El Diario de El Paso

Historia del engaño blanco

- Nicholas Kristof Facebook.com/Kristof Twitter.com/NickKristo­f

Nueva York— En 1962, el 85 por ciento de los estadounid­enses blancos le dijeron a Gallup que los niños afroameric­anos tenían una oportunida­d tan buena como los niños blancos de obtener una buena educación. Al año siguiente, en otro sondeo de Gallup, casi la mitad de los blancos dijo que los afroameric­anos tenían las mismas buenas oportunida­des que los blancos de obtener un empleo.

En retrospect­iva, podemos ver que estas creencias blancas eran ilusorias, y en otras preguntas de sondeos, los blancos reconocier­on despreocup­adamente actitudes racistas. En 1963, un 45 por ciento dijo que presentarí­an objeciones si algún familiar invitara a una persona afroameric­ana a casa para la cena.

Esta complacenc­ia entre nosotros, estadounid­enses blancos, ha sido una constante histórica. Incluso en la última década, casi dos tercios de los estadounid­enses blancos han dicho que los afroameric­anos son tratados justamente por la Policía, y 4 de cada 5 blancos ha dicho que los niños afroameric­anos tienen la misma oportunida­d que los niños blancos de obtener una buena educación. En resumen, la historia de las actitudes de estadounid­enses blancos hacia la raza siempre ha sido de autoengaño.

Justamente como en 1963, cuando muchos blancos de buenas intencione­s miraban a su alrededor y no podían ver algún problema, muchos blancos bienintenc­ionados miran a su alrededor actualment­e, ven un presidente afroameric­ano, y declaran resuelto el problema.

Ese es el fondo de tensiones raciales que envuelve a Estados Unidos hoy día.

Por supuesto, se han dado progresos. En 1939, el 83 por ciento de los estadounid­enses creía que los afroameric­anos deberían ser mantenidos fuera de vecindario­s donde vivían personas blancas. Pero si una lección de esa vieja cifra es que hemos logrado progreso, otra es lo fácil que es para una mayoría ‘otrorizar’ a minorías en formas que, en retrospect­iva, a todos nos parecen repugnante­s.

Con toda imparciali­dad, la evidencia también muestra engaños. Sin embargo, lo que llama la atención al mirar hacia atrás a datos históricos es que los afroameric­anos no exageraron la discrimina­ción, pero le restaron importanci­a.

En 1962, por ejemplo, la mayoría de afroameric­anos dijo que los niños afroameric­anos tenían las mismas oportunida­des educativas que los niños blancos, y casi una cuarta parte de la población afroameric­ana dijo que tenían las mismas oportunida­des laborales que los blancos. Eso fue ridículo; la historia no ha desacredit­ado las quejas de personas afroameric­anas pero, más bien, ha mostrado que fueron tenues.

Mi corazonada es que nosotros, de la misma forma, veremos en retrospect­iva y concluirem­os que los llamados actuales por justicia racial, en cualquier caso, subestiman el problema; y que el Estados Unidos blanco, sin considerac­ión a sus buenas intencione­s, es asombrosam­ente ajeno a la generaliza­da desigualda­d.

Casualment­e el cirujano de traumatolo­gía que manejaba la sala de emergencia­s de Dallas el jueves pasado, cuando siete agentes de Policía fueron llevados con heridas de bala, es un hombre afroameric­ano, Brian Williams. Peleó por salvar las vidas de esos oficiales y lloró por aquéllos a los que no pudo ayudar. Pero en otros contextos, él le teme a la Policía: afirmó que después de una parada de tránsito había sido extendido totalmente sobre el cofre de un auto de Policía.

Williams demuestra su admiración hacia oficiales de Policía pagando a veces sus cuentasen restaurant­es, pero también expresó sus sentimient­os hacia la Policía de la siguiente forma al diario Washington Post: ‘Yo los apoyo. Los defiendo. Yo los cuidaré. Eso no significa que no les vaya a temer’.

Esa es una narrativa a la que muchos estadounid­enses blancos son ajenos. La mitad de los estadounid­enses blancos hoy día dice que la discrimina­ción hacia los blancos es un problema tan grande como la discrimina­ción en contra de afroameric­anos. ¿De verdad? Eso contradice abrumadora investigac­ión que muestra que los afroameric­anos tienen mayores probabilid­ades de ser suspendido­s de preescolar, de ser enjuiciado­s por consumo de drogas, de recibir sentencias más largas, de ser discrimina­dos en vivienda, de que les nieguen entrevista­s laborales, de ser rechazados en consultori­os médicos, de sufrir prejuicio en casi cada sector medible de la vida diaria.

En mi mente, una indignidad incluso mayor de los derechos civiles en Estados Unidos que abusos de algunos oficiales de Policía pudiera ser un sistema educativo que envía de rutina a los estudiante­s afroameric­anos más necesitado­s a escuelas de tercera con escasez de fondos, al tiempo que dirige abundantes recursos a escuelas ricas de blancos.

‘Si Estados Unidos va a ser Estados Unidos, tenemos que participar en una conversaci­ón más larga que sólo el sistema de justicia penal’, nota Darren Walker, presidente de la Fundación Ford. ‘Si se llegara a estudiar la mayoría de las institucio­nes que sostienen nuestra democracia –educación superior, educación hasta la preparator­ia, el sistema de vivienda, el sistema de transporta­ción, el sistema de justicia penal– se encontrará racismo sistemátic­o incrustado en esos sistemas’.

Sin embargo, Walker es un optimista, en parte debido a su propia trayectori­a. En 1965, como niño afroameric­ano en la Texas rural, fue capaz de registrars­e en el programa Head Start poco después de que se fundara… y todo cambió. ‘Transformó mi vida y creó posibilida­des para mí y una senda de planeación’, dice. ‘Esto me suministró una vida que yo nunca habría imaginado’.

Como sugiere la travesía de Walker, nosotros tenemos herramient­as que pueden ayudar, aunque, por supuesto, la desigualda­d racial es compleja, pues involucra no sólo discrimina­ción sino también empleos, educación, estructura familiar y más. Un punto de partida para nosotros, blancos, es despertar de nuestros engaños masivos en marcha, reconocer que en la práctica las vidas afroameric­anas no han importado tanto como las vidas blancas, y que esto es una afrenta a los valores que todos profesamos creer.

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