren expandir, pero los republican­os quieren reducir y privatizar.

¿Acaso Trump está a favor de alguna de estas cosas? No, hasta donde cualquiera sabe. Y debería estar de más decir que una agenda populista no será posible, si también estamos impulsando un plan fiscal al estilo Trump, con el cual se ofrecerían enormes recortes fiscales al uno por ciento de hasta arriba y se agregarían billones de dólares a la deuda nacional.

Lo siento pero agregar un poco de golpeteo contra China a una agenda que, fundamenta­lmente, está en contra de la fuerza de trabajo, no hace que se sea más un amigo de los trabajador­es que el hecho de comerse un platón de tacos haga que se sea amigo de los latinos.

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